Alas 15:00 hora local (de España), el recién nombrado líder de Hezbolá, Naim Qasem, tenía previsto dar su primer discurso público. A esa misma hora, y mientras miles de libaneses paraban su actividad diaria para escuchar con atención las palabras del clérigo, de 71 años, el Ejército israelí, en una nueva demostración de fuerza, bombardeaba la ciudad de Baalbek, al este del Líbano. En paralelo, Qasem aseguraba, con gesto y tono serio, que continuará con el «el mismo plan de guerra» contra Israel que su predecesor, Hasan Nasralá, muerto en un ataque israelí contra el barrio de Dahiye, sur de Beirut, el pasado mes de septiembre.
«La agenda de trabajo es la misma que con Hasán Nasrala. Continuamos con el mismo plan de guerra», quiso aclarar rápidamente Qasem. El secretario general del Partido de Dios, ataviado con su característico turbante blanco y junto a las banderas del Líbano, Hezbolá y una fotografía del difunto Nasralá, trasladó un mensaje de tranquilidad a sus seguidores. «Hezbolá ha logrado reorganizarse tras 10 días de dolorosas pérdidas», señaló. Su discurso, que se alargó durante 2 horas y fue emitido por su cadena de televisión Al-Manar, estuvo cargado de acusaciones contra el «enemigo sionista», como suelen referirse a Israel, así como contra su principal aliado en la región, Estados Unidos.
El líder de la milicia chií libanesa en la línea habitual de la organización presentó la guerra como una «lucha de resistencia» y aseveró que los planes israelíes pasan por «ocupar el Líbano y construir asentamientos en el país árabe», pero que Hezbolá se interpone en esos planes. Qasem acusó al gobierno de Benjamin Netanyahu de iniciar la guerra con las explosiones y detonaciones de miles de buscapersonas y walkie-talkies, el pasado mes de septiembre. Una operación que se atribuye al Mosad, la agencia de Inteligencia de Israel, y que demostró el nivel de infiltración de los servicios secretos israelíes en el seno de Hezbolá. Tras la detonación de los sistemas de comunicación de los milicianos del Partido de Dios se sucedieron los «asesinatos selectivos», que acabaron con la vida de Nasralá y, una semana después, con la de su primo y sucesor, Hashem Safieddine.
«No luchamos por ningún objetivo, sino para proteger nuestro país», recalcó Qasem, que también aclaró que «Irán nos apoya en nuestro proyecto», pero, según el clérigo, «no quiere nada a cambio». Asimismo, agradeció el apoyo de las milicias proiraníes en Irak y de los hutíes, en Yemen, que acosan a Israel desde hace ya más de un año. El líder de Hezbolá, además, advirtió de que la organización tiene capacidad para seguir amenazando al país vecino durante «días, semanas e incluso meses» y recordó cómo uno de sus drones había logrado impactar contra una de las residencias del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Cesárea, el pasado 19 de octubre. Para concluir su intervención, exigió al Ejército hebreo poner fin a la incursión terrestre del sur del Líbano. «Así no conseguiréis que los evacuados del norte (de Israel) vuelvan a sus casas», prorrumpió.
Sobre la posibilidad de un alto el fuego, Qasem reveló que las negociaciones «aún no han dado resultado», pero adelantó que las elecciones estadounidenses serán «un punto de inflexión en la guerra». Poco antes de que el nuevo líder de Hezbolá se dirigiera a los libaneses, Reuters se hacía eco de una nueva propuesta de Estados Unidos para detener las hostilidades en el Líbano. El plan consistiría en un alto el fuego inicial de 60 días, tiempo que se utilizaría para conseguir la plena aplicación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada en 2006 para mantener el sur de país mediterráneo libre de armas fuera del control estatal.
Con este plan bajo el brazo, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha enviado a dos de sus principales asesores a Israel para tratar de cerrar el acuerdo. Según informa el portal Axios, los asesores que viajarán a Tel Aviv son Amos Hochstein, mediador para el conflicto entre Israel y Líbano, y Brett McGurk, coordinador de la Casa Blanca para Oriente Medio y el Norte de África. Israel, mientras tanto, mantiene la presión militar sobre el país del cedro y, este miércoles, anunció la muerte del subcomandante de la fuerza de élite de Hezbolá, identificado como Mustafá Ahmad Shahadi, en un bombardeo contra la región de Nabatiye. Desde que Israel iniciara su incursión terrestre sobre el sur del Líbano el pasado 1 de octubre, más de 2.000 personas han perdido la vida, en su mayoría mujeres y niños, según datos del Ministerio de Salud libanés.
Naim Qasem inaugura el liderazgo de Hezbolá con una diana en su espalda. Nada más conocerse la noticia de que el Consejo de la Shura, el máximo órgano de gobierno de la milicia-partido chií, había nombrado al clérigo como nuevo secretario general, Israel amenazó con que su «mandato puede ser el más breve de la historia de esta organización terrorista». El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, no tardó en compartir en su cuenta de X, antes Twitter, una foto del nuevo líder con una frase que decía: «Nombramiento temporal. No por mucho tiempo». Se desconoce el paradero del líder de la milicia chií libanesa y en sus últimas intervenciones ha procurado usar un fondo que impida su localización. Varios informes apuntan que podría estar en Irán, por temor a ser el siguiente en la lista negra de Israel.