José Raúl Mulino, quien ganó cómodamente el domingo la presidencia de Panamá aupado por el exmandatario Ricardo Martinelli, es un abogado derechista con fama de autoritario: «Voy a cerrar el Darién», prometió en campaña sobre la selva panameña que cruzan los migrantes rumbo a Estados Unidos.
A sus 64 años de edad, dejó su finca y sus caballos para ser candidato a vicepresidente de Martinelli, a quien sustituyó luego de que éste fuera inhabilitado tras confirmarse su condena por blanqueo de capitales.
Mulino, quien a última hora superó un escollo judicial que estuvo a punto de anular su candidatura de reemplazo, se impuso a otros siete postulantes con 34% de votos, nueve puntos arriba de su rival más inmediato, el centroderechista Ricardo Lombana.
Irascible y tajante, reconoce ser de carácter fuerte. «El gobierno es el que manda y, si se equivoca, vuelve y manda», afirmó hace poco.
Sin titubeos propuso como solución a la crisis migratoria «cerrar el Darién», la inhóspita selva fronteriza con Colombia por donde pasó medio millón de personas en 2023. «La frontera de Estados Unidos en vez de Texas se corrió a Panamá», aseguró.
Cuando fue ministro de Seguridad del gobierno de Martinelli (2009-2014), durante una oleada de protestas llamó a gritos «maleantes de mierda» a un grupo de trabajadores que bloqueaban el tránsito.
Aunque es confrontativo no acudió a ningún debate presidencial, muy seguro de la popularidad de su mentor, que se asiló en febrero en la embajada de Nicaragua, donde hizo campaña por él.
En la jornada electoral del domingo, tras votar visitó a Martinelli en la legación diplomática. «Vamos a ganar», se dijeron con un fuerte abrazo.
Bajo la sombra del «Loco»
El papel que jugará Martinelli en un gobierno de Mulino a partir del 1 de julio es toda una incógnita. Sus adversarios sospechan que le podría dar un salvoconducto para que salga de la embajada. Incluso, algunos piensan que será el exgobernante el que ejerza el poder detrás del trono.
Mulino debe su triunfo a los miles de seguidores de Martinelli, a quien llaman el «Loco», y que sueñan con una nueva versión de los años de bonanza económica.
«El voto de Martinelli es lo que me tiene aquí», reconoció en campaña Mulino, para quien el juicio donde su exjefe fue condenado a 11 años de prisión fue «una farsa».
Como candidato del partido Realizando Metas (RM, iniciales de su fundador Martinelli), prometió construir un ferrocarril de la capital hasta su natal Chiriquí, fronteriza con Costa Rica, y reformar el colapsado sistema de pensiones.
También construir un hospital de mascotas que se llamará «Bruno», el nombre del perro de Martinelli que lo acompaña en la legación diplomática.
«Para la izquierda… nunca»
Mulino, especialista en derecho marítimo, dirigió en 2013 la captura de un buque carguero norcoreano que, en violación de un embargo de la ONU, transportaba ocultos aviones de combate de la fuerza aérea cubana para ser refaccionados.
En la década de 1980, fue parte de la llamada Cruzada Civilista, un grupo opositor al general Manuel Antonio Noriega, quien fue derrocado con la invasión estadounidense en 1989.
Tras el fin de la dictadura, fue un tiempo canciller en el gobierno democrático de Guillermo Endara (1989-1994). En la administración de Martinelli fue brevemente ministro de Gobierno y Justicia, y luego de Seguridad.
Tras salir del gobierno, estuvo en prisión preventiva por supuesta corrupción entre 2015 y 2016, pero fue liberado por errores procesales. Dice que fue «preso político» en ese lapso.
«Sin que esto sea algo escrito en piedra, yo soy una persona de centroderecha, para la izquierda no voy a coger nunca», aseguró hace unas semanas.
Católico, Mulino está casado con Maricel Cohen, dueña de un negocio para mascotas. Afirma que le encanta pasar el tiempo, entre gallinas y conejos, en la finca que su esposa le regaló cuando cumplió 50 años.