Con los primeros arbustos las manos se ampollan y parecen latir de la hinchazón, pero lo peor es cuando la piel revienta en sangre. Y entonces los venezolanos maldicen, porque ninguno imaginó que huiría de la crisis para recolectar hoja de coca en Colombia. Cientos de ellos sobreviven gracias a los narcocultivos y bajo las estrictas normas de comportamiento que rigen en los territorios cocaleros de la frontera.
Dejaron de ser obreros, taxistas, pescadores o vendedores en su país para recolectar la hoja que sirve para fabricar cocaína, una actividad ilegal de la que apenas habían oído hablar y que los desgarra física y moralmente.
«Cuando empiezas a agarrar la mata es que te sangran las ampollas. A eso tú le tienes miedo y no quieres volver», dijo Eduar, quien pide ser llamado así para evitarse problemas cuando vuelva a Venezuela. Como ‘raspachín’ gana por semana hasta el equivalente a 144 dólares, tres veces más que lo que recibía en la construcción. Como la mayoría de los inmigrantes, deja una mínima parte para sobrevivir y el resto lo envía a Venezuela.
Culpa y más dolor
Hasta 2017 Catatumbo concentraba 16,5% del total de las siembras ilegales en Colombia, el mayor proveedor mundial de cocaína. También por esta región petrolera y con grandes yacimientos de carbón han corrido ríos de sangre por el conflicto armado. Ni Eduar ni los demás lo sabían antes de venir. Naikelly Delgado, de 36 años y exobrera de una petroquímica, también huyó de una Venezuela. Ella y su hermana llegaron un viernes de 2016 a Pacelli, un corregimiento o poblado del Catatumbo. Dos días después Naikelly llegó a los plantíos para ganar más dinero. Cuando terminó la primera jornada no podía ni lavar su ropa. Las manos «se le llenan a uno de hongos; a uno la piel se le destiñe, se le brota y no sabe si es por la hoja o por el veneno», dice. Además, pensaba que «estaba contribuyendo con hacer el mal» y pedía perdón a Dios.
Exilio o muerte
Con 3.200 pobladores, Pacelli ha recibido a casi 1.000 venezolanos desde 2016. La mayoría terminó trabajando en narcocultivos y desplazando la mano de obra colombiana, según Gerson Villamizar, máxima autoridad comunitaria.
«Los venezolanos por lo general trabajan y envían el dinero entonces el dinero no circula y hay un impacto negativo, sobre todo para los comerciantes», señaló Villamizar
Apenas llegan deben someterse a reglas de convivencia locales que prohíben la prostitución, el consumo de drogas y el porte de armas. Incluso están obligados a portar una carta de recomendación de lugareños para trabajar en los narcocultivos.
Unos 100 venezolanos han sido expulsados por hurtos, intentos de homicidio y consumo de alucinógenos. Villamizar dice que el destierro es la forma de «sal».