El presidente de Chile, Gabriel Boric, llegó al poder hace 100 días entre altas expectativas, aupado por una ciudadanía ansiosa de cambios, pero su «luna de miel» ha sido la más corta desde el retorno a la democracia.
Sus primeros 100 días parecen una montaña rusa, con un comienzo prometedor ensombrecido por una crisis inflacionaria y de seguridad y tropiezos de algunos de sus ministros, seguidos de un repunte tras su primer Discurso a la Nación, una gira internacional exitosa y la aprobación de una histórica subida del salario mínimo.
El propio mandatario, que con 36 años es el más joven de la historia chilena, reconoció en abril que había tenido «turbulencias» en su despegue.
Tras más de dos meses con las encuestas a la baja y con una aprobación inferior al 30%, la tendencia dio un vuelco. Su aprobación empezó a subir en los últimos días hasta alcanzar el 44%, según el sondeo Cadem.
«La instalación más compleja»
Bregado en las luchas estudiantiles, Boric ganó las elecciones con una coalición entre el Frente Amplio y el Partido Comunista. Es el primer mandatario que no forma parte de los grandes bloques que gobernaron desde el fin de la dictadura. Sin embargo, en su gobierno incluyó a figuras moderadas.
«Estamos aquí por un mandato de cambio y tenemos que empujar a un nuevo modelo que sea más justo, que sea ecológicamente más sustentable (…) y que nos permita incorporar de mejor manera a la mujer», dijo el viernes al hacer balance de estos meses.
Su aterrizaje en el palacio de La Moneda se produjo en un momento especialmente difícil. Esto con una inflación inédita en décadas, un aumento de la percepción de la inseguridad y un recrudecimiento del «conflicto mapuche», que enfrenta en el sur al Estado, indígenas mapuche y grandes forestales.
«Es la instalación más compleja luego de la de Patricio Aylwin en 1990». Así lo aseguró a EFE Claudio Elórtegui-Gómez, de la Universidad Católica de Valparaíso.
En la misma línea opina Fabricio Franco, director en Chile de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), para quien cualquiera que hubiese ganado las elecciones «habría tenido un problema serio para gobernar».
«Para ningún gobierno en la región es fácil gobernar hoy, menos aún para uno que ha prometido un viraje importante», aseguró a Efe.
Aciertos y errores
Entre los logros que se le atribuyen está el aumento del salario mínimo a 400.000 pesos chilenos a partir de agosto (480 dólares), el mayor reajuste en 25 años y un logro que Mauricio Morales, de la Universidad de Talca, adjudica al ministro de Hacienda, Mario Marcel, expresidente del Banco Central.
«Es la figura central del gabinete, junto a la vocera Camila Vallejo, que ha conseguido transmitir de manera eficiente los mensajes», declaró a EFE.
Además del salario mínimo, el gobierno ha llevado a cabo otras medidas económicas, como el congelamiento de la tarifa del transporte o la estabilización del precio de los combustibles.
También ratificó el Acuerdo de Escazú, el primero pacto del mundo en contemplar los derechos de los ambientalistas, y anunció que presentará a lo largo del año las esperadas reformas tributarias y de pensiones.
«El principal triunfo pasa por haber instalado seriedad al manejo económico, cuando la tentación de ingresar al populismo era alta», declaró Elórtegui-Gómez.
Con su reciente viaje a Canadá y Estados Unidos para participar en la Cumbre de las Américas, Boric logró marcar distancia con las izquierdas autoritarias de la región. Pero además consiguió que «nadie en la administración pública estadounidense y canadiense vea un salto al vacío en lo que se viene haciendo desde marzo», según Franco.
Los 100 días de Boric
Sus críticos le achacan inexperiencia e improvisación. Hacen énfasis a la hora de enfrentar la violencia en el sur, donde declaró el estado de excepción y desplegó a los militares, pese a prometer en campaña que no lo haría.
La ministra de Interior, Izkia Siches, es la que ha tenido más traspiés y desde la oposición han pedido varias veces su renuncia, especialmente cuando acusó con información errada al gobierno anterior de irregularidades en la deportación de migrantes.
«Los gobiernos de izquierda suelen tener dificultades para enfrentar asuntos de seguridad pública», subrayó el director de Flacso.
Para Juan Pablo Araya, de la Universidad Estatal de O’Higgins, los desaciertos tienen que ver con la falta de experiencia de la coalición oficialista y con «problemas de coordinación política y control de la agenda».
«En el 2010, cuando llega Sebastián Piñera al poder con la primera coalición de derechas después del golpe de Estado, hay problemas bastante similares. Sin embargo -concluyó-, el clima político actual podría estar haciendo un efecto de amplificación».