Las estadísticas de migración desde Venezuela y las acusaciones de «mentiroso» de uno de sus ministros al presidente de Ecuador, Lenín Moreno, propiciaron una crisis entre dos países que, hasta hace año y medio, eran aliados ideológicos y se han distanciado desde entonces.
No es posible determinar si el ministro de Comunicaciones venezolano, Jorge Rodríguez, se imaginó este miércoles que Ecuador respondería con contundencia a sus acusaciones contra Moreno, al que llamó mentiroso por supuestamente inflar las cifras de emigrantes que han llegado a su país.
Para Rodríguez, la estadística de un millón de emigrantes que han cruzado las fronteras de Ecuador y de los que 300.000 se han quedado en dicha región, significaría llenar «140 autobuses diariamente por 7 años desde Venezuela», lo que, a su juicio, «es imposible». Cabe destacar que esta cifra está avalada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Lo evidente es que a Ecuador no le ha costó tomar la decisión de expulsar a la embajadora venezolana. Los analistas aseguraron que es una medida a la que Caracas ya ha respondido aplicando el principio de reciprocidad.
Santiago Basabe, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), dijo que «las mal traídas declaraciones del ministro constituyeron el ‘disparador’ perfecto para asumir una posición de mayor distancia frente a Venezuela», en una entrevista para la agencia de noticias EFE. »Moreno deseaba desmarcarse de forma más clara desde hace tiempo, pero no lo hacía por los posibles costos políticos con otros países de la región», indicó.
Marcelo Fernández de Córdova, ex vicecanciller ecuatoriano, coincidió con esta postura: «La ha precipitado los insultos al presidente de la República por parte del ministro venezolano, pero detrás de ella está el que el gobierno ecuatoriano está viendo con otros ojos lo que ocurre en Venezuela».
Explicó que la defensa de los derechos humanos que Ecuador defiende en foros internacionales contrastaba con su política hacia lo que ocurre en Venezuela, pero añadió que, hasta hace seis meses, cualquier pronunciamiento contra el gobierno de Nicolás Maduro era frenado por la ministra de Exteriores, María Fernanda Espinosa.
Espinosa fue presidenta de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y representaba la herencia de la antigua Administración de Rafael Correa en el Gobierno de Moreno, pero fue sustituida en junio por José Valencia.
Desde entonces, las relaciones entre Ecuador con Venezuela y Bolivia se han enfriado, y se hizo más notable cuando los mandatarios de estos gobiernos bolivarianos criticaron el proceso judicial abierto a Correa.
Quito retiró a su embajador en La Paz, retrasó el envío de su nuevo representante a Caracas, y agudizó su crítica hacia Maduro conforme crecía el número de emigrantes que golpeaban sus puertas.
Pero su discurso nunca llegó a los términos de este viernes, en los que el secretario nacional de Comunicación, Andrés Michelena, describió al gobierno venezolano como «socialismo, corrupto y asesino».
Una situación que para ambos analistas evidencia el notorio deterioro de las relaciones bilaterales.
Basane indicó que «desde su llegada al gobierno, Moreno ha tratado de distanciarse de su predecesor en varios campos: primero lo hizo en la forma de relacionarse con la oposición política; luego pasó al modelo económico; sin embargo, en el plano internacional la tarea le resultó cuesta arriba».
En «temas como el del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, o la relación con Venezuela siempre fueron más difíciles de tomar distancia respecto al gobierno de Correa, en buena medida, por la presencia hasta hace poco tiempo de la canciller Espinosa», insistió.
Por su parte, Fernández de Córdova, defensor de haber roto con Caracas mucho antes, recordó que a finales de 2017 Ecuador se abstuvo en una resolución contra Venezuela que era votada en la Organización de los Estados Americanos.
«Se venía viendo esta tensión y el propio discurso de Moreno en septiembre en Naciones Unidas, al que Rodríguez se refirió en sus declaraciones, marcaba un poco vagamente el distanciamiento», puntualizió de Córdova.
En ese sentido, la declaración de persona no grata a la embajadora venezolana marcó, a su juicio, «un deterioro entre los dos países, un enfriamiento bastante grande».
Preguntado hasta dónde está dispuesto a ir Moreno, si rompería incluso relaciones diplomáticas, Basabe destacó que «la expulsión de la embajadora se observa como una posición reactiva frente a un ataque y no como una posición ofensiva frente a un hecho cierto como es el calamitoso estado en el que se encuentra Venezuela».
«Aunque el resultado es el mismo, el presidente sale aventajado pues se ha apartado de Venezuela sin incurrir en los costos que le podía ocasionar tomar la misma decisión sin la ofensa del ministro», finalizó.