A Juan de Jesús Montañez, un campesino del departamento colombiano del Meta, la antigua guerrilla de las FARC lo sometió hace 20 años a los vejámenes más escalofriantes del conflicto armado en un tortuoso secuestro de tres meses, dos semanas y tres días en el que fue acusado de ser paramilitar.
Un día fue obligado a caminar durante 11 horas hasta una montaña en la que lo abandonaron, mientras estaba atado, para que «las fieras se lo tragaran» porque les daba «lástima» gastar una bala con él, según relata.
«A la caída de una hoja le tenía tremendo miedo porque me parecía que era un tiro», le confesó este lunes a la magistrada Julieta Lemaitre, de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), durante el primer día de la audiencia de observaciones de las víctimas del «Caso 1», que corresponde al secuestro.
La JEP acusó en enero de este año a los ocho miembros del antiguo Secretariado de las FARC, máximo órgano de decisión de la guerrilla, por su responsabilidad de mando en las atrocidades que sufrieron los secuestrados y los horrores que les causaron durante el conflicto armado, hechos que los exguerrilleros han aceptado y está pendiente que la Jurisdicción les imponga las sanciones que considere.
Un grupo de víctimas acudió este lunes a la primera sesión de observación al reconocimiento escrito hecho por el Secretariado de las FARC que en abril admitió su responsabilidad «por ordenar capturas y privación de libertad de forma prolongada de civiles y de miembros de la fuerza pública».
Sobrevivir por milagro
«El secuestro fue para mí una cosa muy tremendísima. Me hicieron unas cosas que yo jamás pensé que otro hombre fuera capaz de hacer. Todo lo que me quitaron yo me lo gané con el sudor de mi frente», lamentó el campesino al recordar que «pasaba todo el día sin comer».
Montañez respondió a la senadora y exguerrillera de las FARC Sandra Ramírez quien afirmó la semana pasada que los secuestrados durante el conflicto tenían «sus comodidades» cuando estaban en cautiverio.
«Que ellos vengan a decir que los tratos eran muy buenos, eso sí es una mentira muy grande», dijo. «Yo no sé cómo estoy vivo porque cuando me soltaban del palo (donde permanecía atado) yo me caía de una vez porque uno está como entumido. Los brazos, las piernas, todo le duele», agregó durante la audiencia en la que las víctimas acusaron a las FARC por un «trato inhumano».
La JEP, tribunal creado a instancias del acuerdo de paz firmado en noviembre de 2016, también acusó a los líderes de la guerrilla por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra por graves conductas vinculadas al secuestro como homicidio, tortura, atentados a la dignidad personal, violencia sexual y desplazamiento forzado.
«Cuando ellos llegaban yo no hallaba a qué Dios pedirle porque uno siente la muerte (…) Es un milagro de Dios porque allá (en el secuestro) a la hora que ellos quieren lo matan», afirmó al levantar un ramo de flores que según dijo, «mi familia pudo haber puesto en mi tumba».
«Estamos viviendo prácticamente en la calle»
La JEP determinó en enero pasado que los secuestros no fueron errores de los excombatientes en la guerra o necesidades o excesos de la guerra, como han pretendido justificar los antiguos jefes de las FARC.
En ese sentido, las víctimas reafirmaron este lunes que el secuestro marcó para siempre sus vidas y que apenas se sobreponen a las heridas.
«El gobierno no ha tenido corazón, no ha tenido voluntad para nosotros las víctimas del conflicto armado en ningún momento», lamentó Montañez al referir que desde hace 20 años no trabaja, no tiene vivienda ni pensión, y que hoy vive «prácticamente en la calle».
«Todos los que estamos en esta situación estamos mendigando. A veces tengo para una sola comida y uno se pone a pensar que esas personas que hicieron el mal, que cometieron todas esas atrocidades son las que se están beneficiando», dijo en una crítica al gobierno por tener a los sobrevivientes del secuestro «totalmente abandonados».