El Grupo de Diarios América (GDA*) convocó a especialistas y a miembros representativos de las minorías afectadas por el racismo y la discriminación de nueve países del continente para obtener un panorama regional de cómo estos problemas afectan a las distintas sociedades.
Con particularidades y matices, y a pesar de la existencia de leyes que penalizan las prácticas racistas, existe un denominador común: el racismo es algo que muchas veces no se nombra o se niega, pero que afecta cada día a millones de latinoamericanos.
Venezuela: “Hay que reconocer que el racismo existe”
“En Venezuela nosotros pensamos que no somos racistas, que no tenemos ese problema, pero sí hay una carga inconsciente de discriminación racial. Entonces, creo que la manera práctica y replicable en cada país es, en primer lugar, reconocer que existe la situación, que quizá no se da en hechos tan graves como puede ocurrir en otras partes del mundo, pero sí tenemos una dosis importante de prejuicios raciales, de discriminación. Entonces, en primer lugar, es reconocer que tenemos el problema, hablar de manera franca y honesta en la conversación pública sobre ello”, dice Rafael Uzcátegui, director del Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea) al diario El Nacional.
“En segundo lugar —asegura—, establecer normas para sancionar y prevenir este tipo de conductas, que haya normas explícitas para los establecimientos públicos, para los funcionarios, para las entrevistas laborales; y, en tercer lugar, generar campañas sociales de información, espacios de encuentros y de confianza, de diferentes sectores de la sociedad para que se reconozcan y hablen sobre esta situación porque una ley por sí misma no es suficiente si culturalmente no se reconoce el problema”, puntualizó.
En Venezuela la discriminación también afecta a las minorías sexuales, como Valentina Rangel, quien es una mujer transgénero. Así relató su experiencia El Nacional: “Tras más de un año hormonándose cuenta que debe ingerir cuatro pastillas de 25 mg de espironolactona y dos pastillas de primaquin, este último medicamento no aparece en las farmacias venezolanas. Indicó que uno de los grandes problemas en Venezuela y gran parte del mundo es que se asocian los temas de sexualidad e identidad de género a causas de izquierda”.
“Yo no comulgo con esos gobiernos —adviertió Rangel—, pero no pueden utilizarnos como banderas políticas porque los derechos no son una orientación ideológica, son derechos y no son rojos o azules, son de todos. A la mayoría de los venezolanos les cuesta entender otras realidades. No se cuestionan ese imaginario sobre lo que es ser hombre y mujer. Es por eso que tienen tanta resistencia al tema. Esto no es una moda, siempre ha estado”.
Ella ha comenzado a buscar los medios para iniciar el debate de temas transgéneros en Venezuela. Sabe que no será fácil, pero es optimista: “Sí o sí lo vamos a lograr. Seremos visibles”, dijo.
Costa Rica y Puerto Rico: “Reconocer, nombrar, hablar del racismo”
Rina Cáceres, coordinadora de la cátedra de Estudios de África y el Caribe de la Universidad de Costa Rica, expresó que en su país es necesario “reconocer y nombrar a los diferentes grupos, principalmente de las comunidades indígenas, algo que es más claro con las comunidades afrodescendientes por su participación política y empoderamiento. Reconocer su historia como parte de nuestra historia y crear un nuevo nosotros, que sea inclusivo, que implicará por lo tanto un cambio en los programas educativos de primaria, secundaria y universidad. Cambiar el chip decimonónico para reconocer los aportes de los diferentes grupos que componen la identidad latinoamericana. No verlo en singular, más bien verlo en plural”.
El escritor y excomisionado de los pueblos afrodescendientes costarricenses, Quince Duncan, reconoció que en su país se han dado esfuerzos importantes en los últimos años por parte de los gobiernos y de la población, principalmente joven, para combatir el racismo. Sin embargo, afirma que aún tiene hay mucho camino por recorrer. “En cuanto a leyes existe un vacío muy grande. El castigo por la discriminación racial es ridículo. Aquí se ve realmente como una contravención y se ha insistido en que tiene que ser penal y en que tiene que ser un delito que tiene que sancionarse con más fuerza”, indicó Duncan para el diario La Nación.
Algo similar ocurre en Puerto Rico. Bárbara I. Abadía Rexach –antropóloga y portavoz del Colectivo Ilé dijo para el diario El Nuevo Día: “Me parece que una manera práctica es hablar del tema. En la medida que sea visible el problema se puede identificar y combatir. Aquí los vemos en las representaciones de la gente negra en la sociedad. La discriminación racial muchas veces se da de manera solapada, pero cala hondo y cuando hacemos las denuncias muchas veces nos enfrentamos a un monstruo que niega el racismo y dice que estamos mal… También hay un contexto histórico que se tiene que mirar. En los libros, se habla de la esclavización, pero se enseña muy poco de quienes eran los esclavizadores y cómo actuaban. Tiene que haber un reconocimiento de los valores para que no se repitan. Se tiene que mirar el problema, mostrar estadísticas y se tienen que unir esfuerzos”.
Por eso en el país centroamericano siguen ocurriendo casos como el que narra Emma Ramos Ortiz, en el programa radial “Negras”, que produce el Colectivo Ilé: “Cuando llevaba a mi hija a la escuela en ocasiones escuchaba los insultos por el color de su piel. En todo despectivo los otros niños la llamaban negra y, en burla, le decían Mamá Inés, como el personaje de servidumbre afrodescendiente que protagonizó la publicidad de la marca de café puertorriqueño Yaucono”.
Una de las experiencias más traumáticas, ella la vivió poco después de enamorase de su esposo. La familia de él no la aceptaba por su color de piel. “Lo primero que le dice la suegra a él era que no se podía casar con una negra sucia. Yo me preguntaba por qué decía que yo era una negra sucia. Era bien chocante porque era prohibitivo. No podíamos ser pareja”, recordó.
Los ataques discriminatorios contra Ramos Ortiz no necesariamente han mejorado desde entonces. Hace apenas unos años, se enteró que unas amigas, con las que se reunía regularmente en un restaurante de San Juan, se burlaban a sus espaldas de ella y cuestionaban su matrimonio multirracial.
Brasil: “Debemos buscar una reparación”
En Brasil, el país más grande de Sudamérica, el racismo y la discriminación por la pobreza se manifiesta cada día en escenarios tan populares como el fútbol y la samba. Para el filósofo y profesor Renato Noguera, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, “la mejor forma de combatir el racismo es buscar una reparación. Es una forma replicable, no es difícil, pero tiene un costo para los estados. Ellos son responsables del racismo estructural pues perpetúan este tipo de acciones. No resuelve el racismo decir que todos somos iguales. Hay que hablar de la participación de los afrodescendientes en todas las áreas, en los puestos directivos y de gestión”.
Menciona que la mayor parte de futbolistas en Brasil, en todas las series, son negros, pero solo hay un negro como presidente de un club negro y pocos entrenadores. Otro ejemplo son las escuelas de samba del Carnaval que fueron “creadas por negros”, pero que sus líderes son mayormente blancos.
“Las reparaciones solo vienen con políticas públicas. Las acciones afirmativas, como las cuotas, son políticas de inclusión, una forma inteligible de enfrentar el racismo. Nadie es racista porque esté menos informado, es porque tiene que ver con el poder, el territorio, la ocupación del espacio. En la guerra de todos contra todos, en la competencia depredadora en la que vivimos, el racismo es una herramienta ”, dice Noguera a O’Globo.
Además de las cuotas, el filósofo destaca la necesidad de enseñar historia y cultura africanas y pueblos indígenas. “La historia no se puede contar solo desde cuando Pedro Álvares Cabral invadió Brasil. Por ejemplo, las personas esclavizadas que llegaron a Minas Gerais tenían técnicas de minería, no fueron esclavizadas al azar. El 13 de mayo no se puede contar solo por la Ley Áurea de la Princesa Isabel (1888), sino también por la Revuelta de Carrancas (1833), cuando los esclavos se rebelaron en Minas Gerais. Es preciso que los maestros enseñen otras versiones de la historia, más allá de la europea, y eso tiene que estar en el material didáctico. La gente tiene una visión muy restringida”.
Doctor en Historia Comparada en el Laboratorio de Experiencias Religiosas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), el investigador y babalaô (guía espiritual del Candomblé) Ivanir dos Santos enfrentó situaciones de racismo e intolerancia religiosa a lo largo de su vida, y dice que esta historia se repite con sus hijos.
“Una persona pública y militante como yo siempre experimenta el racismo porque es estructural en la sociedad brasileña. Incluso en el mundo académico, donde la gente intenta ignorarte y tratarte menos, hasta en los centros comerciales. O incluso la policía. Hace dos años estaba con mi hijo en el Día Nacional de la Samba y tomamos una camioneta. Cuando nos detuvo la policía en Jacarezinho. El policía quiso registrar a mi hijo y le dije que no, porque no había acusación. Exigí que esto se hiciera, entonces, en la comisaría. Si encuentran algo con él, está bien, pero si no lo hacen, serían procesados por restricción ilegal. La policía terminó rindiéndose. Ese mismo episodio me pasó al salir de Mangueira en 1992 cuando la policía me detuvo. Intentaron registrarme, no lo acepté, y le dispararon al auto. Podría haber muerto. La policía detuvo a mi otro hijo y lo trató de manera agresiva porque tiene el pelo rasta. No es una actitud personal, sino un pensamiento de institución. Mis hijos aprendieron a reaccionar porque siempre los orienté: ve a la comisaría y regístrate. Pero la persona común, de la comunidad, a veces ni siquiera se da cuenta del tema racial, no siempre se preocupa por el racismo porque es pobre, vive en la favela y tiene el discurso social de que son bandidos”, indicó.
México: “Se discrimina porque nos creemos en una actitud de superioridad respecto al otro”
En una sociedad tan diversa como la mexicana, el racismo se puede combatir con el reconocimiento del problema a partir de los datos duros que permiten medir el fenómeno. Esa es la opinión que ofrece Tania Reneaum Panszi, directora ejecutiva de Amnistía Internacional (AI) México para El Universal: “La primera estrategia para combatir la discriminación en América Latina es reconocer que tipo de país somos respecto a la discriminación, a través de datos duros que permitan medir el fenómeno y de esta forma se analice cómo trabajar con él. En México, por ejemplo, es valiosa la información que proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)”, dijo.
“Lo importante —añade— es valorar las razones que nos orillan a discriminar, ya que no son producto de una historia personal de odio o de extinción hacia una persona determinada, sino en ocasiones se trata de una animadversión hacia determinadas personas. No se discrimina a todos de la misma forma, se discrimina porque nos creemos en una actitud de superioridad respecto al otro y pensamos que en esa superioridad se legitima la discriminación. Es fundamental incorporar el derecho a la no discriminación no sólo en papel, sino en nuestras conversaciones cotidianas”, afirmó.
Y quizás más marginado en este país sea el de la minoría afrodescendiente, a cuyos integrantes les pueden negar hasta el pasaporte solo por su color de piel, como el caso que describe Roselia Chaca de El Universal: “El 17 de mayo de 2018, Paula Cruz Guzmán, 57 años de edad, llegó puntual a las oficinas de la delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en la ciudad de Oaxaca, estado sureño de México. Era la segunda vez en su vida que iba por su pasaporte”.
“Presentó a la encargada del trámite de renovación su acta de nacimiento, que aunque extemporal era original, y también mostró su credencial del Instituto Nacional Electoral (INE), pero los documentos no bastaron. La funcionaria la miró de pies a cabeza y le cuestionó su nacionalidad mexicana. Le dijo que su color de piel, su vestimenta y sus facciones, decían lo contrario. Como Paula es negra, había ‘suficientes motivos’ para que la institución dudara si era mexicana”.
“Paula se indignó. Argumentó que en la región Costa de Oaxaca existen pueblos afro, con sus habitantes de piel negra, quienes son mexicanos como cualquier otro; pero la funcionaria no escuchó. Le pidió fotografías de su niñez para comprobar que realmente era de Corralero, agencia de Pinotepa Nacional, comunidad habitada por afrodescendientes”.
“Fue desgastante pelear para que me dieran el pasaporte. Fue indignante que dudaran de mí aun cuando presenté los documentos expedidos por una instancia federal. Creo que no soy la única a la que han discriminado en su propio país y en su propio estado. Entendí que ser negra es no existir, es no ser mexicana. Aun así, con ese tipo de discriminación institucional sigo peleando por mis derechos”, dijo Paula, quien es integrante del Movimiento Afromexicano, a El Universal”.
Chile: “Reforzar las sanciones”
En el sur del continente, en Chile lo que hace falta son reforzar las leyes para que las minorías de origen africano y los indígenas no sean discriminados. Eso afirmó a El Mercurio el sociólogo Mauricio Salgado, profesor de la Universidad Andrés Bello y doctor en el Centro de Investigación en Simulación Social de la Universidad de Surrey (Inglaterra): “Lo primero es el cambio institucional de nuestras leyes. Reforzar las sanciones que existen ante actos discriminatorios. La discriminación florece cuando hay segregación. Al tener grupos separados, el que es distinto pasa a ser una incógnita, lo que lleva a que sea también una amenaza, porque no lo conozco, no sé cómo actúa, porque no tengo una experiencia directa con esa persona que me permita constituir una persona como un agente humano. A nivel social podemos aumentar la inclusión. Que las personas tengan la experiencia del otro, que puedan interactuar. El contacto con el otro, cotidianamente, no forzado, ayuda a terminar con actos discriminatorios”, indicó.
Este país atrae a muchos migrantes que llegan en busca de una mejor condición de vida, pero encuentran una realidad desconcertante a causa de la discriminación. Starling Santana es dominicano, tiene 18 años, vive desde hace tres años en Chile y trabaja como maestro pintor y esta es su historia: “Me siento discriminado solo por algunos chilenos, no todos son iguales. Mi peor experiencia la tuve en el colegio donde alcancé a terminar cuarto medio (último año de enseñanza escolar). Me molestaban todos los días, no me dejaban hacer la clase, me hacían burlas y me tiraban cosas. Hasta que un día me enojé mucho y me puse a pelear a golpes con ellos. También los choferes de micro a veces me cierran la puerta en las narices. En la calle, especialmente cuando hay grupos, me gritan negro y un garabato (grosería). No me importa lo de negro, pero no aguanto el insulto. Por lo general, sigo el consejo de mi hermano de que no me enoje, porque, al final, todos somos iguales”, manifestó.
El caso uruguayo
Rinche Roodenburg es holandesa y vive en Uruguay desde 1985. Dirige la ONG Idas y Vueltas, que defiende a inmigrantes, y también integra la Comisión Honoraria contra el Racismo, la Xenofobia y toda otra forma de Discriminación, que recibe denuncias y asesora al Estado: “En Uruguay el racismo, la xenofobia y la discriminación están a flor de piel, pero durante mucho tiempo se decía que eso no pasaba, que nosotros éramos diferentes, muy abiertos… Ahora por lo menos hay una cantidad de personas que reconocen que eso sí está pasando, que existe. Ese es un pequeño paso para empezar a combatirlo y desactivarlo. Es un mini avance. Si tú decís que no existe, es un poco hipócrita pero además ya no vas a buscar una solución”, relató a El País de Uruguay. ¿Cuál sería el siguiente paso? Le preguntan: “Tenemos buenas leyes, pero hay que potenciar el cambio cultural, trabajar para eso. Eso tiene muchísimo que ver con educación, debates, hablar en serio entre todos y no hablar en forma políticamente correcta. De a poco se puede empezar a cambiar cosas, estoy segura. Pero tiene que haber muchas ganas de querer cambiar”.
En este pequeño país, de poco más de tres millones de habitantes, la minoría más afectada por el racismo es la afrodescendiente. Ese es el caso de Delfina Martínez, quiene tiene 31 años de edad. “Es negra y trans en un país donde ser parte solo de una de esas dos minorías ya pone algunas cuantas piedras en el camino. Y, pese a todo, ha logrado salir adelante. Es artista, fotógrafa y activista social. Integra el colectivo Mizangas Mujeres Afrodescendientes y es cofundadora del colectivo artístico La Contracultural. Fue vocera de la Campaña Nacional Ley Integral para Personas Trans, que se opuso a un referéndum para derogar la ley trans el año pasado. Además, en la última campaña electoral fue candidata al Senado por el izquierdista Frente Amplio. No resultó electa”, relató el diario uruguayo.
“¿Antes o después de la transición?”, pregunta ella cuando se le consulta sobre sus empleos. “Previo a la transición pasé por supermercados, vender libros puerta a puerta y trabajé en un taller de serigrafía textil. Después de la transición se me complicó para conseguir trabajo. Ahí fue cuando atravesé un período de cinco años en el comercio sexual, en Argentina y Uruguay», indicó.
Pero en un momento —allá por 2015— conoció a referentes travestis y trans que estaban fuera del circuito de prostitución. “Decidí dejar eso, retomar el liceo (la secundaria), volver a Uruguay, vivir en la casa de mis padres y empezar a militar. Poder tener una proyección un poquito más allá del momento”, explicó.
Ahora por la pandemia hace charlas por Zoom pero no tiene trabajo. En febrero había viajado a Barcelona, España, a participar de un proyecto artístico donde interpretaba a un personaje, en una coproducción, en el prestigioso Festival Grec. “Me había ido a ensayar y tuve que volver”, dijo. Espera retomar a corto plazo.
Y también desea no tener que volver a ser trabajadora sexual, pero dice que no lo puede descartar. “Trato de que no. Tengo una contención familiar y una red que fui generando. Pero nunca se sabe, y con el nuevo gobierno (de Luis Lacalle Pou) tengo bastante incertidumbre de cómo se van a llevar a cabo las políticas públicas específicas para las poblaciones más vulneradas”, señaló.
¿Qué experiencias de discriminación ha sufrido? A nivel comunitario, dice, no poder acceder “a los derechos más básicos”. “Y a nivel personal puedo estar hasta mañana contando cosas», explica y se ríe. “Desde que te griten en la calle hasta que no te dejen entrar a locales comerciales porque se reservan el derecho de admisión», afirmó.
Y mencionó algunos datos: “Uruguay es el país que más blanco se autopercibe en América Latina. La mayoría de las mujeres afrodescendientes se dedican al servicio doméstico. Hoy sigue siendo muy difícil el acceso a estudios universitarios. Nos llaman para el discurso, para la foto y el resto del año no existimos”.
Argentina: “Actuamos en base a ciertos estereotipos”
Para el antropólogo e investigador del Conicet Alejandro Frigerio sobre el racismo operan cuestiones étnicas, sociales y culturales. “Hay una interseccionalidad. A veces no se racionaliza el racismo. Por eso podemos encontrar muchísimos actos racistas cometidos por personas que no se consideran racistas. Pero la realidad es que todos actuamos en base a ciertos estereotipos. El fenotipo es una variable racial importante en ciertas actividades: no ves muchos abogados de piel oscura, y si vas a un hospital, los imaginás como enfermeros pero no como médicos», analiza Frigerio, en declaraciones para el diario La Nación.
Él sostiene que en los últimos años el racismo se volvió más explícito, producto de una mayor visibilidad de ciertos colectivos sociales. Y narra cómo históricamente en Argentina el racismo se manifestó contra los llamados “cabecitas negras”: “Hacia mediados de siglo, con la migración interna desde las provincias del norte, se dio la irrupción de ‘los cabecitas negras’, que vivían en las afueras, eran los villeros. En los últimos años, a partir de la crisis de 2001, irrumpen los ‘negros de mierda’, los ‘negros cabeza’, con los cartoneros y los piqueteros circulando por toda la ciudad cuando, hasta ese momento, había zonas para cierta población racializada: la periferia, los barrios pobres”, agregó.
Patricia Gomes es descendiente de africanos. Las raíces de su árbol genealógico llegan hasta Cabo Verde. Desde allí vinieron sus abuelos y bisabuelos paternos, en diferentes oleadas migratorias. Fue, justamente, en la casa de esos abuelos paternos en donde ella fue forjando su identidad afroargentina.
“Como buena negra argentina, desde la escuela hasta la vida adulta he pasado por situaciones de racismo”, contó.
“En la escuela ya existía lo que hoy llamamos bullying. El acoso y la burla a las personas que salíamos de la norma estaba. Cuando me iban a buscar al jardín y a la escuela en la primaria, los chicos veían a mi abuela o a mi papá que son renegros, y ya era “negra de la villa”, “negra” esto, “negra” lo otro. Era constante. El haber tenido esta educación, no me hizo inmune a situaciones de racismo pero me permitió encararlo de otra forma. Apenas sucedía algo en la escuela, mi tía o mi mamá iban a hablar con la directora y la maestra y el tema se trabajaba. Es lo que sigue pasando. Tengo todavía primos adolescentes y, si pasa algo en la escuela, vamos. Pero eso no pasa con todo el mundo. Igualmente esas cosas generan una degradación de la autoestima”, dijo.
Gomes es abogada, activista afrofeminista y antirracista, es también parte de la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana y del Área de Género de la Comisión Organizadora del 8 de Noviembre, Día Nacional de los Afroargentinos y de la Cultura Afro. En forma paralela, trabaja en el Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo, de la Ciudad de Buenos Aires, e integra el Consejo Asesor ad honorem del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad
“Soy un caso excepcional —reconoció—. Tuve la posibilidad de estudiar, pero me llevó muchos años hacerlo, por dificultades económicas principalmente. Es cierto que además tengo trabajo y hago lo que me gusta, pero esa no es la situación general de las mujeres afrodescendientes en este país”. ¿Cómo es la situación de la mujer afroargentina? Le preguntan: “Hoy en día, la mayor parte de nuestra comunidad es pobre, no tiene trabajos formales, ni terminalidad escolar. Y esto hace que seamos muy pocos los que podemos acceder a la universidad. Mucha gente no terminó el secundario siquiera. Con lo cual, la situación de las mujeres es alarmante. Además de sufrir el racismo y el sexismo, la mayoría sufre marginación cuando vamos a buscar un trabajo. Nadie quiere a una negra atendiendo una oficina o un mostrador. La pandemia dejó al descubierto el nivel de informalidad en el que está buena parte de nuestras mujeres. Muchas son jefas de familia, tienen hijos a cargo, están solas. Ni al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) acceden de lo tan al margen que están”.
Sin embargo, en estos últimos años hubo algunos avances, pero poco, “contados con los dedos de la mano”, dice. “Por lo menos desde 2003, hubo cambios en la relación del Estado con las organizaciones sociales cuando, por ejemplo, en 2004/2005 el entonces presidente Néstor Kirchner convocó por primera vez en la historia a las organizaciones afrodescendientes a involucrarse en la elaboración de una política pública como fue el Plan Nacional contra la Discriminación. Después podemos decir que en el censo de 2010, cuando se introdujo la pregunta que apunta al autorreconocimiento o el origen étnico, una de las grandes conquistas del movimiento negro en Argentina después de décadas y décadas de exigirle al Estado que tenía que incluir en un censo la medición de la población afro. Obviamente, los resultados no fueron los esperados porque la pregunta estaba incluida en el formulario ampliado, que solo se aplicaba al 10% de la población. Lo que se obtuvo fue un muestreo. Los números decían que había cerca de 150.000 personas que se reconocían como afrodescendientes, el 0,4% de la población”.
Perú: El racismo estructural
“Muchas veces el problema del racismo se ve como algo interpersonal, como un problema de autoestima, de aguantar una broma y muy al nivel del insulto. El punto de partida es que ese insulto que vemos en la calle o en las redes sociales es como la punta de un iceberg, la punta de un problema mucho mayor, que es público e histórico y que arrastramos como país y es lamentable que lo tengamos todavía entrando al bicentenario”, dice Gustavo Oré, director de la Dirección de la Diversidad Cultural y Eliminación de la Discriminación Racial del Ministerio de Cultura, en conversación con El Comercio.
“Nosotros basamos nuestro trabajo en la Constitución Política del Perú, que claramente tiene dos disposiciones específicas. El articulo 2, incisos 2 y 19, señala que nadie puede ser discriminado, entre otros motivos, por cuestiones raciales. Y no se trata solo de insultos sino también de falta de oportunidades y otros aspectos que generan exclusión y violencia. El Ministerio de Cultura trabaja por la valoración de la diversidad cultural y la eliminación de la discriminación racial. En 2018 recibimos los datos de una encuesta nacional sobre percepciones y actitudes en diversidad cultural y eliminación de la discriminación racial impulsada por el Ministerio de Cultura: ahí se señala que más de 53 % considera que el peruano es muy racista, pero cuando se les pregunta a esos mismos encuestados si ellos se consideran racistas la mayoría dice que no. Solo 8% admite que lo es. Ese es un problema que tenemos que abordar, pues lo vemos en el otro, pero no en nosotros mismos”, afirmó.
Ese racismo que no se manifiesta en público, pero que se vive a diario en las prácticas cotidianas en ciudades como Lima es al que se refiere en este testimonio Guillermo Flores Borda, un abogado de la Pontificia Universidad Católica del Perú, con un máster en Derecho por la Universidad de Chicago, pero que se siente marrón (término que se da a personas de piel mestiza) en una sociedad que pretende ser blanca.
“Soy un hombre marrón viviendo en una sociedad blanca de la que no provengo. Crecí en el centro de Lima, en el cruce de Moquegua con Cailloma. Mi padre, hijo de comuneros de Callahuanca, tierra de la chirimoya, vino a Lima a trabajar y estudiar la secundaria en la nocturna, convirtiéndose en abogado. Mi madre, hija de madre analfabeta y padre con segundo de primaria (ambos peones de las haciendas Chavalina y Vista Alegre en Ica, respectivamente) migró para convertirse en enfermera quirúrgica. Mis padres decidieron llevar a cabo una apuesta, que consideraban era la única forma de garantizar un futuro mejor para sus hijos: destinar casi todos sus recursos a pagar educación en instituciones privadas, aunque eso implicase sufrir diversas carencias materiales y difíciles condiciones de vivienda”.
“Soy consciente de que mi educación privada es un privilegio que me permite amasar capital social a través de mis investigaciones y escritos. Pero ese capital pareciese esfumarse en el momento en que me ven el rostro. Corriendo con ropa deportiva de noche, insultado de ratero. Caminata nocturna con capucha, todos a guardar billeteras y teléfonos. Comprando en un supermercado (incluso con mi esposa, una ciudadana blanca estadounidense de la mano), presto a recibir órdenes de señoras blancas. Mi color opera como un marcador de jerarquía social, como si las personas de mi color estuviéramos condenadas a ser vistas como peligrosos o serviles en esta sociedad”.
“Debemos hablar tanto del racismo que se expresa en insultos abiertos, como del que se manifiesta estructuralmente. No puedo saber qué siente la sociedad blanca en sus corazones; sólo puedo asumir qué piensa en base al estado de sus instituciones. No sé si los socios de ciertos clubes o dueños de empresas nos menosprecian, pero es innegable que hay lugares y puestos a los que nos es más difícil acceder. No puedo saber si ciertos alcaldes nos desprecian, pero sí que no aplicarían la misma violencia con un empresario blanco acusado de evasión que con un ambulante marrón. Si algún día postulo a un cargo público, no tengo la certeza de que no seré tratado como un ‘auquénido’”.
“Me veo constantemente forzado a ‘hacerme blanco’ en todas las formas posibles mediante mis estudios, mis profesiones e, incluso, mi estilo de vida, pero preferiría vivir en un país que no condicionase mi movilidad social a mi transformación cultural. Quiero sobresalir en esta sociedad, pero no quiero ser ni empujado a cambiar mi forma de ser, ni forzado a esconder mis orígenes, para conseguirlo. Quizás mis héroes no lucen como Miguel Grau, sino como Túpac Amaru. Quizás no piensan como V.A. Belaúnde, sino como J.C. Mariátegui. Quizás no quiero contribuir a una cultura que proyecta lo blanco como imagen de éxito, mientras que lo marrón es interpretado como sumisión y servicio. Quizás no quiero ser cómplice del exterminio de mi propia cultura. Quizás quisiera no tener que adaptarme a estándares europeos para alcanzar el soñado progreso y prefiero vivir y sentir como en ‘Yawar Fiesta’”.
La legislación contra el racismo en la región
Argentina
Ley contra la discriminación Nº 23.798; 23.592. Prohíbe la discriminación por raza, religión, nacionalidad, ideología, política o sindical, sexo, posición económica, condición social o características físicas.
Brasil
La Ley 7.716 de 1989 definió los prejuicios de raza, color y origen nacional. Una acción reciente incluyó el delito de homofobia.
Brasil es signatario de la Conferencia de Durban y de la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial
Chile
Ley Antidiscriminación 20.609 promulgada en 2012, conocida también como Ley Zamudio.
El Código del Trabajo, en su artículo 2, prohíbe estrictamente los actos de discriminación en el campo laboral.
Costa Rica
La ley 4.230 contra la Discriminación Racial data de 1968.
En el 2000 la ley 8054. Ley de Diversidad Étnica y Lingüística.
En 2013 la reforma a la Ley 9.145. Ley Contra la Violencia y el Racismo en el Deporte.
México
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo primero, establece la prohibición de toda forma de discriminación.
Código Penal Federal, artículo 149, establece sanciones “de uno a tres años de prisión o de ciento cincuenta a trescientos días de trabajo a favor de la comunidad, y hasta doscientos días multa” por prácticas racistas y discriminatorias.
Perú
La Constitución Política en su artículo 2, inciso 2, dice: “Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”; y en inciso 19: “El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación”.
Código Penal, artículo 323. Discriminación e incitación a la discriminación: “Pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de tres años, o con prestación de servicios a la comunidad de sesenta a ciento veinte jornadas. Si el agente actúa en su calidad de servidor civil, o se realiza el hecho mediante actos de violencia física o mental, a través de internet u otro medio análogo, la pena privativa de libertad será no menor de dos ni mayor de cuatro años”.
En el Congreso existen el Proyecto de Ley 5442/2020. Ley de Promoción de la Diversidad Cultural para la prevención y sanción del racismo y la discriminación étnico-racial. Propuesto por el Ministerio de Cultura. Y el Proyecto de Ley 5493/2020. Prohibición del racismo y toda forma de discriminación racial. Propuesto por congresista Arlette Contreras. En Comisión de Justicia.
Puerto Rico
Ley de Derechos Civiles de 1964 de Estados Unidos. Tiene vigencia en Puerto Rico y prohíbe la discriminación por raza, color, religión y origen.
Uruguay
Ley 13.670 de 1 de julio de 1968 aprueba la Convención de las Naciones Unidas para la eliminación de toda forma de discriminación racial.
Ley 17.817, del 6 de setiembre de 2004, declara de interés nacional la lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación.
El Código Penal establece pena de prisión para quienes estimulen en público al odio, desprecio o violencia contra personas por su color de piel o raza; cometan actos de violencia, odio o desprecio contra personas por su color de piel o raza.
Venezuela
Ley Orgánica Contra la Discriminación Racial, sancionada el 19 de diciembre de 2011. En su artículo 37 establece una pena con prisión de uno a tres años.
*El Grupo de Diarios América (GDA está integrado por La Nación (Argentina), O’Globo (Brasil), El Mercurio (Chile), El Tiempo (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa Gráfica (El Salvador), El Universal (México), El Comercio (Perú), El Nuevo Día (Puerto Rico), El País (Uruguay) y El Nacional (Venezuela).