La crisis de Venezuela obligó a Norma Carrillo a abandonar su país para «empezar de nuevo y rehacer su historia» en Brasil donde, mientras busca un empleo que le ayude a establecerse, enseña español a moradores de la Maré, el complejo de favelas más grande de Río de Janeiro.
«La situación económica en Venezuela ya no hacía posible tener calidad de vida, mi madre -que sigue allí- me cuenta que el salario mínimo ya solo alcanza para comprar un pollo», relata Carrillo en una entrevista con EFE.
Carrillo, de 48 años, dejó atrás dos fábricas que había fundado en Venezuela y entró en Brasil por la frontera del estado de Roraima el pasado noviembre. Unos amigos brasileros le ofrecieron un hueco en su casa en Río de Janeiro mientras encuentra su propio lugar y no lo dudó.
Pese a su optimismo, esta ingeniera industrial reconoce que el futuro no es fácil para los refugiados.
«Prácticamente no somos nadie aquí, tenemos que empezar de nuevo, tienes que entender que no te están esperando, que no tenemos espacio aquí», aunque subraya la calidez del recibimiento que ha encontrado en Brasil.
«Es el territorio más cercano, la vía más fácil para emigrar y uno de los países que mejor ha tratado a los venezolanos», continúa Carrillo.
Miles de venezolanos han llegado a Brasil en los últimos meses animados por una legislación que les facilita regularizar su situación migratoria.
Según los últimos datos oficiales, el estado de Roraima, fronterizo con Venezuela, ha recibido a unos 40.000 venezolanos en los últimos meses, una pequeña parte en albergues pero la mayoría deambula en las calles a la espera de la apertura de nuevos centros de acogida.
«Los brasileños están muy sensibilizados con nuestra crisis, la mayoría enseguida sale a atenderte y te da la bienvenida», por esto y por su vocación social, Carrillo se ha decidido a dar clases de español a en el complejo de favelas de La Maré, dentro del proyecto de la ONG «Español para todos».
«Es necesario reiventarse y tener autoestima para que lo que pase no te golpee y no te tire al suelo, de lo contrario la experiencia pudiera ser peor que haberte quedado», subraya.
Por eso ha optado por este giro en su vida, como «una forma de sentirme bien conmigo misma por todo lo que este país está haciendo por nosotros y además me reporta una gran satisfacción ayudar a otros».
El proyecto enseña lengua y cultura española a moradores de la favela de todas las edades y perfiles y, según su responsable, la española Ana Valsera, es una valiosa herramienta para los alumnos porque no se limita a la enseñanza de otra lengua, sino que trata de conectar el mundo de la comunidad con centros de interés de la ciudad.
«Aquí en Maré comparado con Venezuela, ellos están un poco mejor, pero lo que yo veo es igual: la desigualdad, la falta de oportunidades de las personas en estas comunidades, que tienen sueños e ilusiones, y eso es justamente es por lo que tratamos de ayudarles», señala Carrillo.
«Simplemente viven en un lugar en el que no tienen las mismas oportunidades que en otros, igual que en Venezuela», añade.
Norma Carrillo sigue buscando su lugar en Brasil con la ilusión de que, en unos años, no se recuerde a los venezolanos que llegan al país como «los pobrecitos que vivían en barracas», sino «como los que fundaron fábricas o dejaron hábitos y costumbres, como todo inmigrante que deja su historia».
«Espero que esta historia enriquezca a los dos países, de pronto nuestra música agarra ahí un toquecito de samba o de bossa nova», bromea.