La pandemia no impidió que los fieles, en su mayoría portugueses, colmaran el santuario luso de la Virgen de Fátima, que este jueves concluye su tradicional peregrinación anual de dos días con un aforo limitado a 7.500 personas en cumplimiento del protocolo de seguridad anticovid.
El aforo máximo se alcanzó durante la noche, cuando los peregrinos se concentraron en la gigantesca explanada del santuario. El grupo se sumó a la conmemoración del aniversario de los hechos de Cova da Iria. Allí, dice la tradición católica, unos niños dijeron haber visto una imagen de la virgen.
En la ceremonia nocturna, el cardenal portugués José Tolentino Mendonça pidió que la pandemia no se convierta en una crisis de esperanza.
Para minimizar los riesgos de contagio, además, la entrada al recinto solo es posible a través de ocho puertas señalizadas. Cada una cuenta con dispensadores de gel antibacterial y la explanada está dividida para que solo puedan acceder miembros del núcleo familiar.
Fuentes del santuario informaron a Efe que, salvo un grupo de peregrinos llegados de Austria, el resto de fieles proceden de Portugal.
Pese a que la frontera entre España y Portugal abrió el 1 de mayo, este año no hay una presencia masiva de fieles españoles. Antes, ellos eran una constante en las celebraciones de la Virgen de Fátima.
Además, muchos peregrinos portugueses decidieron adelantar su visita por miedo al virus, como apunta a Efe Baltazar François. El fiel seguidor llegó el martes al santuario junto a un grupo de fieles procedentes de la comarca lusa de Sabugal, en la frontera con la española Salamanca.
El año pasado, el covid-19 obligó a suspender las peregrinaciones que tradicionalmente reúnen entre los días 12 y 13 de mayo a más de medio millón de devotos.