Los amigos de la colombiana Liliana Moreno pensaron en tumbar la puerta de su casa en la ciudad del Doral, en el condado de Miami-Dade, en Estados Unidos.
Allí, en el parqueadero, estaba su carro perfectamente estacionado. Un Toyota Corolla color azul, pero en el hogar nadie respondía a los llamados.
Cuando llegó la Policía, forzaron la cerradura hasta ingresar. La casa de esta colombiana estaba en orden, e incluso sobre el mesón de la cocina había alimentos picados y arroz. Solo faltaba servir.
La escena descrita pasaba el 31 de mayo del 2016, a las 4:00 pm. Dos horas antes, Gustavo Castaño llamó desde Miami a Cali, donde vive la familia de Liliana.
Su mensaje alertó a los tres hermanos de la mujer de 42 años, a quienes les cayó un balde de agua fría cuando escucharon del otro lado de la línea la voz de este hombre.
Gustavo Castaño es el padre de Daniela, una niña de 8 años que tuvo con Liliana, y quien al enterarse del embarazo en el 2007 dijo que no se haría cargo de la menor argumentando que tenía una familia y que ellos no se podían enterar de su existencia.
El hombre, quien también es colombiano, conoció a Liliana en una discoteca de Miami de la cual era dueño y sostuvieron una relación corta; sin embargo, se distanciaron tras su fuerte reacción sobre la niña que venía en camino.
Liliana siguió adelante con el embarazo. Su anhelo era ser madre tras perder a tres bebés en gestación en su anterior relación. Solo seis años después, para el 2013, Gustavo quiso conocer a la niña después de verlas en un centro comercial, situación a la cual accedió la mujer.
La llamada
La llamada de Gustavo ese 31 de mayo era una total rareza, admitió Carolina, una de las hermanas de Liliana, pues jamás había hablado con él por todas las dificultades con su familiar.
También sostenían desde hacía un par de años un vínculo laboral debido a que Liliana era arquitecta y hacía negocios con el hombre, quien para entonces se dedicaba a la construcción.
En el diálogo, Castaño les manifestó a Carolina y Yamileth, otra hermana de Liliana, que no sabía nada de ella desde el sábado anterior, cuando supuestamente se reunieron para establecer los detalles de un negocio.
Por su parte, Carolina dijo que le indicó a Gustavo que el lunes 31 de mayo, a las 10:30 am, habló con Liliana, quien le deseó un feliz cumpleaños y le pidió algunas cosas de Colombia, las cuales le iba a enviar a través de Yamileth, quien ese miércoles llegaría a Miami desde Cali para viajar a los parques de Orlando.
En la conversación, contó Carolina, Liliana había manifestado que se volvería a comunicar con su familia en Cali; no obstante, para el lunes y el martes la conexión con ella se perdió y nunca volvió a atender las llamadas ni de su madre ni de sus hermanas.
Tras la comunicación de Gustavo, la familia ubicó a los amigos de la mujer en Miami y les solicitaron que les ayudaran a revisar si Liliana estaba en la casa.
Al llegar a la vivienda, contó Carolina, el carro de Liliana estaba ahí, pese a que Gustavo les aseguró que no lo había visto. La Policía y los amigos de la colombiana encontraron no solo la comida fresca, sino muchas otras cosas personales, como un bolso y sus documentos.
El detective Fernando Álvarez, director de investigaciones de Missing Children Global Network, organización estadounidense que busca a niños desaparecidos, manifestó que todos los objetos que una persona se llevaría estaban ahí, con excepción de su celular.
Para el detective, lo hallado en la casa significó que Liliana salió con apuro, situación que consideró anormal, teniendo en cuenta que estaba cerca de servir la comida para su hija y ella.
La relación
Aunque Gustavo y Liliana dejaron de hablarse por varios años, el hombre quiso acercarse a su hija con la autorización de la madre. Todo esto, manifestó Carolina, lo realizaba a escondidas de su familia.
No quería que nadie se enterara de la existencia de Daniela.
Liliana, quien era arquitecta de la Universidad del Valle y validó su título en Estados Unidos, formó una pequeña empresa que manejaba desde su casa. Tras mejorar la comunicación con Gustavo lo hizo su socio, al punto de que le daba avales y firmas para su trabajo como constructor.
La relación marchó sin complicaciones durante dos años, hasta mediados del 2015, cuando la familia de Gustavo lo desenmascaró y él les confesó, señalaron los allegados a Liliana.
Gustavo, desde ese momento, le habría manifestado a Liliana que no quería saber nada más de ella ni de la niña.
En consecuencia, la colombiana lo expulsó como socio de su empresa y para finales de ese año viajó a Cali para pasar Navidad y algunas semanas del 2016.
En su retorno a Colombia, Carolina señaló que su hermana parecía deprimida y preocupada. Le causó sorpresa que les pidiera a sus familiares las firmas de unos documentos en los cuales ellos se quedarían con la potestad de Daniela en caso de que algo le ocurriera. Liliana aludió que no tenía la vida comprada y en las avenidas de Miami había alta probabilidad de algún accidente.
Para abril del 2016, Gustavo apareció de nuevo en la vida de Liliana, pidiéndole que se volvieran a asociar y le señaló que había perdido muchos clientes; sin embargo, la petición fue desestimada.
En ese momento, la relación —afirmó Carolina— no era la mejor entre ellos. Por eso cuando sonó la llamada en Cali, a la familia le preocupó que algo malo les hubiese ocurrido.
Las pistas
El miércoles, Yamileth arribó a Miami, donde buscó a la Policía y contó que Gustavo fue quien les avisó que se desconocía el paradero de Liliana y de su hija.
La Policía lo interrogó y, al finalizar, el hombre les reclamó por haber dado su nombre a las autoridades.
En ese diálogo, Gustavo les manifestó a los oficiales que él las recogió hacia las 12 del mediodía de ese lunes 30 de mayo.
Cuando estaban en el carro habría ocurrido una discusión y Liliana le solicitó que se quería bajar. En la declaración de Gustavo, manifestó el detective Álvarez, él indicó que las dejó sobre la autopista Turnpike, sobre el condado de Miami-Dade, una carretera rodeada por maleza y algunos lagos, los cuales, como en muchas zonas de ese territorio, son hábitat de caimanes.
Para la familia de Liliana, esta fue otra mentira en la que habría caído Gustavo, pues inicialmente les manifestó que no sabía nada de ellas desde el sábado.
Pero el indicio más diciente sobre la desaparición de la madre e hija, dijo el detective Álvarez, es lo que ocurrió en la noche del jueves, horas después de que la Policía de Miami-Dade confiscara el vehículo de Gustavo, decisión que se tomó al ser este carro el último lugar donde estuvieron las mujeres, según la propia versión del hombre.
Esa noche, Gustavo se dirigió a un Home Depot, también en El Doral y muy cerca de la autopista Turnpike, para alquilar un carro. Antes llamó a sus seres queridos y se despidió de ellos.
La Policía tenía esta información, además del conocimiento de grandes transacciones con tarjetas de crédito. Así, fue hacia las 11:00 cuando los agentes lo hallaron en el parqueadero de ese establecimiento.
El detective Álvarez señaló que cuando los oficiales se acercaron notaron que Gustavo estaba pasando una cuchilla por su cuello. La reacción de los uniformados fue rápida.
Procedieron a romper el cristal del vehículo y con una pistola táser lo inmovilizaron con una descarga eléctrica. Uno de los ganchos de esta arma se ajustó en uno de sus ojos, por lo que el colombiano fue llevado de urgencias a un centro de salud, donde perdió el órgano visual.
“Él fue transportado al hospital y quedó bajo la ley que prohíbe interrogatorio durante 72 horas a una persona que haya intentado suicidarse. Desde ese momento, el abogado de Gustavo dijo que no iba a dar ningún tipo de declaración ni responder algún tipo de pregunta”, señaló el detective Álvarez.
Tras el impedimento de hablar de nuevo con Gustavo, las autoridades de Miami procedieron a armar el rompecabezas sobre los últimos pasos de Liliana.
De esta manera, empezaron a realizar la triangulación del lugar donde por última vez tuvo señal el celular de Liliana, a las 12:50 pm del lunes, solo una hora después de que el hombre las recogiera de su casa.
También hallaron las cámaras de la vía donde se ve pasar el vehículo conducido por Gustavo en compañía de Liliana y la niña, pero una hora más tarde retorna sin ellas.
Otra pista que investiga la Policía de Miami-Dade surgió luego de hacer un cerco en la bodega que alquilaba Gustavo.
Las pesquisas, contó el detective Álvarez, resolvieron que el dueño del lugar dijo que el martes, un día después de que se conociera el último rastro de las mujeres, el colombiano mostró interés sobre cómo funcionaban las cámaras de seguridad del establecimiento.
Durante la noche del martes, la bodega fue hurtada y lo único que desapareció fue el sistema de grabación de las cámaras de seguridad.
La Policía hizo la triangulación del paradero de Gustavo a través de su señal telefónica y registraba que estuvo en la zona donde fue el robo; sin embargo, para las autoridades esto no deja de ser una evidencia circunstancial, teniendo en cuenta que así como él estaba, podría haber más gente.
“La Policía intervino en la bodega, revisó la basura y encontraron papeles relacionados a Liliana. Pero todo es evidencia circunstancial, pues ellos trabajaban juntos, ella como contratista y él como constructor. Se buscó en la bodega, estaba muy limpia esa área”, dijo el detective Álvarez.
La investigación
El detective Álvarez manifestó que, desde el principio, el caso fue asignado al departamento de homicidios de la Policía de Miami-Dade y no al de desaparecidos. Teniendo en cuenta que existe la sospecha de que se trata de un acto criminal contra estas dos personas.
Para la familia, Gustavo Castaño es el responsable y consideran que tuvo motivos familiares para hacerlo.
“Uno creería que él le sacaba beneficios a mi hermana, pues le ayudaba con planos, le firmaba. Creemos que fue un problema como familiar. Tiene algo que se intuye que es por cuestiones de venganza”, manifestó Carolina.
El análisis del caso del detective Álvarez señaló que se trata de un homicidio. “Mi opinión como investigador es que acá hubo un homicidio premeditado, planificado con antelación y ejecutado, no dudo, en compañía de otras personas”, agregó.
Sin embargo, insistió Álvarez, todas las pruebas que apuntan contra Gustavo no dejan de ser circunstanciales y no tienen el peso suficiente para encausar al señalado.
Las evidencias circunstanciales, explicó, indican que una persona estuvo en el lugar o falló al decir la verdad y después la dijo; pero en Estados Unidos existe una premisa constitucional que dice que ninguna persona puede ser acusado, perseguido o procesado dos veces por una misma causa.
De esta manera, si a Gustavo lo llevaran a la Corte y por falta de pruebas lo dejan libre, al día siguiente, así se consiga toda la evidencia, ya nunca más se le podría procesar por el delito del que es sospechoso.
Ante esta circunstancia, dice Álvarez, la Fiscalía y Policía son cautelosas al proceder con un caso criminal. Ya que hasta que no se tenga la evidencia fuerte no proceden y hay casos que duran hasta 10 años en ser cerrados.
La Policía de Miami-Dade, en comunicación con El Tiempo, fue enfática en que la investigación sigue activa y los detectives están detrás de más evidencias; no obstante, no hay nuevos desarrollos para reportar.
Carolina Moreno agregó que cada 30 de mayo va hasta la casa de Gustavo en Miami. Le ruega que hable, pero se sigue manteniendo en su versión inicial e incluso ha llegado a insinuar que se fue con otra persona.
La hermana de la colombiana desaparecida añadió que cuando están frente a frente a Gustavo le tiembla todo.
“Él tiene un recuerdo de lo que le pasó cuando se mira todos los días en un espejo. No sé hasta cuando le llegará su conciencia para que hable”, finalizó. Toda la familia las sigue buscando o esperando una confesión.
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