Clai Lasher-Sommers alterna entre las lágrimas y la furia al hablar de la producción de armas en su estado natal de New Hampshire, uno de los principales vectores de esta muy rentable industria en Estados Unidos.
Hablando a poca distancia de la casa en la que un padrastro abusivo le disparó con un rifle de caza cuando tenía 13 años de edad, la sobreviviente convertida en activista dijo que piensa mudarse, solo para alejarse de los fabricantes de armas.
«No quiero estar cerca de ellos y del daño que perpetúan todos los días. Quiero que cierren, pero eso no va a suceder», enfatizó.
New Hampshire, el pequeño estado del noreste que produce la mayor cantidad de armas de fuego en el país desde 2015, ha canalizado millones de armas a un ya inundado mercado interno en una nación devastada por una epidemia de muertes por armas de fuego.
«Los fabricantes de armas son los grandes responsables»
Es poco probable que las tragedias recientes interrumpan ese flujo en un estado en el que un legislador puede caminar por los pasillos de la legislatura con su pistola, las armas no son necesariamente culpadas de los tiroteos mortales y las empresas del sector generan miles de empleos.
«Definitivamente es una situación de David contra Goliat», lanzó Melissa Rigazio, otra activista local contra la violencia armada, sobre los esfuerzos para confrontar a la industria. «Los fabricantes de armas son los grandes responsables de lo que está pasando», sostuvo.
Uno de los mayores fabricantes de armas del estado es Sig Sauer, una empresa ubicada en la ciudad de Newington y cuya planta, en la que ondea la bandera estadounidense, está rodeada de carteles de «prohibido el paso».
El otro peso pesado local es Ruger, a unas dos horas en auto en Newport.
Ninguna de las dos empresas accedió a las solicitudes de la AFP para una entrevista o una visita a sus respectivas fábricas.
Entre ambas, esas dos firmas produjeron más de 1,7 millones de rifles y pistolas en New Hampshire en 2020, un año en el que las compras de armas de fuego se dispararon en razón de la pandemia de covid-19, protestas masivas y una controvertida elección presidencial.
Ausencia de restricciones
Poco más de ocho millones de pistolas y rifles salieron de planta en el estado entre 2015 y 2020, alrededor del 17% del total nacional, según las cifras gubernamentales más recientes.
Mientras que gigantes como Texas (sur) tienen más negocios relacionados con las armas, New Hampshire es el estado con más gente empleada en esa industria en relación al número de habitantes, así como en producción e impuestos vinculados a ella, según el grupo industrial NSSF.
El estado, cuyo escudo reza «Vive libre o muere», es desde hace largo tiempo sede de numerosos fabricantes de armas.
Un factor clave que distingue a New Hampshire de sus vecinos Nueva York (este) o Massachusetts (noreste) es la ausencia de restricciones al porte de armas.
La mitad de los 50 estados del país permiten a quienes tienen licencia para comprar armas pasearse con ellas en público sin un permiso especial.
Los fabricantes de armas instalados en estados que han endurecido las normas de control se han trasladado hacia otros más amigables con esta industria.
Mike Hammond, asesor legislativo del grupo de defensa Gun Owners of America, dijo que eso fue lo que sucedió en el estado oriental de Connecticut luego de la matanza de la escuela primaria Sandy Hook de la ciudad de Newton, en 2012, en la que 20 niños fueron asesinados.
«Después de Newton Connecticut prohibió ciertos tipos de armas de fuego que se producían allí. ¿Adivina qué? El fabricante de armas de fuego se fue de Connecticut».
Según Hammond, aunque New Hampshire ha fabricado millones de armas, la violencia con armas de fuego ocurre principalmente en otras partes de Estados Unidos.
«Las armas no mataron a mi hijo»
Una de las trágicas víctimas de las armas de fuego en New Hampshire fue el hijo de 22 años de Amy Innarelli, Chandler, quien fue asesinado a tiros en 2020 mientras esperaba a su novia y su hijo pequeño.
Vestida con una camiseta naranja con la foto sonriente de su hijo en una vigilia contra la violencia armada en Manchester, la ciudad más grande del estado, Amy Innarelli considera que el problema es complejo y requiere de una respuesta compleja.
«Las armas no asesinaron a mi hijo, lo hizo una persona», opinó.
Para Lasher-Sommers, en cambio, es innegable que el acceso a las armas es el núcleo del problema. «Es el arma, es el arma», declaró firme a la AFP esta mujer de 65 años de edad en su casa de Westmoreland, un pequeño pueblo cercano a la frontera con Vermont.
En la otra punta del espectro, John Burt, un diputado del parlamento de New Hampshire que se dedica a luchar contra las restricciones a las armas de fuego, llevaba un broche con forma de revólver en la solapa de su saco y una pistola enfundada en su cinturón cuando fue entrevistado por la AFP.
«Los fabricantes nos ayudan a seguir siendo un estado pro-armas», dijo. Y agregó: «No queremos que se vayan».
El parlamento local no permite que se ingrese a las sesiones con agua o alimentos. «Pero puedo tener mi arma», señaló Burt entre risas.
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