Guardias armados impidieron el miércoles a cientos de jóvenes mujeres entrar a los campus universitarios de Afganistán, un día después de que el gobierno talibán les prohibiera el acceso a la educación superior.
A pesar de prometer un régimen más tolerante al llegar al poder en agosto de 2021, los islamistas fundamentalistas multiplicaron las restricciones contra las mujeres, apartándolas de la vida pública.
Un grupo de periodistas de AFP vio grupos de mujeres estudiantes congregadas ante las universidades de la capital, Kabul, cuyas puertas estaban cerradas y custodiadas por guardias armados.
«Estamos condenadas. Lo hemos perdido todo», dijo una ellas, que pidió no ser identificada.
«No tenemos palabras para expresar nuestros sentimientos», explicó desesperada Madina. «Nos han quitado la esperanza. Han enterrado nuestros sueños», dijo la estudiante.
Sus compañeros varones expresaron también su conmoción. «Realmente demuestra su analfabetismo y su bajo conocimiento del islam y los derechos humanos», dijo uno bajo anonimato.
«Si la situación continúa así, el futuro será peor. Todo el mundo tiene miedo», añadió.
La mayoría de universidades públicas y privadas permanecen cerradas unas semanas en invierno, aunque sus campus suelen seguir abiertos para los alumnos y el personal.
La decisión de vetar a las mujeres de las universidades fue anunciada el martes por la noche por el ministro de Enseñanza Superior, Neda Mohammad Nadeem.
La mayoría de adolescentes del país ya habían sido expulsadas de la educación secundaria, lo que limitaba notablemente sus opciones de acceder a la universidad.
El veto todavía no se había aplicado a la enseñanza superior y miles de mujeres pudieron presentarse hace menos de tres meses a los exámenes de entrada a la universidad.
Sin embargo, los centros tuvieron que adaptarse a los nuevos dirigentes aplicando una segregación por sexos o permitiendo únicamente que mujeres u hombres mayores dieran clase a las alumnas.
Diferencias internas
El líder supremo de los talibanes, Hibatullah Akhundzada, y su círculo cercano defienden una interpretación ultrarrigurosa del islam contra la educación moderna, especialmente para mujeres.
Esto choca con algunos dirigentes en Kabul, e incluso entre sus bases, que esperaban que el nuevo régimen tolerara la educación femenina.
«La última decisión ensanchará estas diferencias», dijo a la AFP un comandante talibán ubicado en el noroeste de Pakistán.
En un cruel cambio de opinión, los talibanes impidieron en marzo a las adolescentes volver a las escuelas de secundaria en la misma mañana que debían reabrir tras más de medio año cerradas.
Varios responsables talibanes mantenían que era una suspensión temporal y desplegaban una letanía de excusas, desde la falta de fondos a la necesidad de reformular el programa educativo.
Desde entonces, muchas adolescentes se casaron tempranamente, a menudo con hombres mayores elegidos por su padre.
Varias familias interrogadas por AFP en noviembre argumentaron que, con la difícil situación económica y el veto educativo, asegurar el futuro de sus hijas a través del matrimonio era mejor que tenerlas desocupadas en casa.
Presión internacional
Los talibanes también expulsaron a las mujeres de muchos empleos gubernamentales, les prohibieron viajar sin un familiar varón y les impusieron el uso del burka o el hiyab fuera de su casa.
En noviembre, las autoridades vetaron su acceso a parques, ferias, gimnasios y baños públicos.
La comunidad internacional hizo del derecho a la educación de las mujeres una condición clave en las negociaciones para facilitar ayuda humanitaria al país y reconocimiento de las nuevas autoridades.
«Los talibanes no pueden esperar ser un miembro legítimo de la comunidad internacional si no respetan plenamente los derechos de todos en Afganistán. Esta decisión tendrá consecuencias para los talibanes», declaró el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken.
Durante los 20 años que pasaron entre los dos mandatos talibanes, las chicas pudieron acudir a la escuela y las mujeres pudieron buscar empleo en todos los sectores, a pesar de que el país continuó siendo socialmente conservador.
En semanas recientes, las autoridades también recuperaron las flagelaciones y ejecuciones públicas en una aplicación extrema de la ley islámica, la sharia.