Casi dos meses después de salir del Amazonas, tres soldados colombianos de las Fuerzas Especiales reflexionaron sobre la efímera fama tras rescatar a cuatro niños indígenas de entre 11 meses y 13 años de edad. Tras estrellarse una avioneta monomotor Cessna en la que murieron su madre y todos los que iban a bordo, estos niños estuvieron perdidos y sobrevivieron durante 40 días en la espesa selva.
«Nosotros tomamos la foto que le dio la vuelta al mundo. Pero no sabíamos el impacto que tendría», dijeron los soldados a The Bogotá Post. «Por lo general, los trabajos que nosotros hacemos prácticamente se quedan en silencio. Es la primera vez que [el Ministerio de Defensa] nos sacan así al público».
Los soldados—que accedieron a una entrevista sólo si utilizábamos seudónimos para proteger sus identidades—pasaron 19 días en la densa selva entre los departamentos del Caquetá y Guaviare, buscando a los cuatro niños de la comunidad indígena Uitoto.
La misión, bautizada «Operación Esperanza», cautivó a la nación—y poco después al mundo—cuando los niños, desnutridos y desorientados, fueron encontrados por un grupo de guardias indígenas que trabajaron junto a los militares para localizarlos.
La historia fue cubierta por los principales medios de comunicación internacionales y fue reivindicada como una victoria por el Presidente de Colombia, Gustavo Petro. Los productores de cine han acudido en masa a Colombia para negociar con la familia de los niños los derechos de la historia, un proceso que se ha complicado debido a una batalla por la custodia entre el padre de los niños y la familia de su madre fallecida.
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Niños rescatados
A primera vista, los soldados podrían haber pasado como cualquier otro ciudadano; vestidos con jeans, tops y riñoneras, pegados a sus teléfonos, enviando mensajes de texto a familiares y amigos. De hecho, estos soldados estaban visiblemente fuera de su elemento en una cena tras un desfile de la Feria de las Flores en Medellín, donde se celebró su labor.
Aparte de algunas pequeñas cicatrices, posiblemente de misiones anteriores, apenas se les notaban los signos de haber estado 19 días en la selva con la presión de una nación sobre sus hombros. De todas formas, aún no están acostumbrados a hacerse selfies con los aficionados.
Los militares colombianos tienen muchas caras. Algunos los ven como héroes que persiguen a guerrilleros insurgentes y narcotraficantes en las regiones más aisladas de Colombia. Otros ven a los militares como uno de los mayores violadores de los derechos humanos: Durante el conflicto armado colombiano, el escándalo de los «falsos positivos» resultó en miles de inocentes asesinados por el ejército colombiano y etiquetados falsamente como guerrilleros. Y la desconfianza en la institución ha aumentado en los últimos años.
Por esta razón, podemos entender por qué estos tres soldados consideron reconfortante la celebración pública que visibilizó su trabajo. «Es muy gratificante ver que cuenta uno con el apoyo de la gran mayoría del pueblo colombiano», dijo uno de los soldados al que llamaremos Orlando. A pesar de ello, la narrativa oficial en torno al rescate ha sido cuestionada, y Orlando reconoce que hay «puntos positivos y negativos» en estar en el ojo público.
«No todo el mundo piensa igual sobre la operación», afirma. «Por ejemplo, hay algunas teorías que los niños los tenían los disidentes de las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia] o los indígenas. Algunos dicen que los niños no estaban perdidos… Pero nosotros sabemos desde primera línea que sí lo estaban porque las condiciones en las que los encontramos eran inhumanas», dijo Orlando, refiriéndose a las distintas teorías sobre el rescate.
Trabajar con los indígenas y respetar sus tradiciones
La misión de encontrar a los niños perdidos fue notable por muchas razones, una de ellas la colaboración entre el ejército colombiano y los miembros de la comunidad indígena, que se han visto desproporcionadamente afectados a lo largo de las décadas de conflicto armado en Colombia, incluso por el propio ejército.
Ante el reto de navegar por la selva, los miembros de la Guardia Indígena, procedentes de zonas como Popayán, Puerto Nariño y Florencia, fueron invitados por los militares a ayudar a encontrar a los niños desaparecidos.
Para los soldados, fue una lección de inmersión sobre la medicina indígena a base de plantas, creencias místicas y prácticas ancestrales, y una oportunidad para compartir también con la Guardia Indígena algunas de las últimas tecnologías militares, como satélites y radios.
«Ellos tenían sus creencias y nosotros las nuestras. Pero todos nos enfocamos en la misma misión: encontrar a los cuatro niños con vida», dijo Orlando.
Los soldados describieron cómo, cuando la Guardia Indígena encontró por fin a los niños, les echaron humo de tabaco, ya que, según los ancianos Uitoto, los espíritus de la selva o «duendes» los habían estado escondiendo.
Otro soldado, que tiene raíces indígenas de la Amazonia, dijo que probó un poco del «mambe» de la Guardia Indígena, un polvo hecho de hojas de coca tostadas y mezcladas con ceniza de hojas de yarumo. Según un miembro de la Guardia Indígena, utilizaron la medicina durante la búsqueda para orientarse en la selva y «descifrar los misterios que esconde la madre selva».
Los soldados también dijeron que no esperaban volver a trabajar con la Guardia Indígena, a menos que fuera en una misión humanitaria.
Cerca del momento del rescate, Rufina Román, líder indígena de la Amazonia colombiana, declaró a The Christian Science Monitor: «Esto fue una lección… para buscar puntos en común… Vamos a necesitar confiar en la acción conjunta para muchos otros asuntos [más allá de este accidente aéreo] que se nos vienen encima, como el cambio climático».
De vuelta a la jungla, de vuelta a su zona de confort
A lo largo de nuestra charla, los soldados no dejaron de referirse a la fortaleza mental del equipo a la hora de afrontar operaciones peligrosas. «Uno no abandona el barco», dijo Jorge, quien pasó seis años en el Catatumbo, una región muy disputada por bandas armadas ilegales y guerrilleros del ELN. «Lo más importante es hacer el trabajo con amor; con amor por el país», añadió Jonathan.
A pesar de su dureza exterior, una parte de la Operación Esperanza pareció impactar a los soldados: el débil estado de los niños antes de ser trasladados por vía aérea.
El General Pedro Sánchez, Comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares de Colombia, que dirigió la misión de búsqueda de los niños, declaró a The Bogotá Post: «Además de ser una operación especial, la otra motivación fue que la mayoría del equipo también son padres». Jonathan tiene dos hijos menores de dos años y Jorge tiene una hija que está a punto de cumplir siete.
Para los soldados, el clamor en torno a la misión de encontrar a los niños desaparecidos puede ser algo pasajero, ya que los combatientes iban a ser enviados al día siguiente a un nuevo lugar para otra misión.
«Este trabajo nos tocó en esa fecha y, ahora que ha terminado, nos estamos alistando para otro tipo de misiones», dijeron.
«No es la primera vez que nosotros íbamos a estar en la selva», añadió Jorge con una sonrisa: «Es nuestra zona de confort».