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Migrantes venezolanos esquivan el estigma para socorrer a víctimas de incendios en Chile

por Avatar AFP

A los pies de un cerro devorado por el fuego, en el centro de Chile, brigadas de rescate coordinan sus tareas bajo el ardiente sol de la tarde. Un escuadrón en moto irrumpe en el lugar. Son migrantes con mochilas llenas de donaciones de agua y comida.

En su mayoría venezolanos, la mayor comunidad migrante más numerosa de Chile y no pocas veces estigmatizada, se hacen llamar una fuerza de apoyo humanitaria.

La frase la llevan también a las espaldas, en carteles escritos a mano, pegadas con cinta adhesiva a las mochilas con forma de cajas donde normalmente llevan comida a los domicilios que reparten por Viña del Mar.

«Acá estamos ayudando», se conmueve Jeraldin Rincón, una estudiante de enfermería, madre de un adolescente de 16 años de edad, que migró en 2017 de la crisis venezolana.

«A lo mejor no tenemos plata, pero hacemos lo que podemos, lo que está a nuestro alcance, trayendo mucha agua, sobre todo. Hace falta mucha agua en este lugar, se siente mucho el fuego», añade la mujer de 34 años.

Foto Pablo Vera / AFP

El viernes, cuando las llamas empezaban a devorar los cerros superpoblados de Viña del Mar, Rincón cuenta que estaba haciendo un delivery en esta ciudad turística del centro de Chile, de unos 300.000 habitantes.

Su hijo le escribió alarmado por Whatsapp para decirle que se apurara, que había mucho humo y que se escuchaban gritos.

Entonces, continúa Rincón, subió en su moto hasta el sector donde vive cerca de El Olivar, uno de los poblados más castigados por los incendios forestales que dejan 131 muertos en la región de Valparaíso, en cuya jurisdicción está Viña del Mar.

Creyó ver muy cerca las llamas, pero finalmente no se vio afectada. El sábado dejó de trabajar y junto con unos compañeros, migrantes como ella, hizo la primera colecta de agua para ir a repartir a los afectados.

«Tenemos un centro de acopio improvisado» en un local de repuestos para motos. «Otra chica hizo 50 almuerzos para repartir. Así, poco a poco fuimos conectando incluso con gente que no conocemos», describe.

«Subimos gente desesperada» 

Los repartidores forman parte de la comunidad de más 530.000 venezolanos que han llegado a Chile en la última década, según cifras del Servicio Nacional de Migración. Organizaciones que ayudan a esta diáspora estiman un número mucho más alto, dado los ingresos por pasos clandestinos, sobre todo desde 2020.

Según un estudio de la universidad privada Diego Portales, unos 30.000 de ellos trabajan como repartidores de empresas que funcionan por aplicaciones móviles.

En los últimos años han aumentado las voces que piden mano dura contra la migración irregular, a raíz del aumento de los delitos violentos en los que se han visto implicados extranjeros.

Pero el día de la tragedia, según el relato orgulloso de varios de ellos, su primer aporte fue movilizar a las víctimas de los cerros.

En gran parte porque se mueven en motos y pudieron llegar hasta donde el fuego lo permitió por las estrechas y empinadas calles de El Olivar, Villa Independencia o Quilpué, algunos de los puntos más afectados por los incendios.

«Nosotros estábamos abajo y había personas que venían por la calle desesperadas. Una señora que me pidió que la subiera al cerro porque su casa se estaba quemando. Ese fue el primer apoyo que dimos: subir a las personas que venían desesperadas», sostiene Jean Piero Muñoz, de 38 años.

Después se han organizado para llevar almuerzos y agua a las brigadas de bomberos y rescatistas voluntarios, y a las personas que sobrevivieron en los altos devastados por el fuego.

Aunque en varias partes han recibido insultos y hasta amenazas.

«Muchos compañeros no quisieron venir a ayudar porque estaban diciendo que los incendios los hicieron los venezolanos», dice Rincón, haciéndose eco de una serie de audios y videos virales con teorías conspirativas, que vinculan a personas de esta colectividad con el origen del desastre forestal.

Muñoz también pensó en tirar la toalla porque le gritaron que estaban subiendo a quemar cosas. Como si fueran los primeros incendios en Chile, ironiza Rincón.