
El gobierno de Irán se muestra suspicaz ante las intenciones de Alemania de bajar las tensiones entre Teherán y Estados Unidos, y los esfuerzos de Europa por salvar el acuerdo nuclear de 2015.
El ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, aseguró que la Unión Europea trata de «compensar la retirada de Estados Unidos» del pacto y cumplir con sus obligaciones, pero reconoció que «no puede hacer milagros», a lo que su homólogo iraní, Mohamad Yavad Zarif, respondió: “El único camino para reducir estas tensiones es el fin de la guerra económica» de Estados Unidos contra Irán.
Washington abandonó de modo unilateral el acuerdo nuclear con Irán, firmado también por Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania, y volvió a imponer sanciones el año pasado a esa República islámica, que decidió recientemente dar un golpe sobre la mesa para exigir que se faciliten las transacciones financieras y su venta de crudo.
El pasado 8 de mayo, el presidente de Irán, Hasan Rohaní, anunció que su país suspendía la aplicación de algunos de sus compromisos nucleares y que dejaría de cumplir con otras obligaciones, como los límites al nivel de enriquecimiento de uranio, si no se garantizaban sus intereses en un plazo de 60 días.
Este ultimátum iba dirigido principalmente a Europa, cuyas medidas para contrarrestar las sanciones estadounidenses han resultado hasta ahora ineficaces.
Por ello, la visita a Teherán de Maas, quien había coordinado con Francia, el Reino Unido y Estados Unidos y viajó previamente a Bagdad, Ammán y Abu Dabi, tiene especial importancia.
En su comparecencia, el jefe de la diplomacia alemana insistió en que Europa quiere que Irán se beneficie del pacto, que levantaba las sanciones internacionales contra Teherán a cambio de limitar el programa atómico iraní.
En este sentido, adelantó que el mecanismo financiero para sortear las sanciones y facilitar el comercio con Irán, llamado Instex, estará en funcionamiento «pronto».
Sin embargo, Maas, quien también se reunió con Rohaní, advirtió que Europa no acepta que por «el hecho de que una parte reduzca sus obligaciones, la otra parte también lo haga».
Zarif se mostró dispuesto a colaborar con Europa y expresó su esperanza de que «los esfuerzos» de los cinco países que se mantienen en el acuerdo den sus frutos.
Al margen de las sanciones, la tensión entre Irán y Estados Unidos repuntó a finales de abril, cuando Washington puso fin a las exenciones otorgadas a ocho países a la compra de petróleo iraní y designó como grupo terrorista a los Guardianes de la Revolución iraníes.
Teherán, en reciprocidad, dio el nombre de grupo terrorista a las tropas estadounidenses desplegadas en Oriente Medio y amenazó con bloquear el estrecho de Ormuz, por donde cruza buena parte del petróleo mundial.
Washington ha presionado, además, a Irán con un aumento de su despliegue militar en Oriente Medio, con el envío de 1.500 soldados, del portaaviones USS «Abraham Lincoln», del buque de asalto anfibio USS «Arlington», misiles Patriot y bombarderos.
Sobre esta escalada, el ministro alemán dijo que Alemania y la UE actúan para evitar otra guerra como la de Siria o el Yemen ya que, aseveró, «la situación en la región es explosiva» y puede descontrolarse.
Tanto Estados Unidos como Irán han asegurado que no buscan una guerra, pero Zarif volvió a advertir hoy que aunque su gobierno «nunca» iniciará una contienda, de ser atacado, «el otro país no será el que la acabe».
En cuanto a una eventual negociación con Estados Unidos, insistió en que al haber abandonado ese país el acuerdo nuclear, el resto de los firmantes del pacto deberían primero «demostrar a Irán que esas conversaciones serían útiles».
«No se puede esperar que haya una guerra económica contra la gente de Irán y los que la llevan a cabo estén seguros», amenazó, para a continuación señalar en tono conciliador que espera que Alemania y la UE puedan desempeñar «un papel importante» para poner fin a la crisis.
Para rebajar estas tensiones, que preocupan en extremo a la comunidad internacional, también viaja a Irán esta semana el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en la primera visita en 41 años a Teherán de un jefe de gobierno nipón.
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