Un centenar de líderes mundiales se reúnen este lunes en Egipto en la cumbre sobre el clima COP27, bajo presión para mejorar la financiación de los países más vulnerables, devastados por los efectos del cambio climático.
El anfitrión y presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, darán el pistoletazo de salida a dos días de cumbre en Sharm el Sheij, donde estarán líderes latinoamericanos como el colombiano Gustavo Petro y el venezolano Nicolás Maduro y europeos como el francés Emmanuel Macron o el alemán Olaf Scholz.
En cambio estará ausente Xi Jinping, el presidente de China, que es de lejos el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. El segundo mayor emisor es Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, viajará a Egipto el 11 de noviembre, tres días después de las elecciones de medio mandato.
«Estados Unidos y China deben responder al desafío climático ya que los europeos son los únicos que pagan», declaró Macron en un encuentro con jóvenes, antes del plenario.
Los grandes países emergentes tienen que abandonar rápidamente el carbón como fuente energética, exigió el mandatario francés.
«Todos en el mismo barco»
La COP27, que continuará tras la cumbre hasta el día 18, arrancó con la aprobación de una agenda que incluye un espinoso tema que en los últimos años enfrentó a los países más desarrollados con los países pobres: la cuestión de los daños y pérdidas.
Tras un intenso forcejeo negociador, los países debatirán la creación de un fondo específico para paliar los efectos de sequías, inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos.
No se trata de indemnizar a los países pobres, insisten los naciones industrializadas, que son las que históricamente han emitido masivamente los gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático.
Los glaciares alpinos podrían desaparecer de aquí a finales del siglo. Las consecuencias se sentirán en toda Europa.
La mayoría de los países miembros de la COP, agrupados en el denominado G77, liderado actualmente por Pakistán, consideran en cambio que sí cabe hablar de compensaciones, y que hay que entregarlas lo antes posible.
Pero que se vaya a hablar de daños y pérdidas en Sharm el-Sheij no significa que vaya a crearse ese fondo. Los países tienen aún dos años para seguir negociando.
La desconfianza reina entre los países más desarrollados y los más vulnerables, máxime cuando los primeros siguen sin cumplir con el objetivo de movilizar en favor de los segundos 100.000 millones de dólares anuales para ayudarlos a recortar sus emisiones y también a adaptarse a los efectos del cambio climático.
A la cuestión financiera se suma la preocupación primera de recortar las emisiones de gases causantes del efecto invernadero, en un contexto revolucionado por la crisis del suministro energético en Europa, a causa de la invasión rusa de Ucrania, y el auge renovado del gas.
Desde el año pasado, menos de 30 países reforzaron sus objetivos de reducción de emisiones, a pesar del compromiso común de los casi 200 miembros de la COP.
Equilibrismo
Con todos los indicadores climáticos en rojo –emisiones récord en 2021, concentración de CO2 en la atmósfera, subida del nivel de los océanos, récord de temperatura en los últimos ocho años–, la cumbre se anuncia como un delicado ejercicio de equilibrismo entre la exigencia de recortar emisiones, y el argumento de países en desarrollo de que los más industrializados no les pueden negar el derecho a explotar ahora sus hidrocarburos.
El tiempo apremia cada vez más, ya que según las recientes previsiones de la ONU el calentamiento podría alcanzar +2,4 ºC hacia el año 2100 e incluso +2,8 ºC si se mantiene la trayectoria actual.
Unos niveles muy superiores a los +1,5 ºC que preconiza el Acuerdo de París de 2015, y que sigue vigente pese a que la temperatura ha subido ya en 1,2 Cº respecto a la era preindustrial.
Las medidas de seguridad son importantes en la sede de la conferencia, un balneario enclavado entre el desierto y el Mar Rojo.
La organización Human Rights Watch aseguró que han arrestado docenas de personas que llamaron a manifestarse.
Alzar su voz en esta ciudad bajo férreo control será complicado, reconocen los jóvenes activistas.
«A la vista del interrogatorio que tuve en el aeropuerto, no va a ser fácil hacer lo que habíamos previsto», reconoció a la AFP un activista ugandés, Nyombi Morris.
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