Un grupo de manifestantes intentó derribar la estatua de un presidente de Estados Unidos cerca de la Casa Blanca en la noche del lunes, cuando la policía de Washington trataba de dispersar la protesta con gas pimienta.
Desde la muerte de George Floyd, un afroestadounidense que fue asfixiado por un policía blanco en Minnesota el 25 de mayo, una ola de manifestaciones antirracistas y en contra de la brutalidad policial se ha extendido en todo el país.
El lunes, varios cientos de manifestantes fueron repelidos por al menos 100 efectivos policiales luego de que colocaran cuerdas alrededor de la estatua ecuestre de Andrew Jackson, séptimo presidente de Estados Unidos, que se erige en la plaza Lafayette, a pocos metros de la Casa Blanca.
«La policía nos atacó. Han tomado la justicia por mano propia», dijo a la AFP Raymond Spaine, un afroestadounidense de 52 años que limpiaba sus ojos con una solución de agua y sal.
El 1 de junio, la policía dispersó una manifestación pacífica con gases lacrimógenos y bombas de humo en esa misma plaza, minutos antes de que el presidente Donald Trump cruzara a pie desde la sede del gobierno para tomarse una fotografía frente a una iglesia que había sido incendiada la noche anterior.
En respuesta a los disturbios en los que han derivado las manifestaciones en algunas ciudades, Trump ha ordenado a las autoridades que «dominen las calles» y no ha mostrado reparos en un fuerte despliegue de fuerzas.
El mandatario también amenazó con acogerse a la Ley de Insurrección, que ha sido utilizada de forma excepcional y que permite el despliegue de las fuerzas armadas en territorio estadounidense.