Sobrevolando el río que serpentea en el corazón de la selva amazónica, un pájaro blanco y negro intenta alejarse de una región del norte de Brasil que los ambientalistas llaman «la nueva frontera de la deforestación».
Se trata de un milano de cola bifurcada (Elanoides forficatus), un ave rapaz cuya cola se asemeja a la de una golondrina.
La escena tiene lugar en el nórdico estado amazónico de Rondonia, uno de los más afectados por los incendios forestales.
El área más crítica se ubica en el cruce de Amazonas, Acre y Rondonia, una región casi del tamaño de España conocida como Amacro, acrónimo de estos tres estados cuyas autoridades lanzaron en 2021 un polémico proyecto de Zona de Desarrollo Sostenible con el respaldo del presidente Jair Bolsonaro.
Para Greenpeace, el objetivo real de la iniciativa es «estimular la producción agrícola» en un territorio habitado por 1,8 millones de personas.
«Esta es la nueva frontera de la deforestación», subraya Rómulo Batista, vocero de esa asociación ambientalista, con quien un equipo de la AFP sobrevoló la zona.
Amacro, dice Batista, «concentró 40% de los incendios identificados desde principios de año en la Amazonia brasileña».-
«Sol rojo»
En algunos lugares, el humo es tan denso que la visibilidad del piloto es muy reducida. El olor a quemado es casi insoportable.
En las áreas ya destruidas, el paisaje es de desolación: donde antes dominaba una espesa capa vegetal verde ahora hay enormes superficies de suelo negro o gris oscuro.
Y en las áreas que aún arden, las llamas actúan como faros en medio de las nubes de humo generadas por una multitud de focos ígneos separados por pocos metros.
De noche, vistos desde arriba, estos focos parecen pequeños volcanes en erupción.
Para los habitantes de Porto Velho, capital del estado de Rondonia, este mes de agosto ha sido particularmente difícil.
«Tengo la impresión de que hubo tres veces más humo que el año pasado. Es dañino, sobre todo para los niños que tienen problemas respiratorios», contó a la AFP Francisco Alan Ferreira da Silva, un conductor de 33 años de edad.
«Es horrible, en la mañana hay una niebla enorme, el sol está todo rojo y hace mucho calor. Y cuando abres la ventana, puedes ver partículas de ceniza entrando en la habitación», explica Joyce Milena, una ayudante administrativa de 24 años.
La deforestación y los incendios forestales se han acrecentado fuertemente bajo el actual gobierno.
Desde que en enero de 2019 asumió el poder Jair Bolsonaro, la deforestación promedio anual en la Amazonía brasileña aumentó 75% en comparación con la década anterior.
El presidente ultraderechista, que en octubre buscará la reelección, rechaza las críticas argumentando que Brasil «conserva sus bosques mucho mejor que Europa», aludiendo a los incendios que asolaron Francia y España este verano boreal.