La ferocidad del crimen organizado de México está llegando a unos límites indescriptibles, donde las escenas del terror más absoluto se vuelven realidad en la nación hermana. Seis de las ciudades más violentas del mundo son mexicanas: Tijuana, Acapulco, Ciudad Victoria, Ciudad Juárez e Irapuato.
Estas listas se conforman en torno a las denuncias presentadas. Por eso destaca la turística Acapulco, situada en el estado de Guerrero. La misma entidad federativa mexicana en la que fue, hace tres días, fusalvajemente asesinado Alejandro Arcos, de 43 años y alcalde de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero. Una región gobernada por Morena (el partido de AMLO y Sheinbaum) y que transcurre a lo largo de la Costa del Pacífico, tránsito fundamental en la ruta del narcotráfico hacia Estados Unidos.
Sólo seis días después de su llegada al cargo municipal, el honrado de Arcos admitió, poco antes de ser investido, que no podría hacer frente del todo al crimen organizado, mayor en poder y número que las autoridades locales. Destacó que portan armas largas más poderosas y coches más equipados contra los que no se podía competir.
El cuerpo de Alejandro apareció, hace dos días, en el interior de una furgoneta. La imagen de su cabeza, en el techo del mismo vehículo es compartida en un internet carente de sentimientos.
El asesinato del político sigue el modus operandi, habitual entre las bandas organizadas, que mediante esta fórmula de horror envían un claro mensaje para futuros candidatos que se atrevan a enfrentarse a ellos. Hace apenas tres días asesinaron, también, a Francisco Tapia, secretario del mismo Ayuntamiento. Un ejemplo que refleja la brutalidad que padece México.
Arcos pertenecía al PRI (Partido Revolucionario Institucional), considerado el centro-derecha, que ejerce como oposición a la presidenta Sheinbaum. El alcalde se habría reunido con varias personas que le habían amenazado si no hacía la vista gorda a los movimientos de las mafias y los cárteles de droga.
El valiente político advirtió que seguiría de cerca los movimientos de las mafias y los cárteles de droga. Impertérrito, y a pesar de saber que tenía las del perder, poco antes de ser asesinado confesó que no iba a ceder en su lucha contra el crimen organizado.
La localidad de Chilpancingo posee 200.000 almas asustadas que votaron contra el oficialismo de López Obrador, precisamente por la ola de violencia que les inunda.
El alcalde asesinado había ganado a Norma Otilia, perteneciente a Morena, a la que acusaron de conexiones con un famoso cartel de la zona.
En cambio, Alejandro Arcos había anunciado un plan de seguridad que denominó Blindaje Chilpancingo. Quería contratar más policías, más patrullas y mejorar los sistemas de denuncia e investigación. Pero los tentáculos de las bandas organizadas son alargados.
En vez de otorgar más seguridad o promulgar su mea culpa, el reciente Gobierno de México achacó al servidor público que «no había solicitado protección de ningún tipo» y «que acudiera solo a la reunión sin ningún tipo de escolta», aunque fue interceptado antes de su llegada a la cita.
México, asediados por las bandas
Los cuerpos desmembrados no son algo tan descabellado en Guerrero, donde en abril de hace dos años, un cártel mexicano dejó seis cabezas decapitadas en el techo de un coche en una calle de Chilapa. Los cuerpos de los hombres asesinados se encontraban desmembrados en bolsas dentro del automóvil. La escena macabra estaba acompañada de una narcomanta con un mensaje para que los oriundos tomaran la debida anotación.
En febrero de hace cuatro años los cuerpos de una mujer y un hombre fueron esparcidos en distintos puntos de la zona norte de Guerrero. Un grupo delictivo se adjudicó el crimen.
El narcotráfico posee poder y tiene una larga tradición en Guerrero, productor de opio y marihuana en la sierra, a poco más de una hora de la capital. Sus actividades principales pasan por el secuestro, la extorsión, la trata de personas, el transporte y la alimentación. Las mafias son parte de una maraña de intereses económicos y políticos que, sumada a la debilidad, cuando no abandono institucional, provoca un cóctel explosivo que hace difícil identificar sus ingredientes.
A eso hay que añadirle que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social asegura que Guerrero es el segundo estado con mayor población en situación de pobreza de todo México, sólo superado por Chiapas, con el 66 % de la ciudadanía sufriendo condiciones adversas. Además, es el segundo con mayor carencia de acceso a una alimentación nutritiva y el primero en la falta de la vivienda, lo que provoca que hasta un 25 % viva en la pobreza extrema.
La exclusión afecta a los 2.363.00 personas en situación de pobreza, de las cuales 907.629 se sitúan en el siguiente cruel nivel.
Mientras, Sheinbaum ha prometido luchar contra la desigualdad para disminuir la violencia en su plan nacional de seguridad.
Por ahora el todopoderoso crimen organizado mexicano campa a sus anchas gracias al lema de AMLO: «Abrazos y no balazos». Sin embargo Sheinbaum ha prometido no hacer frente al narcotráfico prosiguiendo la estrategia fallida de su jefe: «No va a regresar la guerra contra el narco».
En una inusitada escena violenta, con cifras récord de asesinatos, la reciente presidenta de México, sorprendentemente, huye de la confrontación al cada vez más poderoso crimen organizado mexicano.