Ya son quince los sacerdotes, desde obispos hasta seminaristas, que están presos en Nicaragua. Desde el 20 de diciembre la represión se ha recrudecido, hasta el punto de que durante la noche del viernes 29 al sábado 30 fueron seis los detenidos por las autoridades. Algunos están todavía en paradero desconocido.
«La dictadura sandinista ha desatado esta semana una feroz cacería contra los sacerdotes llevando a la cárcel a varios de ellos, que vienen a añadirse a dos obispos que ya estaban presos», señaló entonces el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, a quien el Papa Francisco ordenó dejar Nicaragua en 2019 por motivos de seguridad y está exiliado en Miami. Las autoridades lo tacharon de «traidor a la patria» y le despojaron de su nacionalidad.
Según informa la abogada e investigadora nicaragüense Martha Patricia Molina, los familiares de algunos de los detenidos han acudido a la cárcel El Chipote en su busca pero la orden de los guardias es de no proporcionar información y mandarles a otras estaciones policiales. Algunos de ellos, continúa Molina, autora del informe Nicaragua: ¿Una Iglesia perseguida?, padecen enfermedades crónicas.
De momento, las autoridades nicaragüenses no han confirmado ni desmentido la detención de estos 15 religiosos que se suman al obispo Rolando Álvarez quien lleva en prisión desde el 10 de febrero del pasado año, condenado a 26 años y 4 meses por delitos de traición a la patria. Al igual que Báez, le fueron arrebatados el pasaporte y la nacionalidad y sus derechos como ciudadano de por vida.
El régimen de Ortega y la Iglesia viven en tensión desde 2018 que se recrudeció tras las elecciones de 2021. Obispos, sacerdotes y religiosos son expulsados del país o encarcelados, se han prohibido actividades religiosas y se han suspendido las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Después de Silvio Báez, tuvo que abandonar Nicaragua el nuncio apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag, expulsado el 6 de marzo de 2022.
Hay quien ha llegado a denunciar un «plan de exterminio» de la Iglesia católica en Nicaragua. Concretamente, ha sido la organización política Monteverde, formada por excarcelados, exiliados y opositores a Daniel Ortega, según ha informado el diario nicaragüense 100 Noticias. Esta organización completa incluso la posibilidad de que termine siendo encarcelado el cardenal y arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, máximo representante de la Iglesia en el país.
Algunas órdenes religiosas, como los jesuitas o las misioneras de la Madre Teresa, han podido evitar la cárcel, pero han sido obligadas a cesar todas sus actividades en Nicaragua y a abandonar el país. El pasado agosto, Ortega ordenó la disolución de la Compañía de Jesús (los jesuitas) y la expropiación de todo su patrimonio y anteriormente, en junio de 2022 las Misioneras de la Caridad tuvieron que cerrar las puertas de sus centros y exiliarse en Costa Rica. Cáritas Nicaragua también fue obligada a terminar con sus actividades.
Hay esperanza
El pasado mes de octubre, doce sacerdotes que estaban presos en el país fueron excarcelados tras las negociaciones de la Santa Sede y el régimen de Ortega. El día 19 de ese mes salieron de Nicaragua hacia Roma y entonces ni los dicasterios ni la Secretaría de Estado ni Cáritas internacional tenían conocimiento o podían revelar información sobre ellos. Se recuperaban en secreto. No aparecieron en público hasta el fin de semana del 16 y 17 de diciembre, durante la celebración de una Eucaristía en el interior de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
La diplomacia vaticana, una de las más poderosas del mundo, sigue trabajando por el fin de la persecución de los cristianos en Nicaragua. El Papa Francisco se ha manifestado públicamente en varias ocasiones sobre la situación de la Iglesia en Nicaragua. La última de ellas ha sido en el rezo del Ángelus del primer día del año, cuando admitió que seguía «con preocupación todo lo que está ocurriendo». «Espero que se busque siempre el camino del diálogo para superar las dificultades», animó el pasado 1 de enero.