1. Por diversas razones, el conflicto israelita-palestino es un tema que conozco profundamente desde que era adolescente. Sin embargo, he evitado opinar acerca de la matanza entre israelitas y palestinos que comenzó el pasado octubre ¿La razón? Hay mucha farsa en ambas partes. Sin embargo, creo que es hora de dejar algunas breves reflexiones sobre este conflicto.
2. Lo primero. Nunca me dejé seducir por los extremistas palestinos. Su causa no es Palestina sino el odio, la venganza, el extremismo intolerante, donde la religión y el ultranacionalismo son comodines para ocultar su verdadero rostro. Igual pasa con algunos “aliados” del pueblo palestino, entre ellos Irán, Isis, los talibanes de Afganistan, y algunos otros oportunistas.
3. Hamas lo acaba de demostrar. Ellos sabían que atacando a Israel el resultado iba a ser exactamente lo que estamos viendo hoy. Ellos son corresponsables directos de esa barbarie ¿Cuál era el objetivo militar del ataque a las comunidades israelitas? ¿Derrotar el ejército israelí? ¿En serio? ¿Cuál era el objetivo político? ¿Destruir a Israel para que Palestina fuese otra vez lo que era hace 80 años? Ambos objetivos ya son imposible de alcanzar. Y eso lo saben los líderes de Hamas y todas las naciones árabes ¿Entonces, cuál era el propósito de ese ataque despiadado a comunidades israelitas? Pues el único propósito era saciar odio y venganza. Palestina es la excusa.
4. Pero además de despiadados, los líderes de Hamas son cobardes. Sus líderes están escondidos bajo las piedras mientras masacran al pueblo palestino en la superficie con un saldo de más de 20 mil muertos (casi la mitad son niños). El segundo a bordo de Hamas estaba cómodamente en Beirut (mientras Gaza es víctima de un bombardeo criminal) hasta que un dron israelí acabó con su vida en una operación quirúrgica.
5. Pero el pueblo de Israel también ha tenido sus extremistas, que no entienden que no queda más camino que aceptar y enriquecer los acuerdos de paz de Oslo, firmados en Washington (1993) entre el primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, y el líder palestino Yasser Arafat, teniendo como facilitador al presidente estadounidense Bill Clinton.
6. Los acuerdos de Oslo, además de los de Camp David, han sido las gestiones más cercanas y sensatas a una solución pacífica a esta confrontación que lleva un siglo a cuestas. Allí se creó formalmente la Autoridad Nacional Palestina y se aceptó (con algunas lagunas) la conformación de un estado palestino en Cisjordania y Gaza.
7. Sin embargo, los extremistas nacionalistas israelitas, de los que Benjamin Netanyahu es uno de sus líderes, han violado permanentemente los propósitos pacificadores de ese acuerdo histórico, creando asentamientos israelitas en territorio controlado por la Autoridad Palestina, lo cual se ha convertido, además de una clara provocación, en pólvora útil para los extremistas palestinos.
8. Tanto los líderes de Hamas como Benjamín Netanyahu tienen muchas cuentas que presentar a sus respectivos pueblos. Y lo peor es que los costos de estas conductas extremistas no los asumen solamente sus líderes sino todos los demás países, especialmente los del mundo árabe, los de Europa, y Estados Unidos. Tanto Europa como Estados Unidos han pagado con muchas vidas su lealtad a Israel. Los terroristas “pro-palestinos” se han ensañado contra ellos. Por tanto, europeos y estadounidenses tienen todo el derecho a poner condiciones a los extremistas de Israel.
9. Los palestinos y los israelitas tienen que aprender a convivir en paz de nuevo. Deben pasar la página del odio y la venganza, y también del ultra nacionalismo. El mejor momento de aceptación y tolerancia que ha tenido el pueblo judío en toda su historia fue durante los 8 siglos de permanencia árabe musulmana en Europa. Ambos pueblos sinergizaron de manera maravillosa y dieron grandes aportes a la humanidad.
10. Ese espíritu es el que hay que rescatar, dejando a un lado a los extremistas. Es el único camino que queda a ambos pueblos. Lo contrario es seguir en un conflicto sin sentido y sin futuro cierto, donde los únicos victoriosos seguirán siendo el odio, la venganza y un ultra nacionalismo decrépito, y los grandes perdedores seguirán siendo los pueblos de Palestina e Israel.
11. No está demás recordar que entre el ultra nacionalismo y el racismo hay unas fronteras muy delgadas. Hitler fue un exponente de ello.