Brasil cambia de rumbo hoy, cuando deberá elegir nuevo presidente entre 12 aspirantes que cubren un amplio arco político, aunque según las encuestas ya solo cuentan 2: Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), derechista, y Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), izquierdista.
La encuestadora Ibope indica que Bolsonaro tiene 32% de intención de voto, contra 23% de Haddad, 10% de Ciro Gomes (Partido Democrático Laborista, centroizquierda), 7% de Geraldo Alckmin (Partido de la Social Democracia), 4% de Marina Silva (REDE, ecologista) y 2% de Henrique Meirelles (Movimiento Democrático Brasileño). La firma Datafolha dio 32% a Bolsonaro, 21% a Haddad, 11% a Gomes, 9% a Alckmin y 4% a Silva.
Bolsonaro es un capitán retirado del Ejército, diputado por más de 20 años, de punzantes opiniones autoritarias y quien lleva como candidato a vicepresidente a un general, Hamilton Mourao, pasado a retiro en febrero por declaraciones en favor de que los militares intervengan en casos de “caos político” en el país. Su eslogan de campaña es “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Haddad es un economista que fue ministro de Educación y alcalde de Sao Paulo, aspirante a vicepresidente en la fórmula del ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, quien no pudo ser candidato, pese a encabezar todas las encuestas, por haber sido condenado a 12 años de cárcel por corrupción. Ahora la candidata a la vicepresidencia es la periodista Manuela d’Avila, líder del Partido Comunista de Brasil. Y el eslogan, obvio, “Haddad es Lula, Lula es Haddad”.
Otro indicador de la polarización es que ambos favoritos son los más rechazados: Bolsonaro por 42% y 45% de los brasileños, según Ibope y Datafolha, y Haddad por 37% y 41%, según los mismos sondeos.
El rechazo a Bolsonaro además se ha mostrado militante entre las mujeres (52,5% del electorado), que hace una semana organizaron manifestaciones bajo la consigna “Él no”, contra el candidato que tildan de machista, racista y homofóbico.
Centro arrinconado. Las fuerzas del centro político han sido arrinconadas por la polarización surgida en el contexto del débil desempeño y fuerte rechazo al gobierno de Michel Temer, y del descontento por los escándalos de corrupción Lavajato, con la constructora Odebrecht como gran acusada, y Petrojato, con Petrobras implicada, según los analistas consultados por El Nacional.
“La polarización creció con la prisión del ex presidente Lula, la fragmentación del centro político con varios aspirantes y la fuerza del candidato de la derecha, Bolsonaro, que lleva a Haddad a diferenciarse aún más, en el otro extremo”, observó Janina Onuki, directora del departamento de relaciones internacionales de la Universidad de Sao Paulo.
También es “resultado de la crisis políticoeconómica y principalmente del proceso de impeachment de la presidente Dilma Rousseff, que generó una profunda escisión en la sociedad brasileña, con reflejos en las elecciones de este año, así como de la judicialización de la política y politización del Poder Judicial, que produjo inestabilidad institucional e incredulidad en la justicia”, señaló André Luiz Reis da Silva, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
Para Fidel Márquez, de la Iniciativa Brasil en la George Washington University, en ese país se observa “una frustración general, un descontento compartido por las élites y la gente común ante un sistema que perciben como corrupto, agotado e incapaz de resolver preocupaciones inmediatas, especialmente mantener la estabilidad económica y combatir la criminalidad”.
Ese vacío, según Reis da Silva, “permitió el ascenso de un discurso de ultraderecha representado por la candidatura de Bolsonaro, outsider del propio sistema político”, mientras que el centro quedó reducido por el proceso de impeachment, la bifurcación de la sociedad en proyectos antagónicos, y el débil desempeño y fuerte rechazo al gobierno de Temer, que representaría a los partidos centristas”.
A segunda vuelta. El avance de la polarización prácticamente ya decretó el pase a segunda vuelta, el 28 de octubre, de los dos aspirantes mejor situados tras la primera medición de fuerzas hoy. “Y esa prueba definitiva va a forzar coaliciones, para captar los votos de las opciones centristas, bajo la sombra de una amenazante alta abstención”, expuso Carlos Romero, profesor de ciencias políticas jubilado en la Universidad Central de Venezuela.
Pese a que el voto es legalmente obligatorio en Brasil, en lo que va de siglo la abstención ha bordeado 20% y podría dispararse aún más este año, por el clima de desencanto señalado, lo que resultaría ventajoso para quien obtenga más votos válidos.
De los 209 millones de habitantes que tiene Brasil, algo más de 147 millones mayores de 18 años están habilitados para elegir al presidente y al vicepresidente, a 54 de los 81 senadores (el tercio que permanece fue elegido en 2014), a la Cámara de Diputados (513 integrantes), a los gobernadores de 26 estados y el Distrito Federal, y a los cuerpos legislativos de esas regiones.
Un nuevo vecino
La política exterior brasileña ya sufrió un cambio fuerte con el ascenso del gobierno de Michel Temer, que le imprimió una agenda de ideología neoliberal y conservadora, y debilitó la visión autonomista de la diplomacia brasileña, dice Reis da Silva. En el caso de Venezuela “tomó partido en la cuestión del conflicto interno, lo que inviabiliza a Brasil como mediador de la crisis. Un mediador debe echar agua al fuego, y no más gasolina”.
Si la izquierda gana, Brasil vería que Venezuela “necesitaría la formación de un grupo de apoyo y diálogo, que trabajara en una solución a la crisis. No le interesa a Brasil una crisis en un país vecino, con potencial desestabilizador para toda la región”. En general, es de esperarse un retorno a la inversión en la integración suramericana y acercamiento con los vecinos para hacer frente a los cambios y desafíos planteados por la reestructuración internacional. Si ganase Bolsonaro, puede esperarse una “defensa de una solución conjunta suramericana con el gobierno estadounidense ante la crisis venezolana” y, en general, apoyo a los proyectos de Estados Unidos en relación con América Latina.
El analista Fidel Márquez apunta que la política exterior no ha asomado como prioridad en la campaña para ninguno de los candidatos, concentrados en temas como la recuperación económica, la corrupción y la inseguridad. “Bolsonaro ha sido el único en referirse a Venezuela, desde un pesado sesgo ideológico, denunciando el socialismo como un sistema empobrecedor y dictatorial. Son ataques que buscan mantener la polarización anti-PT”.
Para Janina Onuki “habrá cambios” con respecto a la política seguida por Temer, “pero habrá que esperar el resultado de las elecciones para apreciar en cuál sentido van a caminar”.