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Venezolanos a la intemperie junto al consulado en Quito esperando repatriación

Por EFE
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Alrededor de un centenar de venezolanos, entre ellos niños, adultos mayores y embarazadas, llevan noches a la intemperie junto a la sede del Consulado de Venezuela en Quito aguardando una repatriación que no termina de llegar.

La voz de alarma la dieron organizaciones locales como la Asociación Civil Venezuela en Ecuador, cuyo presidente, Daniel Regalado, ha pedido a autoridades municipales medidas para albergar a los migrantes que desean retornar a Venezuela afectados por la falta de oportunidades generada por la pandemia del covid-19.

«Están dejados de la mano de Dios. Son más de 40 familias que han venido caminando de Perú, (o de las ciudades ecuatorianas) de Guayaquil o Manta, que fueron desalojados y se les han unido grupos de Quito», refirió a Efe Regalado, cuya asociación ha entregado ayuda de primera necesidad a los varados.

La fachada de un edificio de oficinas de varias plantas que alberga el Consulado de Venezuela, en el norte de Quito, era hoy un improvisado campamento de ciudadanos venezolanos, que se arremolinaban junto al acceso principal.

Por trochas y pagando 12 dólares

Con el rostro quemado por el sol y parcialmente cubierto con una fina mascarilla burdeos, Neida Castillo, de 37 años de edad y originaria de Mérida, relató a Efe las peripecias que ha tenido que afrontar desde que salió hace 16 días de Lima.

Junto con su esposo y dos primos, el grupo llegó hace una semana a Ecuador y desde el lunes han hecho de la fachada consular de Venezuela en Quito su hogar a la espera de que salga un nuevo vuelo de repatriación del plan «Vuelta a la Patria», patrocinado por el régimen de Nicolás Maduro.

«La salida de Perú fue por una trocha porque no nos dejaban salir, unos señores peruanos nos ayudaron. Hay que atravesar desierto caminando, a veces le dan a uno cola (autostop)», refirió Castillo junto a una menor de edad que jugaba rodeada de bártulos en plena calle.

En su caso, el grupo no tuvo que pagar por cruzar de forma ilegal, pero asegura que los coyotes están cobrando a los venezolanos 15 dólares para conducirlos del territorio peruano al ecuatoriano.

Pese a que el consulado en Quito habilitó la semana pasada una plataforma para que los interesados en retornar a Venezuela pudieran inscribirse para optar a un cupo en los vuelos de repatriación, los varados se quejan de que «nunca se abre».

Priorizar la repatriación de los más vulnerables

Las autoridades consulares les han entregado una planilla, pero han observado que hay personas anotadas desde octubre y piden que se priorice la repatriación de los más vulnerables.

Diego Jiménez, de 30 años de edad, del estado de Apure, lleva cuatro días en la capital ecuatoriana, adonde llegó procedente de Lima después de más de dos semanas de travesía en bicicleta junto con un primo.

«Se puede decir que el 100% de las personas que estamos acá han sido despedidas de sus trabajos en un primer momento y luego desalojados al no poder pagar sus alquileres», manifestó.

Efecto llamada

El pasado jueves partió de Quito con destino a Barquisimeto un vuelo con 90 migrantes que regresaron a Venezuela, al que siguió otro similar el fin de semana, con 88 venezolanos que habían quedado sin salida en la frontera de Ecuador con Colombia, informó el consulado venezolano.

Esos vuelos han provocado un efecto llamada, pero los venezolanos que aguardan junto a la legación diplomática en Quito no conocen cuándo saldrán otros y afirman que el cónsul, Pedro Sassone, no les da respuesta al respecto.

«Hemos pedido a ONG y también al mismo cónsul que acceda a darnos refugio, pero tenemos información de que están totalmente abarrotados por la pandemia», lamenta.

Efe ha tratado sin éxito de contactar este miércoles al cónsul para una reacción sobre la situación.

Aunque la mayoría son conscientes de que muchos han dejado la vida atravesando fronteras blindadas por la pandemia, la situación de incertidumbre ha llevado a un grupo de unos veinte venezolanos a partir hoy hacia la frontera con Colombia, «buscando el paso irregular», indica Jiménez.

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