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Los cubanos tratan de resolver mientras esperan que vuelva la electricidad

Por AFP
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La electricidad regresaba paulatinamente el jueves en Cuba tras el apagón total por el huracán Ian, mientras la gente buscaba «resolver» sus necesidades más urgentes hasta tanto le repusieran el servicio.

«Estoy tratando de resolver, llamando a ver quién tiene luz y me pueda guardar algo del pollo que tengo ahí, que está a punto de echarse a perder», dice María Fernández, una jubilada de 68 años de edad, sentada junto al teléfono de su casa en el sector Santos Suárez, en La Habana.

El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) colapsó el martes y dejó a la isla totalmente apagada debido a los daños causados por el poderoso huracán Ian, que causó la muerte de tres personas y serios destrozos en el occidente del país.

María utiliza su teléfono fijo, pues «el móvil está descargado y la señal telefónica y los datos son intermitentes».

Defensa Civil decretó «fase recuperativa» para las cuatro provincias del oeste, fuertemente afectadas, mientras que en el resto del territorio se ha declarado la «normalidad».

Lázaro Herrera, alto funcionario del monopolio estatal Unión Nacional Eléctrica (UNE), dijo a la televisión que se avanzaba paulatinamente en la reconexión.

Algunas zonas de La Habana tienen energía, pero «el resto está pendiente a la certificación de los circuitos, al igual que las provincias de Artemisa y Pinar del Río», en el oeste de la isla y las más castigadas por Ian, explicó.

Con 11,2 millones de habitantes y 15 provincias, Cuba está unificada en un solo sistema eléctrico, al cual aportan 8 grandes termoeléctricas, así como generadores electrógenos y en menor medida paneles solares y tecnología eólica.

Herrera informó que ya tenían servicio buena parte de las provincias del este de la isla, como Holguín, Santiago de Cuba, Las Tunas y Camagüey.

Resolver

Según los lingüistas, el verbo más usado en Cuba es «resolver». Después de tantos años de escasez y penurias, para los cubanos el término significa obtener un objeto o un servicio, prestado, regalado, comprado o alquilado.

Y cuando «resuelven» conseguir carne, pollo u otro alimento perecedero, lo atesoran en el congelador y lo administran cuidadosamente. Un prolongado apagón es una verdadera desgracia.

«Vine a casa de una amiga a poner comida en su nevera», dice aliviado Adrián Noriega, abogado de 30 años de edad, vecino del sector La Víbora, en el sur de La Habana.

México, Venezuela y Bolivia expresaron su solidaridad con Cuba y dijeron que evalúan enviar ayuda por los daños del huracán.

La Embajada de Estados Unidos también dijo que ha estado en contacto con autoridades cubanas.

«Queremos recalcar que la ley de Estados Unidos autoriza a las entidades y organizaciones estadounidenses a proporcionar ayuda y respuesta ante desastres en Cuba», dijo en un tuit la representación.

Tomando distancia del gobierno, agregó que «Estados Unidos se solidariza con el pueblo cubano».

En algunos sectores periféricos de la ciudad, empleados de policlínicos y otros establecimientos con plantas eléctricas de emergencia, cobran hasta 200 pesos (poco más de un dólar) por cargar subrepticiamente los teléfonos celulares.

El Ministerio de Transporte anunció la reposición el jueves de los servicios de autobuses y trenes nacionales, y aclaró que «todos los aeropuertos del país se encuentran prestando servicios» para vuelos internacionales.

En La Habana Vieja, con servicio eléctrico soterrado, se empezaron a activar las oficinas de atención al público y los restaurantes.

El generador flotante turco, rentado por la UNE y anclado en la bahía de La Habana, echaba humo por sus siete chimeneas, tras un par de días de receso, observó un periodista de la AFP.

A media mañana, la UNE transmitió un mensaje de esperanza.

«Avanza considerablemente la recuperación de las líneas eléctricas afectadas por el huracán para dar servicio a la capital de Cuba, un ejército de personas consagradas trabajan ininterrumpidamente para poder restablecer en el menor tiempo posible», dijo en su cuenta de Twitter.

«¿Dónde están?», dijo un taxista de 56 años de edad, mientras observaba un poste de madera con sus cables en medio de la avenida Serrano, en una céntrica zona de La Habana.

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