La reconstrucción de mama con tejido propio es la técnica más duradera y armónica con la otra mama tras el tratamiento del cáncer de mama, según la cirujana del Servicio de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid, España, la doctora Carmen Iglesias.
El tratamiento del cáncer de mama conlleva con frecuencia una extirpación parcial o completa de la mama afectada, de ahí que la reconstrucción de esta resulte fundamental para conseguir devolverle su aspecto y, al mismo tiempo, como ha afirmado la doctora, «lograr que la mujer recupere su imagen corporal, la feminidad, el equilibrio psicológico y, una vez concluido el proceso, dé por finalizada la etapa de lucha contra el cáncer».
Como cada uno de los procesos en el cáncer de mama, la reconstrucción es también un hecho individualizado, personalizado, en el que la mujer casi siempre puede optar entre varias técnicas. «La reconstrucción mamaria es un proceso que implica, al menos, dos intervenciones y ese camino por seguir se debe elegir de manera conjunta entre la mujer y el cirujano plástico», ha sugerido.
Cuando el tumor puede extirparse manteniendo parte de la mama, los cirujanos plásticos colaboran con los oncólogos para conseguir una forma adecuada de esta. Este procedimiento se conoce como cirugía oncoplástica. Si la mama debe extirparse completamente, el mejor momento para la reconstrucción es en la misma cirugía de la exéresis, según la doctora.
«De esta manera, conseguimos los mejores resultados estéticos y la alteración de la imagen corporal se minimiza. Pero, en ocasiones, no es posible, por la propia naturaleza del tumor o por la decisión de la mujer y, entonces, debemos realizar la reconstrucción en un segundo tiempo», ha añadido la cirujana.
Mantener la feminidad y la imagen corporal
El objetivo de la reconstrucción es conservar la feminidad y la imagen corporal, por la que se debe procurar que las dos mamas sean simétricas o muy parecidas. «A veces las cirugías no deben realizarse solo sobre la mama enferma, sino también sobre la sana, para ‘recolocarla’ (mastopexia), aumentarla (mamoplastia de aumento) o disminuirla (mamoplastia de reducción)», aseguró Iglesias.
Tal y como ha explicado, las muchas técnicas reconstructivas se dividen en dos: las que emplean implantes y las que usan tejidos de la propia mujer. El expansor tisular es un implante con capacidad para dilatar la piel y poder colocar en una segunda intervención una prótesis de mama. Ambas cirugías se efectúan con anestesia general y se deben separar entre tres y seis meses, según el tiempo que se necesite para conseguir un volumen adecuado de mama.
Reconstrucción autóloga
La reconstrucción de mama que utiliza los propios tejidos de la paciente (reconstrucción autóloga) tiene muchas posibles técnicas en función de la localización de la mayor cantidad de grasa: se puede elegir entre procedimientos que toman tejidos del abdomen (DIEP), la región glútea (SGAP o IGAP) o la cara interna de los muslos (PAP).
«En todos los casos se aprovecha ese exceso de grasa y piel para llevarla al tórax, donde se une a una arteria y una vena para que la grasa esté vascularizada (siga viva). Ello supone utilizar técnicas microquirúrgicas altamente especializadas», ha aclarado la doctora, quien ha añadido que el tejido que más frecuentemente se usa es el abdominal, pues el color de la piel, su textura y las características de esa grasa son los más semejantes a los de la mama. Con esta técnica, ha afirmado, no se lesiona ningún músculo y supone un beneficio estético para el abdomen, porque su resultado es el de una lipectomía abdominal estética (abdominoplastia).
«Con esta técnica, cuando la mujer adelgace o engorde, la mama reconstruida lo hará como la sana; y con el paso de los años, ambas caerán de manera semejante. Se trata, por tanto, de una reconstrucción integral de la imagen corporal», ha concluido la especialista.