Nada más ilustrativo de los cambios que le trae a Colombia la paz con las Farc que la imagen de Timochenko dando un discurso ante miles de personas reunidas en una noche de viernes en la plaza de Bolívar, el corazón del poder político del país, tal como ocurrió este primero de septiembre.
Ese hecho marcó el fin de una semana en la que esta exguerrilla tomó decisiones que determinarán su futuro en el escenario político.
Unas, muy acertadas, como la inclusión en su plataforma de temas urbanos que trascienden su agenda histórica: el respeto a la diversidad sexual, el protagonismo de las mujeres y el combate al desempleo entre los jóvenes y los profesionales. Además, la protección del medio ambiente.
También se destaca la elección de la rosa roja –muy característica de la socialdemocracia europea– como símbolo del partido. Una flor en vez del fusil.
Pero otras decisiones tomadas por los excombatientes son, al menos, polémicas. Por ejemplo, el nombre que le dieron a su partido, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), no responde al sentido de amplitud que quieren proyectar ante el electorado colombiano.
La mayoría de los miembros del secretariado se inclinaban por un nombre “corto, simple y renovado”, como el que propuso Timochenko: Nueva Colombia.
Pero esa iniciativa fue derrotada por los delegados en el congreso. Ellos respaldaron con claridad el nombre Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), que impulsaron Iván Márquez, Joaquín Gómez y Jesús Santrich, la línea más ortodoxa de esa organización. Ese nombre ganó con 628 votos, contra solo 264 para la propuesta de Timochenko.
Con esto, las bases mostraron su apego al origen revolucionario y a las siglas históricas, que, hay que decirlo, remiten a millones de colombianos a los episodios más violentos y dolorosos de la guerra que ha vivido el país.
Y, paradójicamente, al optar por llamarse la Farc, en singular, se quedaron con el nombre que les da su más férreo opositor, el expresidente Álvaro Uribe, quien siempre se ha referido a ellas como “la Farc”.
Más allá de esta anécdota, es llamativo el protagonismo que tuvo Iván Márquez en el congreso y el declive del liderazgo de Timochenko, que quedó en el quinto lugar en la votación para la nueva directiva del partido, en la que Márquez ocupó el primer sitio.
La Farc, ahora en singular, está frente a un inesperado dilema. Prueba de ello es que la nueva dirección no anunció quién será la cabeza del partido, o lo que esa exguerrilla llama “el ejecutivo nacional”.
Para nadie es un secreto que Timochenko no se ha recuperado totalmente del accidente cerebral que sufrió a comienzos de julio.
Y el viernes fue evidente que las Farc eludieron responder quién será su líder principal, si Timochenko, que apuesta por un partido sin ostentaciones ideológicas, o Márquez, que representa la ortodoxia.