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La nueva vida de los militares venezolanos que apoyan a Guaidó en Colombia

Pasan los días encerrados y realizando rutinas militares. De acuerdo con información suministrada por la Cancillería de Colombia, en total el país vecino acoge a 1.285 ex funcionarios venezolanos 

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Un amplio hotel, ubicado sobre la autopista internacional del municipio de Villa del Rosario (Norte de Santander), se ha convertido durante el último mes en el nuevo hogar de un grupo de desertores del Ejército venezolano, que permanece acantonado desde el día posterior al cierre de la frontera, el pasado 23 de febrero.

Además de ser un lugar de hospedaje, donde duermen, comen y pasan el tiempo libre, los extensos terrenos del establecimiento también son usados por los hombres para desarrollar actividades características de su antigua vida militar, que ellos han denominado como “técnicas de combate”.

De acuerdo con información suministrada por la Cancillería de Colombia, en total hay 1.285 de estos extranjeros en el territorio del país vecino.

Los sargentos Armando, José y Rafael pertenecen a los 736 ex miembros de las fuerzas armadas del país vecino, concentrados en 5 puntos de atención del Norte de Santander.

Aunque los tres provienen de distintas zonas del territorio venezolano, sus historias son muy parecidas. Antes de llegar a Colombia, estaban vinculados a la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, y ostentaban el rango de sargentos.

Con la agudización de la crisis económica en sus hogares, una sensación de inconformismo fue germinando en ellos, sin llamar la atención de la tropa, hasta que finalmente decidieron deponer sus armas y cruzar la frontera a través de una trocha, en una arriesgada huida hacia el extranjero.

Ya en Colombia, la vida de estos ex guardias ha transcurrido bajo estrictas medidas de seguridad, y se mantienen en el edificio. La fachada, de aires coloniales, es custodiada por seis policías colombianos y la entrada al lugar es restringida.

“Inicialmente, a nosotros nos tenían alojados en un sitio. Estábamos todos unidos y ahorita nos distribuyeron en varias zonas, pero seguimos en contacto, todos. Hay unos que están con sus familias y nosotros, los que seguimos solos”, contó José.

Él y sus dos compañeros tienen entre 28 y 30 años de edad. Sus cuerpos, de tez morena, no miden más de 1,77 metros de estatura, y sus músculos siguen endurecidos por la rutina de ejercicios que practican a diario.

La jornada de estos venezolanos se inicia a las 5:30 am, cuando se levantan para trotar en grupo y recibir el desayuno. Entre las 9:30 am y las 11:30 am tienen un espacio libre, que suelen emplear para hablar con sus familiares y atender medios nacionales y extranjeros.

Al mediodía almuerzan y en las tardes se dedican a lo que ellos han llamado «un entrenamiento físico y mental» para no olvidar sus tareas al interior de las filas armadas.

Este esquema de actividades responde a un ordenamiento jerárquico y cualquiera que desee desentenderse de esta línea de mando por algún motivo en especial, debe pedir autorización de un superior.

“Hay mucha fuga de información y esto puede facilitarle las cosas al enemigo, pero uno sí tiene entrenamiento militar. Vemos clases y todo (…). La misión acá es adiestrarnos, tener mayor conocimiento sobre la carrera de las armas, estar físicamente y mentalmente activos. Ese conocimiento se lo enseña uno al otro. Cada uno pone su granito de arena para adiestrarnos”, aseveró José, quien era integrante de un comando de las fuerzas especiales y tiene conocimiento sobre antiterrorismo y antisecuestro aéreo.

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Algunos de los hombres de que pertenecían a la guardia venezolana viven en este hotel ubicado en Villa del Rosario, Norte de Santander. Foto: Gustavo Castillo

Cuentan los ex guardias que el espacio del hotel destinado para estas actividades es un descampado, un lugar que se encuentra desolado y plagado de maleza. Allí, ellos corren, rampean, se suben a los árboles y desarrollan habilidades de “camuflaje”. Incluso, esto ha despertado la molestia por parte de la administración del hotel, porque durante sus ejercicios ellos admiten que han violado los límites de los predios aledaños.

“De 3:00 pm a 6:00 pm, son dos o tres horas que nos ponemos a hacer tácticas militares, que hemos aprendido, como correr lo más rápido que podamos, subir a un árbol, tirarse uno sobre el otro, hacer maromas, pues va a llegar el tiempo en que las vamos a ejecutar”, explicó Rafael.

Aunque sus uniformes y sus armas quedaron en custodia de las autoridades colombianas, la mentalidad castrense sigue aferrada al anhelo de estos ex agentes. Ellos están esperanzados en encontrar ayuda internacional para que una vez que el jefe del Parlamento, Juan Guaidó, los requiera, atender su llamado y cooperar con la derrota de la usurpación, como ellos se refieren al gobierno de Nicolás Maduro.

¿Civiles o militares en el exilio?

El gerente de Frontera con Venezuela del gobierno, Felipe Muñoz, aclaró que estos extranjeros permanecen en el territorio nacional bajo un estatus civil, concedido a través de un salvoconducto con caducidad de 30 días.

Frente a las preocupaciones manifestadas por los ex guardias sobre su permanencia en este hotel, el funcionario indicó que los gobiernos de Iván Duque y Guaidó trazaron una ruta para asumir el costo de alojamiento y alimentación de esta población.

“Estas personas están acogidas de manera generosa como civiles. Ellos firmaron un documento en el que cesaban de manera absoluta sus actividades de carácter militar, de lo contrario, no podían estar en un proceso de solicitud de refugio. Cualquier actividad militar pone en riesgo su estatus de refugio y su estancia en Colombia. Eso no está autorizado, ni patrocinado de ninguna parte del gobierno”, puntualizó Muñoz.

Sectores de la opinión pública han criticado el tratamiento que les da a los ex guardias el gobierno. El vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso y senador de la Alianza Verde, Antonio Sanguino, calificó la medida de Colombia de acoger a estos hombres como una intromisión en los asuntos de Venezuela y dijo que esto podría representar un riesgo para la seguridad nacional.

“Eso es absolutamente grave. Es una intromisión de Colombia en los asuntos internos de Venezuela. Nosotros no nos podemos convertir en un centro de entrenamiento de actuaciones armadas ilegales contra el Estado venezolano. Eso implica un debate muy serio de cómo el país está interviniendo de manera violenta e ilegal en los asuntos del vecino país”, puntualizó el funcionario.

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