En Nigeria están furiosos con la subida de los precios después de que el Estado, rico en petróleo, pusiera fin a las subvenciones de la gasolina en un intento de reflotar las arcas que se han quedado vacías por la pandemia.
En los últimos días, el precio de la gasolina ha alcanzado las 162 nairas el litro (0,36 euros, 0,42 dólares), un aumento de casi 15%.
Aunque estos precios parecen bajos en comparación con los de otros países asestan un golpe a los consumidores nigerianos, que consideran la gasolina barata como uno de sus pocos privilegios.
«Lo notamos mucho», se quejó John Kayode, un ingeniero que llenó el tanque de su vehículo en el centro de Lagos.
«El acceso a la gasolina es una necesidad. Este aumento de precios afectará a todos los sectores de la economía», añadió.
Los habitantes del país más poblado de África, donde casi la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza, han disfrutado de precios artificialmente bajos durante años.
Porque pese a su condición de principal productor de crudo africano, Nigeria no tiene capacidad real de refinado, lo que ha obligado a las autoridades a invertir miles de millones de dólares para facilitar la importación de productos petroleros.
Últimamente, ante la caída de los precios del crudo, Nigeria se ha visto obligada a suprimir las costosas subvenciones.
Al mismo tiempo, el gobierno anunció un aumento en las tarifas eléctricas, que se duplicarán, pasando de 33 a 60 nairas por kilovatio.
El presidente Muhammadu Buhari defendió el lunes las subidas, diciendo que representan una «decisión crucial» debido al desplome de los ingresos petroleros del país.
«No hay una provisión para carburante subvencionado en el presupuesto estatal revisado para 2020, y esto se debe simplemente a que no podemos permitírnoslo si queremos tener los fondos necesarios para la salud, la educación y otros servicios sociales», declaró en un comunicado. «No tenemos otra elección».
«Una afrenta»
La decisión preocupa mucho a la población, que ya lidia con la crisis económica y la inflación.
Ayuba Wabba, presidente del Congreso del Trabajo de Nigeria, cree que la medida constituye «una afrenta al pueblo nigeriano, golpeado de lleno por la crisis vinculada al covid-19».
Asegura que los sindicatos opondrán resistencia a este «enésimo intento de empobrecer a las masas y los trabajadores».
La ONG Serap prevé emprender acciones legales contra una medida que «pondrá en peligro vidas, agravando aún más la pobreza y las desigualdades» ya exacerbadas por la pandemia.
En las calles de Lagos, Liliana Ebosele, que trabaja en una fábrica de plástico, pidió una bajada de los precios «para permitir que las masas sobrevivan».
El costo del combustible también ha mermado los ingresos de Chinedu Egbunike, un conductor de autobús de 41 años de edad.
«Gano menos dinero porque los pasajeros no están dispuestos a pagar más por esto», explicó a la AFP.
«Ajustes necesarios»
Esta desregulación que pone fin a un intervencionismo muy costoso no desagrada a todos.
Las agencias de crédito lo venían pidiendo desde hace tiempo.
Las autoridades tuvieron que hacerlo para intentar sacar a flote las arcas del Estado.
El economista Michael Famoroti estima que este sistema de subvenciones, considerado opaco y corrupto, ya no era viable: «Cuando el precio del crudo cayó debido a la pandemia, el gobierno nigeriano tuvo problemas de tesorería. Y como en otros países, tuvo que encontrar la manera de hallar dinero para reactivar la economía».
Las distribuidoras que gestionan las gasolineras del país aplauden el fin de los ajustes de precios, que las obligaba a reducir sus márgenes.
«Hemos luchado por la desregulación del sector durante años», recordó Tunji Oyebanji, presidente de la Asociación de Distribuidores de Carburante de Nigeria. Afirmó que la oferta y la demanda, junto con la competencia leal en el mercado, permitirán en el futuro un ajuste de los precios.
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