Decía Churchill que “en época de guerra, la verdad es tan preciosa que debería ser protegida de la mentira por un guardián”. En nuestras sociedades democráticas, el periodismo de guerra tiene una función esencial de testimonio y vigilancia. Por eso es tan importante el rigor ético del periodista y su compromiso con los hechos.
La cobertura de la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania el pasado 24 de febrero nos muestra la oposición entre el periodismo libre y comprometido y la información dirigida y distorsionada que presenta Rusia, lo que llamamos desinformación.
Desde la perspectiva profesional, las redacciones de los medios occidentales han incorporado nuevos recursos para mejorar su cobertura informativa. Las imágenes por satélite y la verificación de datos son dos de estas herramientas especialmente valiosas.
Periodismo: nuevos recursos informativos
En marzo de 2021, la compañía Maxar Technologies, especializada en infraestructuras espaciales e inteligencia, proporcionó imágenes al gobierno de EE UU del incremento de la presencia militar rusa en las fronteras de Ucrania. Esas imágenes se fueron publicando y actualizando en medios internacionales. Se trataba de nuevos recursos informativos fiables, cuya verificación exigía poco esfuerzo.
De esta forma, se ha ido generalizando el uso de imágenes satelitales como fuente de información para los medios. Algunos profesionales del periodismo ya llevaban varios años usando este tipo de técnicas, llamadas Inteligencia de fuentes abiertas. Y son muy útiles en conflictos y en temas como el cambio climático.
Cuando se inician la invasión y los ataques contra las ciudades ucranianas, el uso de Twitter, TikTok, Instagram y otras redes se generaliza por parte de todos los medios de comunicación, particularmente los audiovisuales. De esta forma, hemos conocido testimonios de ciudadanos cuyas vidas perdían su cotidianeidad de forma precipitada. Ellos mismos comentaban para los medios el avance del ejército ruso en Jarkov, el ataque a la central nuclear de Zaporiyia, la vida suspendida en el metro de Kiev o el drama de los refugiados.
Junto a estos recursos, propios del periodismo ciudadano, todos los medios occidentales han puesto en marcha un despliegue humano y un esfuerzo informativo extraordinarios. Enviados especiales a los principales puntos calientes del conflicto y los países vecinos, análisis, artículos de opinión, mapas, infografías, recursos multimedia, extraordinarios reportajes fotográficos y mucho trabajo de verificación de datos.
En España, la mayor parte de los medios públicos y privados ha creado servicios de verificación de hechos para evitar la difusión de noticias falsas y desinformación, tan peligrosas en contextos bélicos.
En cuanto a las garantías para los periodistas, la situación parece estar variando a medida que el conflicto se recrudece. Los primeros días de la guerra los periodistas fueron respetados por el ejército ruso; pero, a medida que el conflicto ha ido escalando, la situación ha empeorado dramáticamente. El 4 de marzo el vehículo en el que viajaba un equipo de la cadena británica Sky News fue atacado por francotiradores rusos. Los chalecos antibalas salvaron sus vidas. Este ataque sienta un precedente peligroso para el trabajo profesional y la libertad de prensa.
La guerra en los medios rusos
En Rusia, la mayor parte de los medios están controlados directa o indirectamente por el Estado o por grupos afines al presidente Putin. Los pocos medios independientes que se mantienen encuentran muchas limitaciones a su trabajo y muchos de ellos son calificados como “agentes extranjeros”.
Hoy, palabras como “guerra”, “ejército ucraniano” o “invasión” no pueden ser usadas por los medios bajo amenaza de bloqueo de la web y multa económica. Los medios audiovisuales no emiten imágenes de Ucrania, como no han mostrado imágenes de los hospitales rusos durante la pandemia. Son realidades ajenas a los ciudadanos rusos. La invasión se ha presentado como una “operación militar para desnazificar” una parte de Ucrania y proteger a la población rusoparlante del “genocidio”. Sin embargo, numerosos periodistas rusos se han manifestado contrarios a la guerra; han promovido manifiestos de condena y han denunciado la degradación cultural, económica y social que el conflicto significará la Rusia.
La desinformación es una técnica antigua, utilizada de forma sistemática en los conflictos armados. Rusia ha desarrollado una gran cibercapacidad para generar información falsa y desinformación en el exterior con la conocida “Agencia de Investigación de Internet” y los medios RT y Sputnik, entre otros. Los medios generan el contenido y los trolls actúan en redes sociales, generando muchas narrativas confusas, creando dudas y confundiendo hechos y opiniones. El objetivo fundamental de estas operaciones es construir y difundir argumentos favorables al gobierno ruso y a su política exterior.
Para evitar la desinformación y los contenidos tóxicos que están generando RT y Sputnik sobre la guerra en Ucrania, la Unión Europea ha decidido suspender su actividad en los países comunitarios.
La respuesta rusa no se ha hecho esperar. Primero, prohíbe el acceso a Twitter y Facebook y, a continuación, el parlamento ruso aprueba una ley que prevé penas de 15 años por difundir información considerada falsa por el gobierno. Ante el riesgo que entraña esta medida, la mayoría de los grandes medios occidentales –BBC, Bloomberg, RAI, TVE, Agencia EFE, CNN, ARD, entre otros– han decidido abandonar Moscú, iniciando un apagón informativo del país.
La creación de un relato propio e interesado de la guerra por parte de las autoridades rusas parece estar creando otro campo de batalla en el que la verdad es la primera víctima de la guerra, como afirmó en 1917 el senador estadounidense H. Johnson. La libertad de información es un bien frágil que debemos proteger en todos los escenarios, especialmente si se pretende utilizar como arma de guerra.
María José Pérez del Pozo, Profesora de Relaciones Internacionales, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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