Moisés Naím, escritor y periodista venezolano, cree que la pandemia del coronavirus puede ser un ensayo general del embate final del cambio climático y considera que el capitalismo necesita reparaciones para el mundo por venir.
Autor de libros como El fin del poder o Ilícito: Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, Naím es uno de los columnistas más leídos en idioma español y dirigió durante 20 años la prestigiosa revista estadounidense Foreign Policy.
Fue ministro de Comercio e Industria de Venezuela antes de Hugo Chávez y ha sido uno de los directores ejecutivos del Banco Mundial.
Actualmente escribe en su casa en Washington una continuación del ensayo El fin del poder y también su segunda novela, después de haber debutado en ese género en 2019 con Dos espías en Caracas.
—¿Qué ha significado la pandemia para nuestra sociedad?, ¿Sus efectos van a ser duraderos?
—Creo que va a haber secuelas post pandemia. Primero, no creo que con esto se apague el interruptor, aparece la vacuna y desaparece la pandemia. Creo que vamos a tener idas y venidas.
Muchas cosas van a volver a ser muy parecidas a cómo eran antes y muchas otras cosas van a ser nuevas.
—¿Qué va a quedar de las cosas nuevas?
—El teletrabajo, al igual que la educación a distancia o la medicina a distancia. Las empresas se van ahorrar mucho dinero en oficinas y a la gente le va a gustar.
—¿Qué creíamos que iba a ser permanente y no lo es?
—Yo estoy muy preocupado por la democracia. Hasta hace poco pensaba que las democracias del mundo en su gran mayoría eran permanentes, con sus subidas y bajadas, pero estamos viendo varios países en los que la democracia está siendo acechada.
En Hungría, el primer ministro Viktor Orbán ya venía limitando el juego democrático, persiguiendo a la oposición y reprimiendo a los medios de comunicación. Y hace poco, justificándose con el virus y la necesidad de que haya una ejecución eficaz de eso, pasó un decreto que le da plenos poderes. Orban es el primer dictador de la pandemia y pueden venir otros.
—¿Es la pandemia una tormenta perfecta, en la que confluyen una situación excepcional con gobiernos débiles o presidentes populistas o autoritarios?
—La realidad es que nunca habíamos tenido problemas de una dimensión tan planetaria y amenazante en momentos en los que nos ha tocado una cohorte de líderes que no dan la talla.
—¿Qué va a pasar con las grandes potencias? ¿Va a haber cambios geopolíticos?
—En el siglo XXI, el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder. Es prematuro pronosticar lo que va a pasar con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero no hay duda que tiene menos poder del que tenía cuando llegó a la Presidencia. Está limitado por la Cámara de Representantes, por los gobernadores de su propio partido, está cayendo en las encuestas.
Lo estamos viendo en Brasil con el caso del presidente Jair Bolsonaro, lo estamos viendo en España en el caso de España con Pedro Sánchez y su coalición con Pablo Iglesias de Unidas Podemos, lo estamos viendo en Italia con la fragmentación de la política italiana, lo estamos viendo en Israel, donde hay estas alianzas imposibles. La lista de países donde el poder está siendo difícil de usar y fácil de perder es larga.
—¿Qué es lo que no cambia a pesar del virus?
—Siete cosas que van a continuar siendo lo que son: La primera es la rivalidad entre China y Estados Unidos y eso va a definir mucho el futuro de los próximos años.
La segunda es el cambio climático. El cambio climático era muy importante antes del virus y sigue siéndolo a pesar de que nadie hable ahora de ello. Me temo que esto que nos está pasando, que es una crisis planetaria, es solo un ensayo general para cuando nos vengan los propios embates del cambio climático.
La tercera es la desigualdad económica. Existía antes y sigue existiendo ahora. No todos estamos en el mismo barco, hay unos que están en un yate muy cómodos y otros están en una balsita.
Otra es la tendencia a la fragmentación, el debilitamiento y la transitoriedad del poder. Esto no quiere decir que no siga habiendo concentración de poder.
La demografía es la quinta. Vienen tendencias demográficas que están cambiando el mundo de manera muy significativa. En 2050 India sobrepasa a China como país más poblado. Nigeria pasa del número siete al número tres. Rusia desaparece de la lista. México desaparece de la lista.
La criminalización de los estados. Narcos, mafiosos, estados que son la corrupción. Venezuela es un caso único. Es el país con las reservas petroleras más grandes del mundo y, sin embargo, no tiene gasolina. Destruyeron la capacidad de refinado del país. El gobierno de Chávez lo manejó mal y no funciona. No hay capacidad de producir esta gasolina y no hay capacidad de importarla porque no tiene dinero. Venezuela es un país que este año va a tener cero ingresos.
Ahí hay una dinámica muy peculiar donde Cuba ejerce un poder muy importante y donde Venezuela es en esencia un país ocupado por una potencia extranjera.
—¿La globalización va a ser el malo de la película del covid-19?
—Claro que sí. Ya lo era antes del virus. Cuando hubo la crisis de 2008 se habló mucho de que era el fin del capitalismo. Nicolas Sarkozy, el entonces presidente francés, anunció que había que refundar el capitalismo. Todo el mundo dijo que era el acabose y la verdad es que no pasó nada de eso, sino que se intensificó.
Creo que hay fuerzas que impulsan la globalización, los mercados, la búsqueda de eficiencia y de productos más baratos y asequibles. Gracias a la globalización, millones de personas de China e India salieron de la pobreza. No es negro ni blanco. No es que la globalización es buena y hay que abrirla al completo sin ningún control ni regulación y tampoco es perfecta.
—¿Hay que repensar el capitalismo?
—Hay que reparar el capitalismo y dotarlo de fortalezas que ahora no tiene. Y concretamente cuatro: Tiene que funcionar para ayudarnos a enfrentarnos al cambio climático, no para agravarlo. Lo segundo que hay que reparar es la desigualdad económica, que siempre ha existido y ha formado parte de la experiencia humana, pero que en estos últimos años se ha agravado en muchos países y que con la pandemia la estamos viendo claramente. El capitalismo tiene que generar más igualdad.
El tercer punto es que el capitalismo, como lo conocemos ahora, es propenso a tener accidentes. Se accidenta con frecuencia y ocurren colapsos financieros y países que sufren catástrofes económicas. Hay que generar las condiciones gubernamentales, así como en las empresas y en el marco regulatorio, que hagan el capitalismo más estable y menos volátil. Cada vez que hay uno de estos colapsos el sufrimiento es enorme.
Finalmente, el capitalismo está generando una inaceptable concentración empresarial. Ha generado empresas gigantescas como Amazon, Google y Microsoft. Todas estas enormes tecnológicas y los gigantes del mundo financiero concentran mucho poder. Tenemos que tener una nueva manera de pensar en la política antimonopolio, en la promoción de la competencia y protección del consumidor.
—¿Cómo va a salir de esta crisis América Latina?
—América Latina llega con condiciones y fragilidades previas, como llegan los pacientes más vulnerables al virus. Exporta minerales y materias primas y los precios han venido cayendo. El caso más extraordinario es la caída de los precios del petróleo. Si los precios de esos productos están muy bajos, América Latina sufre. Las remesas, que era de lo que vivía un porcentaje de la población en muchos países, han bajado.
América Latina también necesita acceso al financiamiento, que entren fondos como inversión o como préstamos. Eso se ha secado por completo. Pero lo más importante es que todos los países llegan con muy poco espacio fiscal, con muy poco dinero del gobierno para poder atacar los problemas; crear un seguro de desempleo, pagar a la gente aunque no trabaje para poder sobrevivir, medicinas, hospitales.
América Latina es muy diversa y los países van a manejarlo de maneras diferentes.
—Y al mundo en general ¿Qué le espera de esta crisis?
—Es muy temprano para decirlo todavía. Esto es algo que recién está comenzando. Está en sus inicios si dura un año o año medio y se cobra cientos de millones de vida, que ojalá no suceda, si eso pasa la conversación será otra.