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La metamorfosis de Garzón: de ordenar detener a Pinochet a defender al testaferro de Maduro

Por El Debate
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Ironías de la historia ayer se cumplieron 25 años de que el exjuez Baltasar Garzón cerrase el diario Egin. El antiguo magistrado que intentó pasar la gorra a Emilio Botín y escuchaba ilegalmente las conversaciones entre abogados y presos si estos eran de derechas, ayer recibió «un recuerdo» en forma de medalla del presidente Gabriel Boric. El motivo fue su decisión en 1998 de ordenar la detención de Augusto Pinochet cuando el dictador se encontraba en Londres para operarse.

La justicia universal que aplicó entonces y recordó con entusiasmo en su breve intervención en la Casa de América, no parece tenerla muy presente cuando asumió la defensa de Alex Saab, el presunto (por aquello de evitar querellas) testaferro de Nicolás Maduro.

El Baltasar Garzón justiciero del 16 de octubre de 1998, el que cerró Egin o se enfrentó al narcotráfico, se ha transformado en otra especie. Rodríguez Zapatero no se cansó en el mismo acto de hablar de una sola humanidad, pero los ejemplares nacen, crecen, decrecen y se trasforman.

Algunos entran en una metamorfosis compleja. Como le pasó a él y a su «compañera», Dolores Delgado, que no encontraba el momento para subir a paso ligero las escaleras de la Casa de América y huir de las cámaras. Tan ágil fue que Garzón se quedaba atrás y hasta la hizo esperar al descubrir que había un micrófono amigo cerca.

«Para mi como juez, como jurista, como persona, fue un honor sumarme a la historia de Chile», afirmó el juez expulsado de la judicatura. La memoria, ésta sí la tuvo fresca, le llevó a garantizar que entonces adoptó «una decisión que era la única».

En referencia a unas palabras anteriores de Rodríguez Zapatero, el abogado de Saab pidió «erradicar la palabra impunidad». Acto seguido protestó porque ésta, a su juicio, «subsiste en España» y alertó: «La extrema derecha crece y crece y no nos damos cuenta».

Nicaragua, Cuba y Venezuela en el olvido por Baltasar Garzón

A la actriz chilena que hizo de maestra de ceremonias se le habían saltado las lágrimas al recordar el terrorismo de Estado antes de dar paso a Garzón que, al menos en ese momento, no se acercó a saludarla.

El exjuez que se llevaba las manos a la cabeza por la dictadura chilena se olvidó de mencionar a Nicaragua o a Cuba porque a Venezuela no puede. No solo por el asunto en su despacho de Alex Saab, si no por sus vínculos y facturas millonarias al país por la «coordinación con la Fiscalía de España» cuando su «pareja» estaba al frente de la Fiscalía general.

Inolvidable para los españoles aquellas grabaciones de Villarejo en las que Delgado anticipaba «éxito garantizado». Esto al servicio de prostitución para extorsionar a políticos y empresarios del que presumía el excomisario, los chilenos y argentinos que ayer estaban en la Casa de América se negaba a creerlo. Eso, por no mencionar que Delgado también admitió haber sido testigo de relaciones entre colegas suyos en Colombia con menores y pese a ser fiscal de la Audiencia nacional, cruzarse de brazos.

«Chile: memoria y futuro a 50 años del golpe de Estado» pretendía ser un canto a la democracia, a las libertades y a los derechos de la «humanidad» con el golpe de Augusto Pinochet a Salvador Allende de referencia. El presidente socialista, desautorizado por el Congreso chileno, el que hasta sus colaboradores reconocerían que su gestión fue un desastre para Chile, no se merecía ese final. Como tampoco se merece Venezuela, ese régimen que, como hizo Pinochet, mata, tortura, asesina y a diferencia de él, encima arruina a Venezuela. Garzón, debería saberlo y decirlo.

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