Cuando el ejército colombiano desplegó hace 60 años sus fuerzas sobre un pequeño territorio en el sur del departamento del Tolima donde se concentraban algunas decenas de campesinos guerrilleros con sus familias, nadie podía imaginar que eso iba a detonar la fundación de la guerrilla más poderosa y longeva de la historia de América Latina.
Las FARC permanecieron en armas, según su propio relato, durante 52 años: desde 1964, cuando ocurrió la Operación Marquetalia, hasta el 2016, cuando firmaron un acuerdo de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos.
Fue más de medio siglo en el que la guerrilla atravesó por muchos cambios, pero sus líderes nunca dejaron de señalar que su lucha tuvo origen en ese territorio donde una comunidad de campesinos guerrilleros decidió hacerle la guerra al Estado en respuesta a una operación militar: Marquetalia.
La operación, llamada también Operación Soberanía, puso fin al control que habían construido durante más de tres años los campesinos en la zona. Era un territorio al margen del estado. No sin motivo los políticos de la época llamaban a Marquetalia una “república independiente”.
Pero, como explicó el fallecido sociólogo Alfredo Molano en su libro “A lomo de mula”, el que en 1964 pareció un triunfo militar total terminó siendo realmente el comienzo de la larga guerra entre el ejército y las FARC.
Marquetalia era tan esencial para la identidad de las FARC que cuando Iván Márquez, uno de sus máximos cabecillas, fundó una disidencia en 2019 la bautizó como la “Segunda Marquetalia”.
Los historiadores coinciden en que, en la historia de Marquetalia, así como en la de las FARC, el personaje con mayor protagonismo fue Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, también conocido como Tirofijo.
Marín lideró la guerrilla desde que era esa autodefensa campesina en Marquetalia hasta 2008, cuando falleció por causas naturales. Con él al mando, las FARC llegaron a tener 20.000 hombres y mujeres en armas y tenían presencia en la mitad de los municipios de Colombia.
Esta es la historia de cómo comenzó todo.
La antesala
Aunque las FARC se pusieron de acuerdo internamente para poner en Marquetalia el punto de inicio de su historia, en realidad esa guerrilla fue la continuidad de pequeños grupos que venía de antes.
La década de 1950 en Colombia estuvo marcada por un cruento enfrentamiento entre liberales y conservadores.
Era una guerra encarnizada, en la que no bastaba con matar. Expertos como el sociólogo Max Yuri Gil cuentan que, en la época, se popularizó, por ejemplo, que los conservadores les cortaran a sus víctimas el cuello horizontalmente y les sacaran la lengua por la herida para hacer referencia a la corbata roja que llevaban los liberales, una práctica que se conocía como el corte de corbata.
Esa guerra, según una comisión del Estado que investigó este periodo, fue particularmente sangrienta en el Tolima, donde dejó 35.294 personas asesinadas entre 1948 y 1957.
Fue justo en ese ambiente que Pedro Antonio Marín llegó a ese departamento y se unió a un pequeño grupo de guerrilleros liberales débilmente armado, que era dirigido por un familiar suyo. No era aún y estaba lejos de ser un guerrillero que hablara de Marx y Lenin.
Poco después, según Alfredo Molano, ese y otros pequeños grupos guerrilleros del sur del Tolima se terminaron juntando en uno solo en una hacienda llamada El Davis.
Liberales y comunistas
El Davis, contó Molano, llegó a reunir unas 2.000 personas, que eran una mezcla de campesinos liberales, como Marín, y sectores que sí tenían ideología comunista y vivían comunitariamente.
Ya desde 1949, el Partido Comunista Colombiano había empezado a promover una “autodefensa de masas” en la región.
Liberales y comunistas luchaban juntos contra la persecución de los conservadores, que tenían en ese entonces al gobierno de su lado.
Pero esa armonía se fue resquebrajando. Marulanda contó en sus memorias sobre El Davis que “cada agrupación, liberal o comunista, respondía a una concepción diferente de la lucha y realizaba su política concordante. Conformaba su disciplina. Por esta razón, el comportamiento de unos y otros era diferente, su moral no era la misma”.
Ahí, Marulanda conoció a militantes comunistas como Charro Negro y Ciro Trujillo y simpatizó con su lucha.
Pero eventualmente, se terminó desatando una guerra entre los liberales, que se llamaban a sí mismos “limpios”, y los comunistas o “comunes”.
Según registró el fallecido historiador y sociólogo Alfredo Molano para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, la mayoría de los liberales terminaron aceptando una amnistía general que ofreció el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla a cambio de dejar las armas.
Los comunistas, en cambio, no abandonaron las armas, sino que se dispersaron en pequeños grupos por varios territorios cercanos.
Marulanda hizo parte de los que no se desmovilizaron. Fue entonces cuando, junto a Charro Negro y Ciro Trujillo, sembraron la semilla de las FARC. Armaron un comando móvil de campesinos que se movía entre Marquetalia (territorio que entonces se conocía como El Támaro), en el extremo sur del Tolima, y Riochiquito, en el norte del Cauca.
Era el momento en que se libraba una lucha en todo el mundo entre comunismo y anticomunismo. Estaba pasando la Revolución Cubana y el ejército colombiano había ido a pelear del lado surcoreano en la Guerra de Corea.
En el país, se prohibió “la actividad política del comunismo internacional” y se ilegalizó el Partido Comunista.
En 1958, cuando ya llevaban años consolidando su poder político y militar en la zona los comandos liderados por Marulanda, llegó al gobierno Alberto Lleras Camargo, e impulsó un plan para conseguir la paz con esos grupos.
Gracias a ese plan, sin tener que renunciar a las armas, esos grupos se convirtieron en un movimiento agrario, Marulanda fue nombrado inspector de vías y los guerrilleros bajo su mando trabajaron construyendo carreteras.
La muerte de un amigo
Pero esa breve paz se rompió definitivamente cuando un bandolero liberal mató a Charro Negro.
Charro Negro era el mejor amigo de Marulanda, y era además su cuñado.
Tras su muerte, Marulanda volvió a las armas, reorganizó sus hombres y empezó a hacer un trabajo de agitación política entre las comunidades de la zona de Marquetalia.
Entre 1960, el año en que murió Charro Negro, y 1963, “los comandos de Marulanda ampliaron su influencia sobre una gran área del sur de Tolima y Huila y el norte de Cauca, donde, además de enfrentar al Ejército, se prepararon organizando a la población civil, construyendo trochas y depósitos estratégicos”, registró Alfredo Molano.
Asimismo, en lugares cercanos como El Pato y Guayabero, grupos en armas de orientación comunista se fueron consolidando y controlando territorios.
Los círculos de poder conservadores del país les empezaron a llamar “repúblicas independientes” y se empezó a denunciar la ruptura que suponían para la soberanía nacional.
El dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado (quien fue varias veces candidato a la presidencia y terminó siendo asesinado por las FARC más de 30 años después) expresó en un discurso de 1961: “No se ha caído en la cuenta de que hay en este país una serie de repúblicas independientes que no reconocen la soberanía del Estado colombiano, donde el ejército colombiano no puede entrar, donde se le dice que su presencia es nefanda”.
Desde 1962, el ejército colombiano empezó a ser entrenado por el ejército estadounidense en estrategia contrainsurgente.
El general estadounidense William P. Yarborough visitó Colombia ese año y propuso la creación de una estructura clandestina apoyada por EE.UU. capaz de “ejecutar actividades paramilitares, de sabotaje y/o terroristas contra comunistas”.
De acuerdo con el Informe de la Comisión de la Verdad, “el plan del gobierno para acabar con los grupos armados en estos asentamientos comunistas se llamó Plan Lazo y estuvo inspirado tanto en los lineamientos contrainsurgentes de Estados Unidos como en los aprendizajes que los oficiales colombianos habían obtenido en Corea y en sus propias experiencias”.
Operación Soberanía
Alimentada por esa doctrina contrainsurgente, llegó en mayo de 1964 la famosa Operación Soberanía (u Operación Marquetalia).
Cientos de hombres del ejército, con aviones y helicópteros, desplegaron su fuerza sobre Marquetalia. El gobierno dijo que fueron 1.200, pero la guerrilla calculó que eran 16.000.
En todo caso, para la dimensión que tenía la guerrilla de Marulanda, la Comisión de la Verdad concluyó que “el ataque fue desproporcionado”.
El Ejército fue acusado por los propios sobrevivientes de exceso de fuerza, tortura y hasta “bombardeos indiscriminados que incluyeron virus y bacterias”, según consignó la politóloga Maria Emma Wills en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.
En el periódico El Espectador se reveló que el ejército estadounidense “contribuyó en la eliminación de los bandidos”.
La operación continuó por semanas, en las que la guerrilla fue superada por los militares y el ejército recuperó el control de Marquetalia. Pero, en palabras de Alfredo Molano, “más allá de las fotografías en primera plana de los diarios y de las condecoraciones, los militares no supieron ni cuándo ni cómo se les escapó la guerrilla”.
Fue como si la guerrilla se hubiera esfumado. “Se volvió un fantasma para el ejército”, describió Molano.
El mito
Cuando todavía seguían los bombardeos en Marquetalia, la guerrilla lanzó un documento titulado “Programa Agrario de los Guerrilleros”.
Fue ahí donde proclamaron: “desde hoy 20 de julio de 1964 somos un movimiento guerrillero que lucha por el siguiente Programa”.
El primer punto de su programa era una “Reforma Agraria Revolucionaria que cambie de raíz la estructura social del campo colombiano”. Reclamaban, como ya lo venían haciendo, que la propiedad de la tierra fuera para quien la trabajara.
Marulanda describió en sus memorias las repercusiones de Marquetalia en la guerrilla así: “Al presentarse la agresión a Marquetalia, creamos una sola Dirección. Constituimos un nuevo tipo de Estado Mayor como suprema autoridad política y militar, cuidando de qué el militarismo no absorbiera todo. Establecimos la estructura militar que corresponde a una lucha extraordinariamente móvil y ajustamos la táctica a las necesidades de esa necesaria movilidad”.
Unos meses después de la operación, los grupos armados comunistas que se concentraban en los territorios de El Pato y Guayabero se unieron a la causa.
Marulanda se convirtió en el primer comandante de la nueva guerrilla. Jacobo Arenas, que venía de las entrañas del Partido Comunista Colombiano y había viajado por La Habana y Moscú, se convirtió en el líder ideológico.
Los expertos, sin embargo, hablan de Marquetalia como un mito fundacional. El ataque desproporcionado del ejército a una autodefensa campesina comunista era un símbolo funcional para una guerrilla que se empezaba a contar su historia. Como dice el informe de la Comisión de la Verdad, “como todo mito, tiene algo de verdad y algo de exageración”.
No es sino hasta dos años después, en 1966, que la guerrilla se bautiza a sí misma como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia e inicia una etapa en la que busca “impulsar la lucha de las grandes masas hacia la insurrección popular y la toma del poder para el pueblo”.
En palabras del sociólogo Daniel Pecáut, Marquetalia es “el punto de partida del relato heroico que Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, ambos líderes, van a escribir y que se va a convertir en el breviario de sus reclutas”.
Añade Pécaut: “Oficialmente las FARC se constituyen como tales en 1966; sin embargo, se impone el relato de las FARC según el cual el conflicto armado comienza en 1964”.
Y seguiría hasta 2016.
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