Tras la entrada en vigor de una tregua por seis meses, el gobierno de Colombia y la guerrilla del ELN iniciaron en Caracas el cuarto ciclo de sus negociaciones de paz, con el objetivo de acordar «alivio humanitario» para las zonas más golpeadas por el conflicto.
En el ciclo previo, celebrado en La Habana en junio, las partes pactaron un cese al fuego bilateral por seis meses, con verificación de la ONU, que entró en vigor el pasado 3 de agosto. Ese mismo día el presidente de Colombia, Gustavo Petro, sostuvo un inédito encuentro en Bogotá con los jefes negociadores del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Ahora, las delegaciones tendrán conversaciones hasta el 4 de septiembre en Caracas.
«Nosotros queremos proponerle a la otra delegación que avancemos para que este ciclo sea el ciclo de la gente, la gente que vive en los territorios más afectados por el abandono y la violencia», dijo Otty Patiño, representante del gobierno colombiano en la mesa de paz.
«Si me preguntaran un resultado de este ciclo cuál es, (respondería) que los instrumentos que ha creado la mesa, que es la participación (de la población) y el cese (al fuego), de verdad les lleven un alivio humanitario a las poblaciones y ciudades que más sufren», señaló por su parte Pablo Beltrán, líder de la delegación del ELN.
«Hay que mirar cómo en concreto se lleva alivio a las ciudades y regiones que hoy están sufriendo más el conflicto», agregó.
Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, país garante, dijo que los alivios a las zonas afectadas son «un objetivo inaplazable».
«Quiero ratificar toda la buena voluntad, toda la disposición de Venezuela, de nuestro gobierno para ayudar a Colombia a construir la paz», dijo más tarde Nicolás Maduro durante su programa semanal.
Maduro aseguró además que «la paz es urgente en Colombia». «La paz en Colombia es la paz en Venezuela, la paz en Suramérica, todo el apoyo a estas negociaciones de paz, nuevamente todo el apoyo», dijo Maduro.
«Visión común de paz»
El ELN se convirtió en la organización izquierdista alzada en armas más longeva de América luego del desarme de la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas), en 2017.
Petro, que cumple un año en el poder, retomó las negociaciones de paz con esta guerrilla guevarista en noviembre de 2022, después de que fueran suspendidas por su antecesor, Iván Duque (2018-2022), tras un atentado que dejó una veintena de policías muertos en una escuela de adiestramiento.
«La consigna que nosotros no nos cansamos de repetir es que construyamos una visión común de paz», insistió Beltrán.
«No es la del gobierno, no es la del ELN, es la de todos, y que nadie se quede afuera. En ese sentido seguimos trabajando, porque en la medida que esto avance va a haber más confianza de la sociedad colombiana hacia este proceso», manifestó.
Exguerrillero de la nacionalista y urbana M-19, la misma organización rebelde a la que perteneció Petro en su juventud y que acordó la paz en 1990, Patiño propuso «hacer planes concretos donde participen los jefe de los frentes de guerra del ELN y las comunidades de esos territorios» junto a las autoridades ciciles y militares para «empujar en este ciclo que paz (…) de lo temporal a lo definitivo».
Petro también dialoga disidentes de las FARC que no dejaron las armas o las retomaron, responsables de recientes ataques que mataron a cuatro policías en el Cauca, suroeste de Colombia. Igualmente negocia con grupos paramilitares y pandillas.
La mesa con el ELN se vio empañada a principios de agosto por una denuncia de la Fiscalía sobre un supuesto plan de asesinato contra el jefe del Ministerio Público por parte de la guerrilla, que negó la acusación y dijo que se trataba de un sabotaje al diálogo.
«Aspiramos a que con la buena voluntad de cumplir y el acompañamiento del mecanismos de verificación los incidentes se puedan prever y los que ocurran se puedan resolver y llegar a febrero con un cese que le cumpla a Colombia, es un compromiso y un reto», señaló Beltrán.