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Los latinos que tienen la llave de la Casa Blanca: «No me gustó el chiste de Puerto Rico»

por Avatar EFE

Pocas comunidades en Estados Unidos tienen tanto poder a la hora de entregar la llave de la Casa Blanca como los latinos de Pensilvania, el mayor de los estados «bisagra», donde no ha sentado nada bien el chiste racista contra Puerto Rico en un mitin trumpista en la recta final de la campaña presidencial.

Las palabras de un humorista que calificó a Puerto Rico como una «isla de basura» podrían causar un terremoto electoral y, conscientes de ello, tanto el expresidente (2017-2021) y candidato republicano Donald Trump, como la vicepresidenta y aspirante demócrata Kamala Harris, decidieron pasar este lunes, la víspera electoral, en Reading y Allentown, ambas ciudades de mayoría latina en Pensilvania.

«El comentario que se hizo en el rally (mitin) de Trump no me gustó. Es el país donde yo nací, allí están enterrados mis padres y lo guardo con todo mi corazón», dice a Efe Ángel Avilés, de 61 años de edad, al salir de un supermercado latino en el centro de Allentown.

Preguntado sobre la intención de voto de sus allegados puertorriqueños, Avilés lo tiene claro: «Todos para Harris. Ninguno quiere a Trump. Trump es un fascista», afirma.

Los habitantes de Puerto Rico, un Estado libre asociado de EE UU, no pueden votar en las presidenciales, pero sí pueden hacerlo los millones de puertorriqueños que residen en territorio estadounidense.

La campaña de Harris quiere apelar a esos votantes y ha organizado caravanas de vehículos que recorren Allentown con banderas de Puerto Rico, carteles de «presidenta» (en español) y reguetón a todo volumen.

A solo unas calles, Daniel Campo, de 28 años de edad y de origen venezolano, participa como voluntario de la campaña de Trump pidiendo el voto por el magnate neoyorquino.

Afirma que el comentario racista no ha alterado el voto de los puertorriqueños con los que ha hablado: «Algunos dirán que el chiste no fue bueno, pero van a votar por Trump».

«Aquí estamos en un barrio latino y la cosa está más o menos ‘even’ (empatada), 50 a 50, entre los latinos», agrega.

Territorio decisivo

Los 19 votos electorales que aporta Pensilvania son la joya de la corona de las elecciones del martes, en las que las encuestas dibujan un escenario tan ajustado que hacer predicciones resulta imposible.

Este estado del antiguo cinturón industrial del país votaba tradicionalmente demócrata hasta que Trump le dio la vuelta en 2016 y, cuatro años después, Joe Biden ganó al republicano con estrecho margen de 80.000 votos.

Todos los ojos están puestos en el voto hispano, dado que Pensilvania ha doblado en dos décadas la población latina hasta los 620.000 registrados para votar. Más de la mitad de la población de Allentown es latina, la mayoría puertorriqueños, seguido de los dominicanos.

Aunque Trump no se ha disculpado por el chiste del comediante Tony Hinchcliffe en su mitin de Nueva York, pocos días después visitó Allentown y prometió: «Les traeré el mejor futuro a los puertorriqueños y a los hispanos».

La polémica se agrandó todavía más cuando Biden respondió al chiste calificando de «basura» a los seguidores de Trump, unas palabras que la Casa Blanca matizó y de las que Harris se desmarcó.

Ana Patricia Martínez, de 62 años de edad, originaria de Honduras y vecina de Allentown, votará por Trump y acusa a los demócratas de tener un doble rasero: «(Biden) dijo que éramos todos basura, lo dijo el presidente y la gente se quedó callada», se queja.

Trump gana terreno

Históricamente, los hispanos han votado abrumadoramente demócrata, pero Trump ha logrado reducir esta brecha y es el candidato presidencial republicano que mejor desempeño tiene con los latinos, a pesar de su discurso que demoniza a los migrantes.

Martínez, que lleva tres décadas en Allentown, abraza esta retórica: «Por una parte tiene razón, porque vienen (migrantes) buenos y malos, y por los malos pagamos los buenos», sostiene.

El trumpismo pesca también votos entre los latinos gracias al descontento generalizado por la elevada inflación de los últimos años y también entre los evangélicos.

En la esquina de una calle, Ben Forrest apura las últimas horas de campaña repartiendo letreros a favor Harris a los vehículos que pasan. Algunos tocan la bocina en señal de apoyo y otros le abuchean.

«Creo que la comunidad latina respaldará a Kamala Harris», afirma. Pero luego confiesa que no las tiene todas: «No me sorprendería si Trump ganara en Pensilvania».