A estas alturas no es ningún secreto que China busca a toda costa imponerse tanto dentro del país –esto es, controlando a los ciudadanos hasta límites insospechados– como fuera –exportando su influencia–. El país asiático no tiene escrúpulos y va camino de convertirse en la primera potencia mundial. Los expertos vaticinan que tomará la delantera a Estados Unidos antes del 2050.
En este contexto, la normativa provisional de regulación de la Inteligencia Artificial (IA) que entrará en vigor el próximo 15 de agosto es lo que China considera una ‘vía rápida’ para enjaular aún más las mentes de los ciudadanos que viven –o sobreviven– bajo el régimen de Xi Jinping.
Ministerio de la Verdad
El texto de la nueva medida estipula una serie de preceptos o reglas por las que se deben regir las los servicios de inteligencia artificial generativa similares a ChatGPT, que utilizan modelos y algoritmos para crear contenidos como textos, imágenes o vídeos.
El primero de ellos es que las IA deben respetar al pie de la letra «los valores socialistas fundamentales» y la «moral social y la ética profesional». En este sentido, queda prohibido «generar contenidos que atenten contra la seguridad nacional, la unidad territorial, la estabilidad social o los derechos e intereses legítimos de otras personas».
Por supuesto, los servicios de la IA también deben garantizar a los usuarios «la transparencia y la fiabilidad», identificando como tales los contenidos generados por dicha tecnología. Esto ya lo habían comenzado a implementar algunas aplicaciones chinas como Douyin (la versión china de Tiktok).
En última instancia lo que China busca al decir que la IA debe generar material «preciso» y «verdadero» es sumar estos programas a la lista interminable de mecanismos al servicio del todopoderoso ‘Ministerio de la Verdad’. Al igual que en la novela de Orwell, entiéndase por ‘verdad’, claro está, la visión del régimen. Es decir, que los tentáculos de la dictadura china van a asfixiar nuevamente todo intento de salirse de la raya que marca la cúpula de Xi Jinping, aferrados como están a tener bajo la lupa todos los aspectos de la vida pública y privada de la población.
Diversos proyectos de inteligencia artificial presentados por empresas tecnológicas como Baidu, Huawei o Alibaba han suscitado gran interés en el país asiático, hasta el punto de que la prensa oficial advirtió de una posible «burbuja» en el mercado debido a un «entusiasmo excesivo» sobre esta tecnología.
Sistemas de vigilancia
Dentro de los confines del territorio de Xi Jinping no hay apenas crímenes violentos. Los casos de secuestro, homicidio, o robos, son pocos en proporción al número de habitantes. Al salir bien parados en este tipo de estadísticas, el régimen saca pecho, pero el precio a pagar no es otro que la libertad.
China es actualmente el país que más cámaras tiene a nivel mundial. Según SWI, se estima que el 54 % de las cámaras del globo terráqueo se encuentran allí. No solo eso, sino que desde hace algunos años, la potencia asiática ya está implementando sistemas de vigilancia en las calles de algunas ciudades –a modo de proyecto piloto– que se utilizan para rastrear cualquier tipo de ofensa, por mínima que sea, a los valores del Partido. En base a los datos recopilados a través de estas tecnologías se toman decisiones como la de denegar a los ciudadanos permisos para salir del país o vetarles de pertenecer al cuerpo de funcionarios del Partido Comunista si detectan infracciones.
Ante la proliferación de este tipo de medidas, Alemania advirtió hace unos años que China buscaría «exportar» estos sistemas de vigilancia al resto de países en un tiempo. Las potencias occidentales que en un primer momento se apresuraron a reunirse con los inversores chinos, están tomando conciencia de que el país busca imponerse generando una relación de dependencia económica y tecnológica, pero si no se frena a tiempo las intenciones de Xi Jinping, la burbuja de control podría trasladarse a otros países en el futuro.
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