No ha sido la primera vez que Andrés Manuel López Obrador provocaba un colapso en el centro de Ciudad de México, pero en esta ocasión lo que movió a la gente no fue la indignación, sino la euforia desatada por lo que durante décadas parecía imposible de vislumbrar: un presidente de izquierda en México.
Durante la campaña electoral, López Obrador ya había avisado de que si ganaba las elecciones habría una fiesta tan grande que todos pasarían el 2 de julio «desvelados», y así fue: más de 80.000 personas lo recibieron en la mítica plaza del Zócalo al grito de «¡presidente, presidente!».
Foto: Abraham Tovar
Pocos minutos después del cierre de los colegios electorales, todos los candidatos a la presidencia reconocieron la victoria del izquierdista, lo que aceleró una ansiada celebración que acabó derivando en un baño de masas histórico.
El sonido de los claxons se convirtió en la banda sonora del Paseo de la Reforma, que cruza la capital mexicana, mientras decenas de miles de personas se concentraban delante de un céntrico hotel donde López Obrador dirigiría su primer discurso como presidente electo de México.
Delante de tres pantallas gigantes y bajo la emblemática Torre Latinoamericana teñida de los colores de la bandera de México, miles de ciudadanos emocionados y esperanzados aplaudían el discurso transformador de López Obrador y vitoreaban al unísono: «¡Es un honor, estar con Obrador!» y «¡Sí se pudo!».
Foto: Abraham Tovar
Las referencias más aplaudidas tuvieron que ver con la defensa de los pueblos indígenas y de las libertades sexuales, algo que conmovió profundamente a Enrique, quien ondeaba emocionado la bandera arcoiris.
«Lo que es importante es la composición de la gente que está aquí porque representa el pueblo de México, están todas las clases sociales», explicó a Efe tras definir el triunfo de López Obrador como «una victoria largamente anhelada».
Al acabar su discurso, en el que hizo un llamado a la «reconciliación nacional», López Obrador se desplazó hasta la emblemática plaza del Zócalo de Ciudad de México, donde años atrás había liderado multitudinarias manifestaciones por considerar fraudulentos los resultados de las presidenciales de 2006 y 2012.
Esta vez, sin embargo, tocaba una celebración histórica y las calles del Centro Histórico se cubrieron de ríos de gente sin precedentes que desembocaron en el Zócalo entre cánticos, grupos de cumbia, disfraces de López Obrador e incluso cantantes de ópera.
«Estoy feliz porque por fin podemos llegar al Zócalo celebrando y no solo protestando», explicaba un músico que recorría el centro.
Hacia el Zócalo también se dirigía ilusionada Ana Mireya, una jubilada que definió el triunfo de López Obrador como «lo mejor que le ha pasado a la patria en muchos años».
«Los mexicanos tenemos que construir el futuro entre todos pero sí necesitábamos un líder como Andrés Manuel, un hombre íntegro en toda su expresión», añadió.
El candidato izquierdista había avisado de que si no ganaba por culpa de un fraude electoral, alguien tendría que «amarrar al tigre», en alusión a las protestas ciudadanas.
Pero al final no hubo que amarrar a nadie y el único felino que se dejó ver fue un gran tigre de papel que serpenteaba las calles al son de la música, como el «Cielito lindo» que una mujer tocaba virtuosamente con un contrabajo.
«Mi temor era un fraude electoral pero el triunfo ha sido contundente», explicó Laura Elena, quien advirtió de que ahora es necesario un «trabajo intenso» porque a López Obrador le entregan «un país con las arcas vacías».
En el Zócalo, donde no cabía ni un alfiler, hubo un ruido ensordecedor cuando López Obrador prometió desde un escenario que no va a fallar a los mexicanos: «Cumpliré los tres principios básicos de no mentir, no robar y no fallar al pueblo».
Debora, una francesa que lleva 30 años viviendo en México, explicó que nunca había visto «una peregrinación con tanto entusiasmo» como la de esta noche y deseó que en esta nueva etapa para México «se cambie todo lo que está podrido».
«Hoy no ganó Andrés Manuel, hoy ganó México», sostuvo Tania, una joven actriz envuelta en la bandera mexicana que aseguró que los ciudadanos están «hasta la madre (hartos) de corrupción, violencia, muerte y no tener empleo».
«Por fin se hace realidad», decía un chico que sostenía una portada de un periódico que titulaba «López Obrador, presidente».
Pasada la madrugada, se fue vaciando poco a poco el centro capitalino, dejando un rastro de confeti mientras todavía resonaban las últimas cumbias de aquellos que se negaban a dar la fiesta por concluida en un país poco acostumbrado a grandes celebraciones.
Con todo, algunos se fueron a dormir con la sensación de haber hecho historia y otros con ganas de poder seguir la fiesta dentro de pocas horas con una victoria de México en el Mundial de fútbol.
Foto: Abraham Tovar