Para el Kremlin, la sola celebración de la reunión es una victoria, pues lleva tiempo intentando que se lleve a cabo, pero siempre se encontraba con la reticencia de la Casa Blanca, asegura el analista Andréi Baklitski.
No obstante, cree que no pueden esperarse muchos avances de esta cumbre, donde se abordarán cuestiones espinosas como la guerra en Siria, el conflicto en Ucrania o las sanciones occidentales que desde 2014 golpean la economía rusa. Según Baklitski, lo máximo que puede esperarse de esta cumbre es una declaración común no vinculante.
A ojos del analista político Alexéi Malashenko, para Putin este encuentro es un reconocimiento informal de Rusia como una gran potencia.
Al imponer unas sanciones cada vez más estrictas a Rusia, los occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, muestran su deseo de querer aislar al Kremlin de la escena internacional.
El presidente ruso podría intentar convencer a su par estadounidense para que adopte un enfoque más flexible sobre la solución de la guerra en Siria, con la esperanza de que Washington reduzca sus actividades militares en el país, considera Malashenko. Cualquier compromiso relativo a esta región se percibirá como una victoria para Moscú, en su opinión.
Por su parte, Trump tal vez buscará convencer a Putin de que las fuerzas iraníes deben salir de Siria, pero el mandatario ruso quizá no esté preparado para poner en peligro las relaciones con Teherán, un aliado tradicional de Moscú y Damasco, negociando esa cuestión.
En cualquier caso, la crisis en Siria se plantea como un tema de discusión más sencillo que el conflicto entre los rebeldes prorrusos y las fuerzas de Kiev en el este de Ucrania, una discusión mucho más sensible para Rusia.
En lo que respecta a las acusaciones de injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, Rusia, que las niega con vehemencia desde el principio, podría volver a reafirmar su rechazo durante la cumbre, asegura Baklitski.
En su opinión, Rusia podría aceptar un comunicado común en el que las dos partes se comprometan a no entrometerse en los asuntos de la otra en el futuro.
Romper con la herencia de Obama
Para Donald Trump, esta cumbre es una oportunidad de imponerse en el centro de la política extranjera de Estados Unidos.
«Tiene ganas de ser percibido como la persona que toma las decisiones, que las toma unilateralmente, que es el principal encargado de decidir», asegura William Pomeranz, director adjunto del Centro Wilson, en el Instituto Kennan.
Añade que esta percepción es mucho más importante para Trump que lo que obtenga de la cumbre, al ser cuestionado por la AFP.
Para Alina Poliakova, de la Brookings Institution de Washington, el multimillonario republicano prevé usar esta cumbre con fines electorales: «¿Qué podrá presentar Trump como victoria en el caso de Rusia? En la práctica, es ‘Obama deterioró las relaciones y yo las mejoré».
Para la analista, el presidente también podría afirmar que Rusia no es una amenaza para Estados Unidos porque Trump, personalmente, estableció esta comunicación con Putin y ahora se miran directamente a los ojos.
Pero durante la cumbre Estados Unidos podría intentar conseguir la firma de algunos pequeños acuerdos sobre cuestiones menos espinosas, asegura por su parte William Courtney, del instituto de investigación Rand Corporation de Washington.
En su opinión, podría ser un acuerdo sobre la reapertura del consulado estadounidense en San Petersburgo y del consulado ruso en San Francisco, víctimas de las tensiones de los últimos meses.
En cambio, parece poco probable un acuerdo más importante, como podría ser el reconocimiento por Washington de Crimea como parte de Rusia a cambio del apoyo de Moscú para obligar a las fuerzas iraníes a abandonar Siria, subraya Courtney.