El escritor y columnista venezolano Moisés Naím analizó en una entrevista para El Tiempo la situación política y social de Venezuela en los últimos meses y luego de los sucesos ocurridos el pasado 30 de abril.
—¿Cuál es su balance de los hechos del 30 de abril en su país que hoy nos tienen en vilo? ¿Qué cambió en Venezuela desde entonces?
—Hay varias fechas que son importantes. ¿Por dónde empezar? Quizá la manera más concreta de decírselo es que en todo ello existe un factor que la desesperación nos había hecho olvidar: una dictadura no se vuelve democracia instantáneamente y sin complejidades, sin dolores, sin confusiones, sin idas y venidas, sin blancos y negros, sin tristezas y alegrías, sin fracasos y éxitos. Nunca es un proceso lineal, dura mucho tiempo, pero hay que entregarse.
—¿Cuando usted se despertó esa madrugada y vio las imágenes de Guaidó y a Leopoldo López libre al frente de la base de La Carlota, pensó que eso ya no tenía reversa?
—No. He cubierto al detalle los acontecimientos en Venezuela desde hace mucho tiempo y estoy acostumbrado a que nada de lo que parece es; aquí hay todo tipo de sorpresas, y se debe ser sumamente cauteloso en pronosticar lo que va a pasar dentro de 10 horas o 2 días, con base en lo que está pasando en este momento. O sea, a lo que nos ha acostumbrado la situación es a la volatilidad, a la incertidumbre, a las sorpresas, a que lo que uno pensaba permanente es transitorio, y a que lo transitorio se hace permanente. Entonces soy siempre muy cauteloso con creer cosas definitivas.
—A estas alturas de los hechos, ¿piensa que existía un plan más o menos factible basado en una negociación con el círculo íntimo de Maduro?
—A ver. No es que yo lo crea, no es una opinión subjetiva, o estimada; lo dijo el señor Bolton y lo confirmó el general Padrino López. Estamos hablando ni más ni menos que del asesor de seguridad de Trump, y ni más ni menos que del ministro de Defensa del régimen de Maduro. Ambos reconocen que había habido negociaciones.
Bolton se queja de que hicieron un acuerdo que incluía compromisos con el ministro de Defensa, con el jefe de la Guardia Presidencial y con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, pero que estos tipos después le fallaron y no siguieron adelante.
—¿Cree que les jugaron como agentes dobles los venezolanos a los gringos?
—Padrino salió dando una declaración diciendo que a él lo intentaron comprar, pero que no se dejó. No hay necesidad de especular, tenemos las declaraciones públicas de los protagonistas.
Ellos tenían el plan de sacar a Maduro, y otro hecho notorio que no es producto de la especulación es que Maduro desapareció por 15 horas. O sea, el presidente de la República que está pasando por estas convulsiones desaparece. Bueno, ese es un hecho, como son hechos también lo que Padrino y Bolton declararon.
También está lo de Juan Guaidó y está lo de Leopoldo López. La invito a que vea un video de Diosdado Cabello de hace una semana. Tiene un programa de televisión semanal y en él abiertamente dice: “¿Bueno, si Guaidó es el presidente, por qué no libera a Leopoldo? Libéralo, dale una amnistía, sácalo, tú eres el presidente”. Ese fue un reto. Entonces le repito, aquí la orden del día es la sorpresa, la incertidumbre. Por eso es que me aferro a los hechos.
—¿Cree que lo del 30 de abril, aunque inconcluso, partió la historia en dos?
—Cada cierto tiempo viene ocurriendo en Venezuela que hay eventos que parten la historia en dos. La elección del día 10 de enero lo hizo; también lo que pasó el 23 de enero, cuando se juramenta Guaidó y se hace presidente interino; lo que pasó el 30 de abril, desde luego. Es la confirmación de que va a ser un proceso cargado de sorpresas, largo, incierto e inesperado.
La semana pasada, nuestro embajador ante la OEA dijo, generando gran controversia, que los migrantes estaban siendo irradiados para promover el socialismo del siglo XXI en América Latina.
Lo que importa no es un comentario desatinado de un funcionario. Sino que los colombianos han recibido a mis compatriotas de una manera generosa, humana, abierta; le han dado una lección al mundo. Mientras que en Europa, la cuna de la cultura universal, se maltrata a los inmigrantes y los xenófobos están siendo cada vez más populares, Colombia ha recibido a estos pobres seres con los brazos abiertos, y no hemos visto todavía en Colombia las expresiones de xenofobia que son comunes en otras partes.
Bueno, lo que no sé es si es sostenible que no ocurra, si Venezuela sigue mal y hay 1 millón más de venezolanos que caminan a Colombia, y llenan las calles de gente desesperada de trabajo, comida, medicina, educación, vivienda, pues por supuesto que van a aparecer los políticos que van a aprovecharse de esto.
Pero la verdadera generosidad, que será inolvidable, es la de que se demuestra en las calles, en los pueblos de toda Colombia, por parte de colombianos normales, tratando de una manera humana y fraternal a sus sufridos hermanos y hermanas venezolanos.
—Usted es un analista y periodista de primerísima categoría y me honra tenerlo en esta entrevista, pero además comparte su tiempo con el oficio de novelista. ¿Es la novela una fórmula para poder contar las cosas como son?
—Eso es así. Mi última novela, Dos espías en Caracas, sale de mi frustración de no poder explicarle al mundo la importancia de esta ocupación furtiva de mi país por una potencia extranjera.
—¿O sea, es un reporte periodístico autocensurado vía novela?
—No, eso creo que es demasiado pretencioso (risas de los dos). Es muy generoso de su parte, pero no. Es tan sencillo como lo que le acabo de contar. Tiene tres propósitos. Uno muy importante para mí es que fuera una novela divertida y no académica, ni didáctica ni una declaración política, sino una historia de seres humanos interactuando en la vida real, en un contexto donde hay una revolución extraordinariamente inédita y sorprendente, contada a través de dos espías que representan dos potencias que están bordeando nuestros países.
La incursión de los cubanos en Venezuela la conocíamos desde hace tiempo, aunque sonaba a novela. Que le hubieran entregado a los cubanos el manejo energético de Venezuela es ta inverosímil, como que los cubanos sean la guardia de Seguridad del ministro de Defensa… Quién sabe si la de Maduro también…
Quién sabe, no, está en manos de los cubanos, eso forma parte del acuerdo.
—Por eso, entonces, eso que es novela en su libro pasa a verdad en la vida real…
—Fui de los primeros en detectarlo. Alertaba a mis colegas periodistas, a los editores, a los directores, a los corresponsales extranjeros, a los académicos, y no encontraban nada porque era una manera muy del siglo XXI de invadir un país, que se hace con métodos clandestinos, a través de la información, de tecnología. Lo primero que hicieron los cubanos cuando llegaron fue tomar el control de los registros civiles y mercantiles.
—¿Por qué?
—Bueno, porque ahí está todo, ahí está quién eres, cuándo te casas, cuándo te divorcias, cuándo tienes hijos, cuánto compras, cuándo vendes, cuánto debes, cuánto ganas, es decir, todo. Y entonces el instrumento principal de un Estado policial es una lista, con la que se adquiere el control de la ciudadanía. Ocurrió muy temprano y no fue detectado, y toda esa información está en La Habana, desde donde te controlan, sin dejar huellas.
—¿Cree que es posible que Estados Unidos pueda amilanar a Cuba con amenazas comerciales para que retire su influencia sobre Venezuela?
—Las dos economías están muy integradas. Acuérdese de que Chávez y Castro cada vez que se reunían hablaban de que esto era ya una confederación, un solo país. Entonces el caos, la catástrofe, el colapso económico de Venezuela, está teniendo unas repercusiones gravísimas en Cuba, donde ya la gente está sintiendo, otra vez, lo que ellos llaman «período especial», que fue lo que sintieron cuando se les acabó el subsidio de la Unión Soviética y se quedaron pasando hambre, literalmente. La economía cubana ya está sufriendo muchísimo, no por Estados Unidos sino por el colapso de su magnánimo benefactor venezolano.
—¿Qué tan realmente influyentes ve a Rusia y a China en Venezuela?
—Son influyentes, sin duda alguna, de maneras diferentes. El interés de China en estos momentos es esencialmente económico; tiene deudas que quiere que le paguen, intereses económicos que quiere proteger, y un principio de no intervención que forma parte importante de su doctrina de seguridad nacional y de política internacional.
En contraste, Rusia no. Puede estar en un juego geopolítico, muy atractivo para Putin a fin de tener un rol en una crisis que ocurre en un país que está a tres horas de vuelo de Estados Unidos, en su patio trasero, con las reservas de petróleo más grandes del mundo.
—Pero uno ve a Rusia y a China geográficamente tan distantes…
—Sí, puede haber mucha distancia tanto geográfica como cultural; y el caos institucional en Venezuela hace que sea muy difícil con quién interactuar, cuándo y cómo. Pero, sin duda, la crisis venezolana ya ha dejado de ser venezolana para convertirse en una confrontación entre superpotencias extrarregionales. Ya eso es una realidad.
La crisis venezolana ya ha dejado de ser venezolana para convertirse en una confrontación entre superpotencias extrarregionales. Ya eso es una realidad
—¿Cuál es la esperanza?
—La que renació con Guaidó. Frente a una población desanimada, deprimida, enferma, hambrienta, sin esperanzas, aparece Guaidó, el joven diferente, sin vínculos con el pasado, ofreciendo una cara nueva, fresca, decente, y eso despertó a un país que estaba postrado. La segunda variable es la confusión, de la que hemos hablado a lo largo de esta entrevista.
—¿Y los militares?
—Esa es la tercera gran variable. Los militares en Venezuela no son los militares comunes. Están fragmentados. Empezando porque hay 2.000 generales; ni siquiera la OTAN tiene tantos, y sin embargo cuando el general Padrino tuvo que hablar el 30 de abril por televisión, no consiguió a ninguno, eran unos jóvenes oficiales los que estaban allí.
¿Cómo es posible que no haya conseguido a 4 generales de 2.000, para sacarse la foto y aparecer en televisión con él? Eso indica que hay una fragmentación dentro de las fuerzas armadas, y enorme desconfianza entre ellos. ¿Quiénes de ellos representan a los cubanos, porque están en sus bolsillos, extorsionados? ¿Quiénes de ellos son independientes, que puedan actuar autónomamente? ¿Quiénes de ellos tienen control del fuego, quiénes controlan las fuerzas, soldados, tanques, aviones? ¿Y quiénes de ellos simplemente son generales pero están sentados en un escritorio de algún organismo público? Después están los generales que pertenecen al «cartel de los soles».
Después están los otros militares que controlan la minería ilegal, esparcidos por toda la economía. O sea, cuando uno habla de los militares venezolanos tiene que hablar de una constelación de actores, muy fragmentada, y todo es muy opaco.