Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas celebradas en España el pasado 28 de mayo revelaron una desaprobación del gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos. El anticipo exprés de las generales, anunciado el mismo 29-M, y el resultado obtenido anoche, muestran que el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, supo leer los resultados en clave nacional.
Es difícil saber si el voto económico atenuó o intensificó el castigo del 28M, con una economía fuerte a corto plazo (elevada tasa de crecimiento), pero débil a largo (estancamiento del PIB en la gestión del gobierno).
El efecto de las cuestiones políticas y morales es más claro: la derecha creció el 28M por el rechazo a los pactos del gobierno con partidos como Esquerra o Bildu y por presentarlo como un gobierno cómplice de violadores e independentistas.
Qué falló en las predicciones
El clima político no suele cambiar mucho en dos meses, con lo que cabía prever que quienes votaron contra Sánchez o su gobierno en mayo se reafirmaran en ello el 23J. Sin embargo, en la ecuación del 23J entraban muchos factores nuevos que dificultaban las predicciones y las extrapolaciones de unos comicios a otros:
- La derecha se beneficia de la retirada de Ciudadanos, que no se ha presentado el 23J.
- Los partidos medianos tienen menos músculo municipal que PSOE y PP, con lo que lo normal es que obtengan mejores resultados agregados en elecciones generales. La diferencia entre las generales de abril de 2019 y las municipales de mayo de 2019 fue de 6,7 puntos porcentuales para Vox y 3,8 para los precursores de Sumar (UP, En Comú Podem, Más País, Compromís y otros). En promedio, las encuestas más recientes de 40dB, YouGov, Sigma Dos y GAD3 para el 23J estimaban premios para la general del 23J de 5,4 y 7,0 puntos, respectivamente, lo que sugería una sobrestimación de Sumar.
- Los partidos medianos batallaban en circunstancias adversas. La posibilidad real de un cambio de gobierno amenazaba con reducir el “voto gamberro” a Vox y favorecer el voto útil al PP, de manera similar, pero menos acusada, a lo que sucedió en las autonómicas andaluzas. La absorción de Podemos por Sumar (similar a una OPA hostil del mundo empresarial) generó una “huelga de brazos caídos” en Podemos que podía menoscabar los apoyos a Sumar, algunos de los cuales podían irse al PSOE y otros, a la abstención.
- Los ciudadanos tienden a castigar a “sus” partidos en elecciones de segundo orden como las europeas o las midterm estadounidenses, pero suelen ser más benévolos en las generales. Además, muchos votantes del PSOE podían considerar que el castigo del 28M fue suficiente y no repetirlo dos meses después.
- El PSOE ha hecho una campaña bastante exitosa, sin errores propios o ajenos como los que oscurecieron su campaña para el 28M, y ha logrado sembrar dudas sobre la figura de Feijóo y su credibilidad.
En cambio, PP y Vox se enredaron en turbulentas negociaciones para la conformación de gobiernos autonómicos y municipales, con lo que, lejos de movilizarlo, enfriaron a su electorado durante todo el mes de precampaña. La excepción fue el principal debate electoral, saldado con la inesperada derrota de Sánchez en el mano a mano con Feijóo.
- La reiteración de elecciones suele reducir la participación electoral y, en principio, unas elecciones en la tercera semana de julio también deberían desincentivarla. Es difícil anticipar los sesgos partidistas en la participación provocados por el cansancio electoral y por las dificultades por votar en vacaciones, lo que abría una fuente de incertidumbre adicional.
Encuestas equivocadas
Las casas de encuestas recogían desde el principio una victoria de la derecha, aunque el margen se iba estrechando a medida que avanzaba la precampaña. Hacia principios de julio, GAD3, Sigma Dos y YouGov le daban mayoría absoluta, y 40dB, no. En la última permitida, el 17 de julio, de estas cuatro, solo se la daba GAD3. Los tracking de última hora de GAD3 y Sigma Dos al cierre de los colegios electorales mantenían esas diferencias de predicción.
El escrutinio de la noche electoral fue de infarto y sorprendió a todas las encuestas, con un resultado mucho mejor de lo esperado para el PSOE (122 escaños, subiendo 2, mientras que ninguna encuesta del 17J le daba más de 110 escaños) y mucho peor para el PP (sacó 136, subiendo 47, pero casi todas las encuestas, diez sobre catorce, le daban al menos 140 o más), pésima para Vox (baja de 52 a 33 escaños y no es decisivo) y razonables para Sumar (pasa de los 38 de sus precursores a 31).
La formación de gobierno promete ser complicada. La derecha puede sumar 171 síes (136 del PP, 33 de Vox, 1 de Coalición Canaria y 1 de Unión del Pueblo Navarro). La coalición de gobierno suma 153 (122 del PSOE y 31 de Sumar), la coalición estricta de investidura, 159 (los anteriores, más 5 de Partido Nacionalista Vasco y 1 de Bloque Nacionalista Galego), y la coalición amplia de investidura, sumándole los que se abstuvieron en la investidura de Sánchez, 172 (los anteriores, más 7 de Esquerra Republicana de Catalunya y 6 de Bildu).
Es decir, si Junts se abstuviera, la coalición amplia de investidura tendría un sí más que la de derechas, pero si Junts votara que no, habría bloqueo.
En definitiva: asumiendo que no “baile” ningún diputado con el voto CERA (extranjero), o con el 0,05 % que queda por escrutar cuando escribo estas líneas, todo depende de Junts. Las llaves de la gobernabilidad de España están en Waterloo y dependen de Carles Puigdemont.
Andrés Santana, Associate professor of Political Science, Universidad Autónoma de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.