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Jets y aviones privados: así se preparan los ricos para el coronavirus

por Avatar GDA | La Nación | Argentina

El Covid-19, mejor conocido como el coronavirus, no sabe de fronteras, ni de ricos o pobres, tampoco conoce de divisiones sociales. Eso no significa que las divisiones sociales no existan.

«Camino a París», escribió Gwyneth Paltrow en Instagram la semana pasada, debajo de una foto de ella misma en el avión rumbo a la Semana de la Moda de París, y luciendo una máscara negra. «Ya trabajé en esta película», agregó la actriz, en referencia a su papel en Contagio, el thriller de 2011. «Cuídense», añadió.

Paltrow no posó con un tapabocas cualquiera, como los de Kate Hudson y Bella Hadid, por ejemplo, que hace unos días también postearon selfies con tapabocas descartables comunes. Paltrow, la influencer de los influencers, la fundadora de Goop, optó por una elegante «máscara de aire urbana», de la empresa sueca Airinum. El instrumento tiene cinco capas de filtración y una terminación ultrasuave y agradable a la piel del rostro .

Poco importó que la semana pasada el doctor Jerome Adams le haya implorado por Twitter a la gente que no caiga en la manía de los tapabocas. El sitio web de la empresa Airinum afirmó que esas máscaras cuestan entre 69 y 99 dólares y no paran de aparecer en el Instagram de los estilistas. Incluso, están agotadas y no se conseguirán hasta el mes de abril. De hecho, se agotaron en la tienda de diseño del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que también las vendía.

En la histórica farmacia C.O. Bigelow Apothecaries, en el Greenwich Village neoyorquino, las máscaras faciales N95, que son las que efectivamente filtran virus, están agotadas desde hace semanas. Hasta ahora hay más de 300 personas en lista de espera.

«Acá vienen a comprar personas muy importantes, y suelen ser muy humildes», dice Justin O’Connor, empleado de la farmacia. «Pero ahora, con tal de conseguir una máscara, se ponen intensos y te dicen cosas como, ¿Tú sabes con quién estás hablando?».

La empresa británica Cambridge Mask Co., cuyas máscaras tienen «capas de filtración de partículas y carbono de grado militar«, ha visto multiplicarse 20 o 30 veces la demanda de sus máscaras.

Los gastos del virus

Los ricos no escatiman en gastos cuando se trata de reducir al máximo los efectos del coronavirus en sus vidas.

Los grandes ejecutivos abandonan la primera clase de los aviones comerciales y optan por los aviones privados. El jet-set redirige sus planes de viaje hacia destinos más aislados. Y los ricos en general consultan a sus médicos particulares y recurren a servicios de salud privados ante la amenaza del coronavirus.

Los interesados podrían tener mejor suerte con Olika, que fabrica una sanitizante de manos con forma de pollito que cuesta 14,62 dólares el paquete de tres. Alistair Dorward, CEO de Olika, dice que la empresa recibe cientos de pedidos por minuto, y agrega que no sabe «cuántos días más nos durará el stock».

Surcar cielos libres de virus

Gérmenes en los aviones hay siempre, hasta en las mejores épocas. Actualmente, las personas se frotan las manos en los diminutos sanitarios de los aviones, evitan comer la galletita que tuvo contacto con la bandeja, y, hasta limpian el apoyabrazos con toallitas desinfectantes.

Pero estas no son las mejores épocas.

Esta es una época en la que una tos leve a cuatro filas de asientos de distancia parece un llamado de La Parca. Los que pueden pagan lo que sea para evitar las largas filas de los controles de seguridad y el hacinamiento de los aviones. Toman vuelos privados, una atractiva opción para los pudientes que deseen escapar del tumulto de las ciudades hasta una casa segura en el campo, por ejemplo, en Colorado.

Bloomberg News afirmó que muchos ricos han optado por quedarse en sus casas de los Hamptons ante la epidemia del coronavirus. Si la cosa empeora, están listos para subirse a sus jets privados y volar a sus cabañas en Idaho. The Guardian también informó que varios ejecutivos reservaron aviones para «vuelos de evacuación» para salir de China y otros lugares afectados”.

Para el negocio del alquiler de aviones, el miedo es sinónimo de oportunidad. Southern Jet, una empresa de chárteres de Boca Raton, Florida, envió un email de marketing con la frase: «Evite el coronavirus con un vuelo particular».

Un vuelo típico de Florida a Nueva York en un jet mediano cuesta alrededor de 20.000 dólares. A partir de su email, la empresa tuvo un repunte de reservas, pero también recibió algunas respuestas tildando de «repugnante» su campaña publicitaria. Así lo relata Eric Sanchez, gerente de ventas de la compañía.

«Nuestra intención no era alentar el miedo» dice Sánchez. «Simplemente queríamos mostrar que el coronavirus puede ser una serie amenaza para la gente, y que nosotros estamos muy satisfechos de poder ofrecer un servicio que brinda un plus de seguridad».

Otros viajeros acaudalados que tenían planificadas vacaciones en países afectados, como Italia, ahora están optando por el aislamiento de los yates que se alquilan en el Mediterráneo.

Tu propia sala de guardia

Otra de las cosas que la gente siempre intenta evitar, incluso en las mejores épocas, son las salas de espera. Así que los ricos que quieren tener acceso al médico en todo momento, ahora recurren a los servicios médicos prepagos. Por unos 8000 dólares anuales, por ejemplo, la empresa de salud Sollis Health le ofrece al grupo familiar una sala de emergencias VIP en Manhattan.

Y desde el desembarco del coronavirus en Estados Unidos, las solicitudes y consultas se han disparado, comenta Ben Stein, director médico de Sollis. Stein afirma que la preocupación ha llevado a muchos actuales afiliados al servicio a acopiar antivirales contra la gripe, antibióticos y medicamentos respiratorios.

También comenta que muchos llaman preocupados por el posible abarrotamiento de los hospitales y la falta de tapabocas en el mercado.

Stein dice que una famosa actriz, afiliada al servicio prepago, llamó muy preocupada por su inminente viaje a Japón, donde debía filmar una escena que incluía un beso. Quería saber si podría evitar las salas de espera llenas de gente en caso de volver de su viaje con síntomas gripales.