El estrecho de la Florida es conocido como «el corredor de la muerte» porque en sus aguas han muerto ahogadas decenas de miles de personas. Cruzar las más de 90 millas (144 km) que separan Cuba y Estados Unidos ya es un reto difícil y peligroso en una lancha o una embarcación pequeña. El cubano Elián López Cabrera lo ha logrado en una tabla de windsurf.
No es el primero en hacerlo (años atrás se documentaron al menos 7 casos) pero su hazaña es insólita. Lo hizo con una prótesis conectada al vientre para almacenar sus deposiciones, secuela de un cáncer de colon.
Este buzo y ex windsurfista profesional se lanzó al mar el pasado 23 de marzo.
Calculó que tardaría 8 horas, pero las cosas se complicaron y su travesía se convirtió en una pesadilla de más de 37 horas que casi le cuesta la vida.
Esta es su historia:
Me llamo Elián López, tengo 48 años y soy de Varadero, Cuba. Hasta hace un mes vivía allí y era instructor de buceo recreativo para el turismo.
Desde pequeño he practicado actividades náuticas de todo tipo: caza submarina, buceo, windsurf, vela y kite surf.
En 2008 me diagnosticaron un tumor en el recto bajo. Como atleta de alto rendimiento, fue una noticia bastante fuerte.
Pasé por quimioterapia, radioterapia y tres operaciones grandes a abdomen abierto hasta que en 2009 terminó con una colostomía permanente.
Cuando el cirujano me dice que hay que hacer una colostomía, mi mayor preocupación es si me puedo poner el arnés para practicar deportes acuáticos.
Él dice, no pasa nada, te lo pones ahí, eso es hacia adentro.
Parches médicos cosidos a mano
No pasó ni un año y retomé el kite surf, que es un poco menos exigente físicamente.
Un buen amigo me orientó para hacerme una irrigación: en lugar de la bolsa grande te colocas unos parches más pequeños y cómodos, que te dan más libertad para ponerte el neopreno o el arnés al practicar windsurfing y kite surf, e incluso buceo y caza submarina.
Ninguno de estos insumos para el cuidado y el mantenimiento de la colostomía los hay en Cuba, ni siquiera las bolsas tradicionales.
Mi madre es quien me confeccionaba estos parches con una bolsa que debe tener unas características determinadas. Los hacía con su máquina de coser.
Hay muchas cosas que dificultan bastante la vida con esta condición. Otros padecimientos tienen soluciones alternativas, la colostomía no. Conozco personas en Cuba que utilizan una bolsita de plástico con una cinta adhesiva y es terrible por el mal olor y la irritación.
Esta fue una de las mayores causas que me llevan a tomar la decisión de tratar de llegar acá a Estados Unidos.
Pero, además de las carencias materiales del tema de la colostomía, lo hice por el futuro y el desarrollo profesional e intelectual de mi hija.
«El viento no era como decía el pronóstico»
Hubo un momento en que dije: me voy a montar en la tabla y me voy a ir.
Lo planifiqué durante un mes y algo o dos meses máximo. Algunos me dicen, «si tú lo planificas mucho no lo haces», y probablemente hubiera sido así.
Primero vas viendo la idea, ¿se puede?, bueno, sí, yo creo que se puede, y empiezas a hacer estudios un poco más concretos, de la velocidad del viento, el rumbo y la fecha.
Lo primero fue elegir el material. Escogí la tabla donde aprendieron a navegar mi hija, mi esposa y algunos amigos, porque es una tabla que flota, bastante ancha y estable. Aunque me penalizaba en velocidad, si había un improviso, como de hecho sucedió, podía descansar un poco sobre ella, casi acostarme.
Tenía otras tablas mucho más rápidas, livianas y pequeñas, pero esta funcionaba como mi salvavidas. De hecho, gracias a esta tabla podemos estar conversando hoy.
Son casi 100 millas y mi material ya no era tan nuevo, estaba casi como yo, llegando ya al final de su vida útil (risas), así que incluí repuestos de lo que pudiera fallar: un mástil, una quilla, todo lo que no constituyera un lastre exageradamente grande o imposible de transportar.
Cuando llego a la playa ese día veo que el viento no era como había dicho el pronóstico. El día anterior había hecho un viento fuertísimo, buenísimo, pero yo lo dejé ir y dije, no, mi día es mañana.
No había salido todavía el sol y veo que el viento está flojo. Y me preguntan, ¿vas a salir así? Esto no es lo que esperábamos. Y dije, sí, yo voy a salir así.
Y quizá si no hubiera salido ese día no habría salido nunca. Porque si te pones a considerar los riesgos hay muchísimas cosas que pueden salir mal, estás solo, no tienes comunicación, no tienes a nadie que te rescate.
Sin agua para beber y a merced de las olas
La primera etapa era salir de las aguas territoriales de Cuba sin que me persiguieran los «guardafronteras». Esa fase fue bastante estresante, ya que por la escasa fuerza del viento se demoró bastante. Además me topé con un par de barcos grandes y tienes que esconderte, no vas a la velocidad que tú desearías.
Ya cuando me alejo viene la otra parte.
Las condiciones del mar en el estrecho entre la costa norte de Cuba y el sur de la Florida son bien complicadas. Las olas grandes no me preocupan, en definitiva son lo que buscamos en este deporte. El problema es el desorden que hay ahí en el mar, que tú dices… ¡pero qué está pasando! Parece un río en algunos lugares porque la corriente viene de una dirección y a 500 metros viene de la otra.
Y entonces el viento va disminuyendo aún más. A veces es normal que sobre mediodía suceda esto, pero iban pasando las horas y no acababa de aumentar. Cada vez se hacía más presente la realidad de que no iba a llegar en un día.
Afortunadamente, sobre las 3:00 pm comienza a crecer bastante el viento y es como una inyección de esperanza. Con mucha adrenalina logro cubrir una gran distancia en un tiempo prudente. Eso me acerca bastante a las costas de acá.
Me doy cuenta de que es inevitable que me agarre la noche, pero estaba a una distancia que con esa velocidad de viento eran un par de horas para vencer al día siguiente.
En la noche no puedo navegar porque el estado del mar empeora y, como hay muy poca visibilidad, podría tropezar y caerme; y si me doy un golpe fuerte estoy frito; me puedo lesionar y estoy por mi cuenta, no hay quien me ayude.
Acostado sobre la tabla descansas un poco, es cierto, pero dormir es imposible, ni siquiera relajarte, porque estás a merced del viento, el oleaje, e incluso tenía que estar jalando con una mano la cuerda.
En medio de la noche una ola me tira al agua, pierdo mis espejuelos (gafas) de visión y eso también me dificulta la lectura del GPS. Muchas pequeñas cosas que fueron sucediendo me fueron llevando a un estado complicado, a algo serio que casi termina mal.
Por la noche perdí parte de mi reserva de agua y al amanecer, cuando saco el último pomo (botella) que me quedaba y voy a darme un buche (trago), se había contaminado con agua de mar.
Salvado por una tarjeta sim
Al amanecer el viento había aflojado muchísimo y cambió un poco de dirección. La corriente que viene del golfo me había alejado un poco hacia el norte de mi rumbo planificado, pero a la vez me había acercado un poco más a la costa. Sin embargo, como había cambiado el viento ya no podía mantener el rumbo hasta el punto más cercano a la costa; entonces tenía que ir tirando como una tangente hacia otro punto más distante y un poco más difícil de alcanzar.
Afortunadamente, tras un tiempo navegando el segundo día, el teléfono que traía con una tarjeta sim de una línea de Estados Unidos comienza a recibir notificaciones. Me doy cuenta de que tengo cobertura de red y comienzo a escribir a algunos amigos de acá y allá sobre mi situación.
Me plantean avisar a la guardia costera para que para que me rescate y digo que no. Existe la posibilidad de que me devuelvan a Cuba y todo vuelva a cero, o incluso peor, porque esto implicaba probablemente perder mi trabajo y estar clasificado por las autoridades.
Dije, voy a seguir intentándolo, yo creo que puedo.
Hubo momentos en los que creía que iba a morir, porque miraba a mi alrededor y no había nada, e incluso teniendo comunicación veía que la ayuda no llegaba y me preocupaba mucho mi condición física.
Algo tan sencillo como ponerme de pie en la tabla y tirar de la escota para sacar la vela del agua me costaba muchísimo. A pesar de eso lograba hacerlo, sacaba la vela y navegaba unos metros hasta que perdía el equilibrio y me caía al agua.
Con un gran desgaste físico, sin agua ni comida, con un progreso muy lento a costa de un esfuerzo grande, me voy dando cuenta de que no va a ser posible. Pido que llamen a la guardia costera.
«¿Y tu mamá es enfermera?»
Cuando llega la lancha una persona se identifica en español: somos de la guardia costera de Estados Unidos, venimos a brindarle ayuda, usted necesita atención médica.
Al ver que me trasladan a tierra, que me van a llevar un hospital, empiezo a darme cuenta de que quizás tenga la posibilidad de que me dejen quedarme en Estados Unidos.
En la ambulancia, la enfermera me dice, ¿pero qué es eso que tienes ahí?
Le digo, yo tengo una colostomía. Y dice, sí, sé que eso es una colostomía, pero eso que tú tienes puesto ¿qué es?. Digo, es un parche. Y dice, pero yo nunca he visto eso, ¿de dónde lo sacaste?.
Eso me lo hace mi mamá, respondo. Y dice, pero, ¿y tu mamá es enfermera? Y bueno, digo, mi mamá es una mamá, una mamá de Cuba, que tiene que estar creando, que tiene que estar innovando y buscando soluciones para su hijo, ¿cómo no lo va a ser?
Al concluir los estudios y ver que estaba respondiendo bien al tratamiento, me trasladan del hospital al centro de detención de la patrulla fronteriza. Ahí el proceso normal: huellas, ADN, fotografía, una breve entrevista, y después me liberan sin darme mayores explicaciones.
Un futuro para mi hija
Ahora lo primero es regularizar mi situación legal y comenzar toda la tramitación para poder trabajar en algo relacionado con la náutica, quizás buceo, en una embarcación, en una escuela de windsurf o de kite surf, dando lecciones o rentando equipamiento.
Traer a mi esposa y mi hija es mi prioridad número uno: mi esposa es mi mano derecha, la izquierda y los dos pies, es mi enfermera, es mi dietista; ella es mi compañera en la vida durante mi enfermedad, en los años posteriores y en esta última locura.
Lo que más deseo lograr es que esté conmigo y que esté con nosotros acá también nuestra hija, que en definitiva fue el mayor incentivo para hacer esto.
Mi sueño es que mi hija tenga la oportunidad de tener un futuro diferente en un país donde las cosas son muy diferentes al país donde está viviendo, y que esté en un lugar donde pueda desarrollarse como persona, como profesional, llevar una vida diferente a la que llevábamos en Cuba.