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«Queremos volver a casa», gritan argentinos varados en Andorra

por Avatar AFP

Aproximadamente 2.200 argentinos varados en Andorra debido al coronavirus, la mayoría trabajadores temporales en las estaciones de esquí a punto de quedarse sin dinero, exigen por las redes sociales y los medios de comunicación que el gobierno les facilite el regreso al país.

«Queremos volver a casa, es nuestro derecho«. En la cuenta de Instagram, Twitter o Facebook de Varados en Andorra hay docenas de personas que publicaron su foto con este mensaje escrito en una hoja.

Durante varias semanas Argentina ha estado repatriando a sus ciudadanos, pero gota a gota, según el grupo.

«Para mí, Argentina tiene miedo… Si el virus colapsó el sistema médico en Francia, España, Italia, nosotros que estamos en el tercer mundo… No tenemos la infraestructura o el material», dijo Ariel Campana, un argentino de 39 años de edad.

Instructor de esquí en Andorra desde hace 12 años, debía regresar a Argentina a principios de mayo. Sin trabajo durante un mes, sus ahorros se están acabando.

«Argentina está repatriando primero a los turistas, y después a los trabajadores. Nosotros vamos a ser los últimos en volver a casa», teme Campana, confinado con su esposa, su bebé y un perro en un estudio de 20 metros cuadrados.

Esperanza golpeada

Florencia Lucas, de 28 años de edad, también teme estar entre los últimos en regresar. «Como estamos cerca, para ellos, de uno de los focos más grandes de infección, vamos a ser uno de los últimos en volver a nuestro país«, dice.

Atrapado entre Francia y España, dos de los países europeos más golpeados por la pandemia, el pequeño estado de Andorra registró el lunes 29 muertes relacionadas con covid-19, en una sociedad de casi 70.000 habitantes.

Lucas trabajaba en un café al pie de las pistas de esquí. «Mis ahorros me permiten estar aquí hasta finales de abril, pero más allá se va a poner muy complicado», comentó.

Para ella, como para todos los demás trabajadores temporarios, este confinamiento prolongado y sin ingresos, melló la esperanza de un regreso a Europa el próximo año para una nueva temporada, debido a la falta de ahorros en euros.

El principado de Andorra, la Meca del esquí en los Pirineos, emplea a casi 5.000 suramericanos por temporada.

«El gobierno argentino nos promete ayuda que no se materializa«, lamentó Lucas.

Santiago Walter, otro instructor de esquí de 34 años de edad, dijo que sufría este encierro como todos los demás, pero lejos de casa, y sin ninguna certeza sobre la fecha de vuelta, es todavía más difícil.

A principios de abril había preparado sus maletas, como casi 400 compatriotas listos para ir a Toulouse en autobús para tomar un vuelo de Air France que pretendía recoger a los franceses en Argentina. Pero su alegría fue breve: finalmente, «nos dijeron que el gobierno argentino no había autorizado esa repatriación«, dijo, amargado.

«No engañe más a la gente»

En Twitter, el grupo «Varados en Andorra» llamó la atención al presidente Alberto Fernández este lunes: «¡El espacio aéreo europeo está abierto, señor presidente! ¡No engañe más a la gente!»

Regularmente el grupo transmite la angustia de quienes padecen problemas de salud, incluido un embarazo problemático, o graves problemas financieros. Los ataques de pánico, la ansiedad y los trastornos psicológicos también se registran.

Ante esta situación sin precedentes, el gobierno de Andorra extendió el período de validez de los permisos de residencia otorgados a los trabajadores temporarios. En tanto, varias ONG, parroquias o funcionarios locales proporcionan alimentos o alojamiento a los más necesitados.

Maira Correa, quien celebró su 33 cumpleaños en un estudio alquilado de emergencia en Andorra, estaba de gira por Europa con su esposo y sus hijos cuando la pandemia los tomó por sorpresa.

«Si me tengo que quedar aquí hasta mayo podría subsistir, pero si tengo que comprar un billete de avión para volver no me alcanza; o sea, no tengo más dinero».

Ella también protesta por la continuidad en Argentina de un impuesto de 30% sobre los pagos con tarjeta de crédito en el extranjero, con un límite máximo de 200 dólares por mes.

«Nosotros quedamos aquí por una decisión del Estado, entonces esperábamos como mínimo que colaboren con nosotros, que nos ayuden», dijo.