En medio del fenómeno de migración que se ha registrado en Barranquilla y el resto del país en los últimos años, diferentes organizaciones y autoridades se han dado a la tarea de crear estrategias para garantizar sus derechos tras dejar sus países de origen.
“Me ha tocado ver casos de xenofobia cuando llegué a Barranquilla, no fue en el colegio, pero sí fui testigo de un hecho”, cuenta Ángelo Estrada, quien cursa décimo grado en la Institución Educativa Distrital (IED) 161, ubicada en el barrio El Pueblo, de la localidad Suroccidente.
Ser testigo de ese hecho le causó un gran impacto al joven de 17 años y oriundo de Ciudad Ojeda, estado Zulia. Tanto, que prefiere no recordar aquel momento de los pocos que lo han marcado desde que llegó a la capital del Atlántico.
Hace dos años debió dejar su país acompañado de sus padres, quienes, buscando un mejor futuro para la familia y los menores, decidieron instalarse con grandes expectativas en esta ciudad.
Una de las misiones que se trazó la cabeza de la familia era que, pese a las circunstancias, no podían interrumpir el bachillerato de Estrada y, en medio de todo un proceso, lograron encontrarle un cupo en la IED.
Por fortuna, porque, según cuenta el adolescente, ha escuchado casos en los que sus paisanos no completaron el trámite de matrícula y debieron suspender los estudios en la escuela, tras salir de su tierra natal.
La cifra de venezolanos en los colegios del Distrito
No obstante, de los 209 mil estudiantes matriculados para el año escolar 2023 en la capital del Atlántico, más de 19 mil son niños, niñas, adolescentes y jóvenes venezolanos, según cifras de la Secretaría de Educación Distrital.
Por este panorama y el caso que tuvo que presenciar Ángelo, llegó a Barranquilla Ciudades sin Borde, un proyecto que busca hacer más amena la estadía de menores y jóvenes de Venezuela en la ciudad, a través de la construcción de aulas inclusivas en los colegios.
“Es una propuesta en directa relación a lo que deberían ser nuestros territorios, respecto a la posibilidad de poder movernos libremente de un lugar a otro en busca de mejores oportunidades y también para desarrollar nuestros proyectos de vida como seres humanos”, explica la vocera de Ciudades sin Borde en Barranquilla, Giannina Torres Pérez.
La iniciativa, motivada por el éxodo de personas venezolanas a Colombia, se enfoca en implementar una estrategia educomunicativa; es decir, desde unas líneas pedagógicas, pero también comunicacionales para promover la integración de los migrantes en las comunidades que los han acogido.
Líneas de acción con estudiantes, profesores y familias
Entre las líneas acción, se encuentra el trabajo pedagógico en cercanía con aulas inclusivas, donde desarrollan actividades con estudiantes, profesores y también con las familias, desde un enfoque integral que emplea un acompañamiento al contexto en el que viven quienes han migrado a Barranquilla.
“Nos enfocamos en que los chicos y chicas puedan reformular lo que para ellos significa la migración, independientemente de su experiencia, si son venezolanos o barranquilleros. Es decir, apuntamos a reescribir las narrativas migratorias desde una perspectiva positiva”, cuenta Torres.
Para llegar a las instituciones, priorizan las que tienen una tendencia de mayor población migrante matriculada, entre ellas las dos sedes de la IED Simón Bolívar, Por Fin, Chiquinquirá, El Pueblo y Carlos Meisel.
Han llegado así a 200 estudiantes entre los 14 y los 18 años, de octavo a undécimo grado quienes participan en dinámicas que promueven la integración en el interior de las aulas.
“He aprendido bastante sobre términos que anteriormente desconocía. Por ejemplo, la aporofobia, la xenofobia, el racismo o cualquier otro tipo de discriminación hacia personas con distintas limitaciones. Ha sido un camino de aprendizaje de todas las temáticas sociales que se viven ahora en el mundo”, manifiesta Ángelo.
Asimismo, cuenta qué es lo que más le gusta de las clases con esta iniciativa, que hace parte de la agencia de Naciones Unidas (Unops) y financiada con recursos de la Unión Europea.
“Las clases son muy dinámicas, cada clase que nos toca siempre hacemos algo distinto, ya sea un juego, una actividad. Siempre han sido juegos urbanos, nos han hecho juegos en los que tenemos que participar con el otro, conocernos más. El que recuerdo ahora es un rompecabezas en el que uno era la mitad del otro. Uno era un concepto y el otro era la palabra en sí, entonces uno tenía que buscar a su complemento”, relata.
Para el joven Estrada, se trata de un ejercicio “necesario” de aplicar en los colegios, porque señala que quedan con la capacidad de concientizar sobre el flagelo de la discriminación en diferentes espacios.
Diferentes temáticas con los docentes
Sin embargo, no solo se trabaja con los estudiantes, sino también con los docentes en diferentes temáticas, entre ellas los Derechos Humanos, no discriminación, la interculturalidad y la diversidad, migración, identidad de género, enfoques étnicos y el derecho a la educación.
Así lo explica la profesora Rosmery Campo, quien es rectora de la IED 161, donde 652 de 2.150 estudiantes matriculados en este plantel son venezolanos. Por lo que han identificado grandes retos que desde su cargo debe afrontar.
Niños venezolanos en Barranquilla
“El gran reto era de aceptación. Es un colegio que tiene dos grados diferentes a lo que tradicionalmente se maneja: un aula de aprendizaje básico y otra de aceleración. A estas aulas pertenecen niños que nunca han ido a la escuela y que van a iniciar su aprendizaje, pero se encuentran en extra edad”, señala Campo.
Se refiere a niños entre los 10 y 12 años, que han arribado a la ciudad, provenientes de Venezuela, y que no vienen con algún nivel de formación.
Es así como avanza la idea de crear espacios sin fronteras en las aulas de clases de Barranquilla, a través de Ciudades sin Borde, donde el espíritu de integración es el único requisito para ser parte de ese territorio.
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