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La insoportable levedad de Elly Schlein

por El Nacional El Nacional

Por Julio Ocampo

Es primavera y Elly Schlein (líder del PD) ha anunciado recientemente su candidatura a las elecciones europeas. Lo ha hecho con los ojos mirando aún el espectro de fascismo en Italia, ese enemigo catalizador que ayuda a las distracciones, puede justificar una hipotética inoperancia y da sentido a la existencia, siempre necesitada de tártaros. Ya lo dijo el escritor Dino Buzzati.

Lo cierto es que hace poco más de un año Elly Schlein (Lugano, 1985) se impuso en las primarias al gran favorito -Stefano Bonaccini-, heredando así el sillón de Enrico Letta. Hoy, esta jovencísima italiana nacida en Suiza trata de marcar el ritmo de un partido desnortado enlatado en una ideología que inventó Bettino Craxi hace cuarenta años. Ese socialismo moderno murió con el escándalo de Manos Limpias y el consecuente ascenso al poder de Silvio Berlusconi. Desde entonces, son innumerables los intentos fallidos por recuperar su identidad: si con Matteo Renzi viraba al centro democristiano, ahora la duda es si entonar el Bella Ciao mirando a Marx o hacer de la bandera arcoíris un manifiesto de vida. “No nos han visto llegar”, dijo la líder democrática nada más ganar en tono coriáceo. Insuflando un aire fresco,amenazaba con trascender algunos dinosaurios -líderes en la sombra-en caso de ser necesario. Sí, desde Massimo D’Alema (ex premier) hasta Romano Prodi, quien -abandonando su disfraz amigo para ponerse el de desertor-acaba de postularse contrario a las miras fijadas en Bruselas para el mes de junio.

«Ha pasado un año. Luces y sombras en la gestión de Schlein. Muy eficaz en algunos asuntos», adelanta Piero Ignazi, uno de los politólogos más importantes del país. «Ha dado al partido un corte más de izquierdas respecto al pasado más cercano. Además, está trabajando bien en temas de inmigración, erigiéndose en una dura opositora al gobierno vigente. También en el derecho a la sanidad. Ha luchado por el salario mínimo, ídem en temas de género…». Son, en definitiva, los puntos cardinales que ya aparecían en su programa cuando ganó las ansiadas primarias: sensibilidad por el medio ambiente, eliminar el Jobs Act de M. Renzi para evitar desigualdades en el trabajo, derechos civiles, legalización del cannabis, retorno a la producción energética nuclear, autonomía regional, ley pro eutanasia, instrucción pública y “una misión humanitaria para socorrer en el mar” (Elly dixit), además de reformar la reglamentación de Dublín en temas de asilo y la concesión del ius soli, la ciudadanía italiana a niños extranjeros nacidos en el país.

Pese a que el profesor Ignazi reconoce la coherencia en muchas ideas, rápidamente reporta un problema para ejecutarlas a la perfección. «Para ir al gobierno, para ganar las próximas elecciones hay que construir alianzas, y aquí no le fueron bien las cosas a la líder dem». Y es que, si dentro de su fuerza política sufre la falta de cohesión para interpretar ciertos argumentos, los pactos fuera se han convertido en utopías.

Conte y el Cinco estrellas

En temas de polis, de política, Elly Schlein ha demostrado destreza, eficiencia y determinación. El problema es que Italia, antropológicamente, es un animal de los pactos, y estos imperan incluso delante de cualquier ideología. El Bicameralismo perfecto, surgido para evitar un Fascismo dos, precisamente lo que obliga es scendere a compromessi. Ahí está el aliciente, pero también el problema.

Lo curioso es que aquí comenzó bien su andadura. Con slogans bien claros. De hecho,su fraseleit motiv fue «solos no se gana nunca». En este caso tanto ella como Giuseppe Conte (líder del M5Estrellas) llevan un año persiguiéndose mutuamente para terminar de alejarse más. Ambos se han manifestado -junto a los sindicatos- por la sanidad y se han reivindicado contra los presupuestos del gobierno, pero lejos de la realidad la sensación hoy es que están más distantes que nunca, ungidos en diatribas perentorias. «Ella aquí no ha fracasado. El tema es que el M5s va por libre». Si a eso le sumamos «su escasa inversión en la construcción y revitalización del partido, nos encontramos un PD que está languideciendo», subraya el profesor Ignazi antes de ser más explícito: «Esto quiere decir que la juventud de esta mujer no se ha transformado en una movilización del bloque, y eso le resta poder lógicamente».

El Partido Democrático actualmente carece de base y no le sobran precisamente militantes. Sí, es cierto que ha reactivado relaciones con los sindicatos para mejorar las condiciones laborales de la gente, especialmente de los más jóvenes. Y se está batiendo contra la derecha -y la Iglesia- para que no haya ninguna objeción en el aborto, pero «podría haber sido más precisa en cuestiones internacionales. Es decir: sí, está la versión pacifista de la izquierda, pero tiene que ser más clara. Luchar por la paz no debe significar abandonar Ucrania. Eso ha creado confusión, tanto dentro como fuera del PD».

El carisma

Ha pasado el tiempo, y el PD sigue caminado deprisa hacia ninguna parte. Oficialmente nació en 2007. Desde entonces, los Renzi, Walter Veltroni, Bersani, Gentiloni o el propio Enrico Letta parecen haber exorcizado la palabra socialismo reduciéndola a polvo de estrellas. Quizás por miedo a perder un electorado moderado y por no caer en nomenclaturas que consideran obsoletas, esa ha sido la praxis desde entonces. Hoy el PD es el partido más votado en Parioli (barrio burgués de Roma)… Y para enderezar todo eso ha llegado precisamente Elly Schelein, quien corre el riesgo de parecer insoportablemente leve. «Otro problema al que se enfrenta es la ausencia de carisma. Cuenta con dos caras: una pública y otra destinada a pequeños grupos, donde todo el mundo reconoce sus dotes dialécticas, su gran éxito. Pero cuando tiene que hablar desde un púlpito más alto le falta empatía, contacto emotivo. Ahí no es eficaz, y esto hace que algunos viejos senadores se alejen de su leadership. Es un partido plural con visiones diferentes dentro, sí, pero no creo que sea éste el principal problema. En el pasado hubo otras guerras intestinas mucho mayores (D’Alema vs. Veltroni) que debilitaron esta fuerza, pero hoy los tiros no van por ahí». Es el epílogo de Piero Ignazi sobre la izquierda italiana que lidera la Schlein, quien busca mecanismos de fuerza para, quién sabe, poder suceder a su némesis en Palazzo Chigi. Eso o quedarse en la nada insoportable.