En las afueras de Wuhan, la ciudad china de 11 millones de habitantes donde irrumpió el letal coronavirus, los automovilistas tienen que detenerse en un puesto de control policial y están obligados a dar media vuelta. «Nadie puede salir«, explica a la AFP un agente.
Fustigada en 2003 por su gestión catastrófica en la crisis del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, SRAS, China ha adoptado medidas drásticas para combatir este coronavirus.
Ha impuesto un cordón sanitario en torno a Wuhan y a otras 17 localidades de la provincia de Hubei (centro). En total, se ha aislado a una población de unos 56 millones de personas.
Atrapados en la ciudad, los habitantes de Wuhan, llenos de angustia, pasan el Año Nuevo lunar acumulando mascarillas y productos médicos.
A unos 20 km del centro de la ciudad, la AFP asistió este sábado por la mañana a un flujo regular de automóviles acercándose y luego deteniéndose ante un control policial, donde se han instalado barreras de plástico y conos rojos y amarillos.
Los agentes, vestidos con chalecos fluorescentes y portando mascarillas, ordenan a los automovilistas dar la vuelta y regresar a Wuhan, repitiendo incesantemente «¡Nadie puede salir!».
Los periodistas de la AFP vieron cómo sólo dos vehículos eran autorizados a cruzar el control, entre ellos una camioneta blanca que iba a comprar medicinas y luego retornaría a la ciudad, dijo un policía.
Se puede entrar
Nadie puede salir de Wuhan pero todavía se puede entrar en la ciudad.
Durante dos horas, la AFP vio entrar a un autobús vacío, así como a dos mujeres jóvenes que explicaron que pertenecían al personal médico del hospital Zhongnan de la Universidad de Wuhan.
«Fuimos a ver a nuestra familia, pero hemos vuelto a Wuhan debido a la epidemia» explican a la AFP. «Nos necesitan ahí», dijeron.
Entretanto, en la ciudad misma las calles están desiertas. Las festividades del Año Nuevo han sido anuladas, y los templos y comercios están cerrados, salvo las farmacias y algunos pequeños supermercados.
En el exterior de una farmacia, los clientes forman una larga cola mientras los empleados, en combinación de protección integral, preparan los pedidos, algunos de ellos llevando dos mascarillas quirúrgicas, una sobre otra, para mayor seguridad.
Algunos productos son racionados, por temor a penurias o a que los precios se disparen. «Mi trabajo consiste en vigilar los precios» explica Li Xiang, un funcionario presente en una farmacia.
«Los productos deben proceder de sus canales oficiales y los precios no deben ser inflados» zanja.
En esta farmacia, es imposible comprar más de dos cajas de una preparación de medicina china, que permite combatir la fiebre.
Rap entusiasta
«Todo el mundo trata de protegerse«, asegura un hombre, que requiere el anonimato, y se declara convencido de que las autoridades sabrán hacer frente a la epidemia. «El gobierno se está encargando de ello. Creo que no habrá más problemas», confía.
En un taxi, una emisora de radio insiste en la necesidad de llevar mascarilla, luego difunde un tema de rap que transmite un entusiasta mensaje patriótico. «Los habitantes de Wuhan son suficientemente fuertes para combatir, y acabar con la enfermedad«, entona el rapero.