Miles de venezolanos que residen en Bolivia han vivido en una suerte de déjà vu en las últimas semanas. Salieron de su país huyendo de la inestabilidad política y han vuelto a vivir una crisis social multidimensional en el lugar donde decidieron establecerse.
«Nos ha dado miedo otra vez. Recordamos muchas cosas de las protestas venezolanas. Teníamos temor de que la situación aquí degenerara como en nuestro país», reconoce Luis Guillermo Naranjo, un médico venezolano, que lleva dos años y medio viviendo en Bolivia.
«Muchas personas han comenzado a mirar opciones de migrar a otro país. Pero es que Suramérica está ahorita en una convulsión extraña. En casi todos los países hay problemas políticos y sociales. Tienen situación de saqueos y de inestabilidad. No saben qué hacer», comenta el especialista, que abrió un restaurante en La Paz, junto a otro venezolano, una semana antes de las fallidas elecciones del 20 de octubre y, por ende, del inicio de la crisis boliviana.
No fue el mejor momento para hacerlo. «Bastante gente ha estado sin trabajar largo tiempo, ya que muchos negocios no abrieron. Y sus empleos se quedaron en el aire. Muchos han tenido que dejar su trabajo porque los patrones dijeron que no tenían cómo pagarles», lamenta el ahora empresario.
«Han sido días muy angustiosos, al no saber en qué terminará la situación en Bolivia. Como nosotros hemos pasado por eso, sabíamos lo que podía ocurrir», confiesa Hans Gutiérrez, un migrante venezolano residente, desde hace tres años y medio, en la ciudad oriental de Santa Cruz, que estuvo bloqueada durante tres semanas por manifestantes contrarios al ex presidente Evo Morales.
«Para muchos ha sido duro no poder trabajar, pero otros aprovecharon los días de paro e hicieron su platita vendiendo empanadas, dulces, etc. Los venezolanos son echados para adelante y se las ingenian», destaca Gutiérrez.
Bolivia no había sido, hasta ahora, un destino atractivo para los venezolanos que dejan su país huyendo de la crisis política, de la escasez de medicinas, de la hiperinflación y de la delincuencia.
Llegada creciente de venezolanos
La diferencia de clima, de costumbres, la humilde economía boliviana y los costosos trámites para conseguir un permiso de trabajo, hacían más atractivos otros destinos. Pero la llegada al país andino ha aumentado drásticamente en 2019, al mismo tiempo que los vecinos Perú y Chile adoptaban requisitos más duros a la entrada de venezolanos.
Mientras, el flujo de ciudadanos a Perú, que alberga a 800.000 personas nacidas en Venezuela, se redujo 90% a partir de junio con la entrada en vigor de los nuevos reglamentos, la entrada en Bolivia se duplicó.
Muchos, eso sí, cruzan en tránsito a otros países como Paraguay, Uruguay o Argentina. Desde enero de 2019 hasta el inicio de la crisis llegaron en Bolivia unos 15.300 venezolanos. Salieron unos 13.200, y permanecieron en el país unas 2.100 personas.
«Bolivia es un gran país, con un potencial enorme y una calidad humana extraordinaria. Salí de Venezuela con dolor, por alejarme de mis seres queridos. La extraño mucho, y quiero que se restablezcan la democracia y la libertad a plenitud, pero estoy muy agradecida a Bolivia y a su gente», dice María Molina, coordinadora de la Coalición Internacional Venezolana para el país andino.
En el punto de mira
Pero, en la convulsionada Bolivia, parte de los venezolanos estuvo y está en el punto de mira de las antiguas autoridades, y también de las nuevas.
Amnistía Internacional instó al gobierno de Evo Morales a «poner fin a la persecución y la deportación arbitraria de personas refugiadas venezolanas» después que al menos seis personas fueran expulsadas ese mes, tras participar en una manifestación frente a la Embajada de Cuba, denunciando la injerencia de La Habana en la política venezolana.
El líder indígena renunció a la Presidencia el pasado 10 de noviembre y fue sustituido el pasado 12 de noviembre por el gobierno interino de la conservadora Jeanine Áñez.
El nuevo Ejecutivo rompió relaciones con Nicolás Maduro apenas tres días después de acceder al poder, y reclamó la salida de Bolivia de todo el personal diplomático venezolano.
La policía detuvo a nueve venezolanos después de haber sido sorprendidos intentando cruzar la frontera hacia Brasil en posesión de armas.
También se les acusó de sedición por haber participado presuntamente en disturbios que causaron dos muertos por impacto de bala en la ciudad de Montero, al principio de la crisis.
300 ciudadanos venezolanos y cubanos han sido expulsados del país desde el 12 de noviembre, mientras que las autoridades consideran que no estaban en Bolivia por turismo ni por motivos de trabajo.
Fueron acusados de instigar en las protestas contra Áñez realizando supuestos pagos a los manifestantes.
Xenofobia hacia venezolanos
Para los venezolanos residentes en Bolivia fue difícil abstraerse de la crisis en ese país. «Con esto de que agarraron cubanos y venezolanos en las marchas, también hubo un poco de xenofobia. Eso replicó en la confianza de los patrones hacia los venezolanos que tenían contratados en sus empresas. Ha sido duro», admite el doctor Naranjo.
«Hasta los muchachos recién llegados, que estaban en la calle, se iban. Preferían agarrar y conseguir plata para irse a Paraguay u otros lugares donde no haya conflictos, por el mismo miedo de volver a situaciones que ya conocemos muy bien», añade.
La crisis boliviana ha dejado, al menos, 33 muertos y cerca de 800 heridos desde el 20 de octubre. El gobierno interino y los congresistas del Movimiento al Socialismo de Morales pactaron a finales de noviembre la celebración de nuevas elecciones a principios de 2020 sin la participación del líder indígena.
«No sabemos qué va a pasar a ciencia cierta. Esperamos que haya cambios en la embajada, y que haya más ayuda para venezolanos con necesidades. Y también que se hable con el gobierno boliviano para que bajen un poco el costo de los trámites para trabajar», señala Gutiérrez.
La presidente interina Áñez instó, a mediados de noviembre, al mandatario encargado de Venezuela, Juan Guaidó, a nombrar nuevos diplomáticos en la embajada del país caribeño en La Paz, pero hasta ahora no se han producido designaciones.