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Los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan a Estados Unidos

por Avatar El Debate

El peligro es real. Estados Unidos se enfrenta ahora a amenazas más graves para su seguridad que en décadas, quizá más que nunca. Con él todo el mundo occidental. Nunca antes se había enfrentado a cuatro antagonistas aliados al mismo tiempo –Rusia, China, Corea del Norte e Irán– cuyo arsenal nuclear colectivo podría duplicar en pocos años el suyo propio.

Desde la Guerra de Corea, Estados Unidos no había tenido que enfrentarse a rivales militares poderosos tanto en Europa como en Asia. Y nadie recuerda una época en la que un adversario tuviera tanto poder económico, científico, tecnológico y militar como China en la actualidad.

El problema, sin embargo, es que justo en el momento en que los acontecimientos exigen una respuesta firme y coherente por parte de Estados Unidos, el país no puede darla. Sus fracturados dirigentes políticos –republicanos y demócratas, en la Casa Blanca y en el Congreso– no han logrado convencer a suficientes estadounidenses de que los acontecimientos en China y Rusia son importantes.

Los líderes políticos no han sabido explicar cómo están interconectadas las amenazas presentes. Han decaído en sus valores democráticos al entremezclarlos con posiciones ideológicas. La administración Biden ha llevado a la bancarrota al gobierno norteamericano y la Unión Europea está más y más polarizada.

El presidente chino Xi Jinping y el presidente ruso Vladimir Putin tienen mucho en común, y destacan en dos convicciones compartidas: en primer lugar, están convencidos de que su destino personal es restaurar los días de gloria del pasado imperial de su país. En su narrativa deben corregir un rumbo histórico que llevó a la humillación a sus grandes naciones.

Intereses distintos

Para Xi significa recuperar el antiguo papel dominante de la China imperial en Asia, al tiempo que más allá alberga liderar un nuevo orden mundial marxista-leninista.

Para Putin, significa perseguir una mezcla de Imperio ruso junto a la fuerza y el temor que inspiraba la Unión Soviética.

En segundo lugar, ambos líderes están convencidos de que las democracias occidentales desarrolladas bajo las ideas y el paraguas político militar de Estados Unidos han pasado ya su momento de hegemonía y han entrado en un declive irreversible.

Por el creciente aislacionismo de occidente y su pérdida de credibilidad entre las grandes naciones en desarrollo y el amplio Sur global.

Por la polarización política, descomposición interna y decadencia de las democracias occidentales.

Frente a esta irreversible crisis, las convicciones de Xi y Putin auguran un período peligroso para Occidente en su conjunto. Un problema no es solo de poder militar, sino que China y Rusia están fraguando alternativas económicas y comerciales y aumentado su influencia internacional en América del Sur, África y Asia.

Estrategia coherente

Estados Unidos prevaleció en la Guerra Fría gracias a una estrategia coherente aplicada por ambos partidos políticos a lo largo de nueve presidencias sucesivas. Hoy necesita un enfoque bipartidista similar. Ahí está el problema.

Pero la Unión Europea está determinada, así mismo, por mantener un rumbo ilusorio hacia utopías irrealizables y derrochar en políticas cosméticas que imponen presupuestos ideológicos a sus estados miembros, algo que no genera más que polarización política y pérdida de identidad europea.

Disuadir con éxito a líderes como Xi y Putin depende de la firmeza de los compromisos y la constancia de la respuesta. Sin embargo, la disfunción que padecemos ha hecho que tanto el poder estadounidense como los movimientos de la UE sean erráticos y poco fiables.

Esta debilidad, fruto de una arrogancia semejante a la de los antiguos atenienses en los albores de la Guerra del Peloponeso, motiva que autócratas y aventureros políticos, propensos al riesgo, se lancen a hacer apuestas peligrosas, cuyos efectos pueden ser potencialmente catastróficos.

Los peligros no se reducen a Xi o a Putin, quienes encabezan la lista, pues se extienden a Kim Jong-un, en Corea del Norte, a Raisi, en Irán, incluso a Erdogan, en Turquía. Todos estos líderes creen estar jugando un papel clave en la historia de la humanidad.

Pero hay narrativas más grandilocuentes que otras y la más destacada es el llamamiento de Xi a un «Gran rejuvenecimiento de China»; es la fórmula abreviada para indicar que China se convertirá en la primera potencia mundial en 2049, centenario de la victoria de los comunistas en la Guerra Civil China. Un evento que vendrá precedido por la unificación de Taiwán. Si preservar el poder del partido es la primera prioridad de Xi, tomar Taiwán es la segunda.

El desafío de China

A pesar de los posibles errores de cálculo de Xi y de las dificultades internas del gigante asiático, China seguirá planteando un desafío formidable a Estados Unidos y su ejército es más fuerte que nunca. El convencimiento de Xi de su destino personal conlleva un importante riesgo de guerra.

Como cuando Atenas se enfrentó a Esparta en la antigüedad o cuando Alemania se enfrentó al Reino Unido antes de la Primera Guerra Mundial ahora nos enfrentamos al «pico chino» o la idea de que su poder económico y militar está o estará pronto en su punto más alto, mientras que las iniciativas para reforzar el ejército estadounidense y el conjunto de la OTAN tardarán tiempo. China podría, aprovechando su ventaja, e invadir Taiwán antes de lo previsto. Una previsión que algunos analistas sitúan en 2027.