A lo largo del mes de agosto, la comunidad indígena de Bajo Chiquito del Darién panameño ha visto llegar entre 2.000 y 3.000 personas migrantes cada día. Y en lo que va de año, son ya más de 320.000 las personas que han atravesado la peligrosa selva fronteriza entre Colombia y Panamá.
Durante la ruta, todas estas personas se arriesgan a sufrir lesiones y ahogamientos por las duras condiciones de la selva, y también robos, agresiones y violencia sexual por parte de las bandas criminales. Cuando logran llegar a Panamá, no encuentran la atención que necesitan. “Las organizaciones humanitarias no damos abasto ante el incremento de personas que llegan a diario. En las últimas semanas hemos tenido días de hasta 3.000 migrantes en un solo punto”, explica Jose Lobo, coordinador de terreno de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el Darién panameño.
La gran mayoría llega con algún tipo de afección: desde heridas en los pies y dolor en las extremidades por las intensas jornadas; diarreas y enfermedades gástricas por beber agua de ríos; hasta depresión, ansiedad y estrés postraumático después de sufrir o presenciar hechos violentos.
Las rutas varían por temporadas, pero actualmente la mayoría de las personas que cruzan la selva salen desde Capurganá o Acandí, en Colombia, y llegan a Bajo Chiquito, desde donde se embarcan en piraguas hacia la Estación Temporal de Recepción Migratoria (ETRM) de Lajas Blancas. En ambos puntos ha habido condiciones de hacinamiento en las últimas semanas, que agravan los problemas de salud y seguridad para las personas migrantes ante la escasez de agua y de espacio para dormir.
“El aumento ha sido tan grande que tanto las comunidades de acogida como la capacidad de las organizaciones en las ETRM, especialmente la de Lajas Blancas, se han visto desbordadas”, insiste Lobo. Del 1 al 29 de agosto se han contabilizado 55.000 cruces y ha habido días, como el martes 22, en los que llegó a haber más de 4.800 personas entre las cuatro estaciones de recepción de personas migrantes que hay habilitadas a la salida del Darién, en Panamá.
MSF en el Darién
MSF cuenta con tres puestos de atención en la región: uno en Bajo Chiquito y dos en las ETRM de Lajas Blancas y San Vicente. En las filas de espera de los puestos de salud, decenas de migrantes esperan horas para ser atendidos. “Es que hay muchos niños deshidratados y con diarrea”, cuenta una mujer venezolana de unos 30 años ampollas en los pies por la rozadura que le provocan sus botas.
Entre enero y julio de 2023, el equipo de MSF ha llevado a cabo 35.912 consultas médicas y de enfermería, incluyendo a 673 mujeres embarazadas y 206 personas supervivientes de violencia sexual. Además, ha realizado 1.611 consultas de salud mental y 6.952 curas.
En la zona también están presentes otras organizaciones, pero las necesidades actuales sobrepasan todas las capacidades. Por eso, insiste Lobo, “hacemos un llamamiento de urgencia a todos los donantes y a las organizaciones humanitarias para que multipliquen sus esfuerzos; y a los gobiernos de Panamá y Colombia para que desarrollen acciones efectivas con las que garantizar una ruta segura a la población migrante y su acceso a servicios básicos”.