Altos generales de Estados Unidos dijeron el martes que aconsejaron mantener tropas en Afganistán para fortalecer al gobierno afgano y expresaron su preocupación de que los talibanes sigan vinculados a la red yihadista Al Qaeda.
El general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, y el general Kenneth McKenzie, que encabeza el Comando Central de Estados Unidos que abarca Afganistán, dijeron que personalmente habían recomendado mantener unos 2.500 soldados estadounidense en Afganistán.
El presidente Joe Biden ordenó en abril la salida completa de las fuerzas estadounidenses de Afganistán antes del 11 de septiembre, siguiendo un acuerdo alcanzado con los talibanes por su antecesor en la Casa Blanca, Donald Trump.
Milley, McKenzie y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, testificaron el martes ante el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado sobre el fin del despliegue de tropas estadounidenses de Afganistán.
Interrogado sobre si la retirada y la caótica evacuación de civiles de Kabul habían dañado la imagen de Estados Unidos, Milley dijo que aliados y adversarios estaban revisando «intensamente» la credibilidad de Washington.
«Creo que ‘daño’ es una palabra que podría usarse», señaló.
Milley subrayó que los talibanes «eran y siguen siendo una organización terrorista y que aún no han roto los lazos con Al Qaeda», la red que usó Afganistán como base para planear los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
«Queda por ver si los talibanes pueden o no consolidar el poder o si el país se fracturará en una nueva guerra civil», dijo Milley. «Pero debemos continuar protegiendo al pueblo estadounidense de los ataques terroristas que emanen de Afganistán», dijo.
«Una red Al Qaeda o un grupo Estado Islámico reconstituidos con aspiraciones de atacar a Estados Unidos, es una posibilidad muy real», advirtió a los senadores, aunque admitió que «es demasiado pronto para determinar su capacidad».
«Nos tomó a todos por sorpresa»
El jefe del Pentágono remarcó por su parte que Estados Unidos «no comprendió completamente la profundidad de la corrupción y el liderazgo deficiente» en las fuerzas armadas afganas.
«Ayudamos a construir un estado, pero no pudimos forjar una nación», dijo Austin.
«El hecho de que el ejército afgano, que nosotros y nuestros socios entrenamos, simplemente se haya desvanecido, en muchos casos sin un solo disparo, nos tomó a todos por sorpresa», apuntó. «Sería deshonesto afirmar lo contrario».
El secretario de Defensa dijo que Estados Unidos proporcionó al ejército afgano «equipo y aviones y el entrenamiento para usarlos», pero «al final, no pudimos proporcionarles la voluntad de ganar».
Milley también testificó sobre las llamadas que hizo a su homólogo chino, el general Li Zuocheng, al final de la presidencia de Trump, asegurando que tenían la intención de «desescalar» las tensiones y que el exmandatario no tenía intención de atacar a China.
«Lo sé, estoy seguro, que el presidente Trump no tenía la intención de atacar a los chinos», afirmó.
«Desescalar» la tensión con Pekín
«Mi tarea en ese momento era desescalar. Mi mensaje fue coherente: mantener la calma y la estabilidad y desescalar. No vamos a atacarlos», señaló.
Las llamadas entre Milley y Li fueron reveladas en el libro «Peril» (Peligro), de los periodistas del Washington Post Bob Woodward y Robert Costa.
La primera llamada fue el 30 de octubre, cuatro días antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Y la segunda fue el 8 de enero, dos días después de que los partidarios de Trump irrumpieran en el Capitolio de Estados Unidos para evitar la certificación de la victoria de Biden.
Algunos legisladores republicanos han acusado a Milley de extralimitarse en su autoridad y le han pedido que dimita. El martes, Milley defendió sus acciones y dijo que las llamadas fueron coordinadas con el secretario de Defensa, Mark Esper, y luego con su sucesor interino Christopher Miller.
Según dijo, información de inteligencia hacía pensar a Washington que Pekín temía un ataque de Estados Unidos.
«Estas comunicaciones de militares a militares en los niveles más altos son fundamentales para la seguridad de Estados Unidos a fin de desconfigurar acciones militares, manejar crisis y prevenir guerras entre grandes potencias armadas con armas nucleares», explicó Milley.
«En ningún momento intenté cambiar o influir en el proceso, usurpar la autoridad o insertarme en la cadena de mando», sostuvo Milley.
Y agregó: «Creo firmemente en el control civil de las fuerzas armadas como un principio fundamental esencial para esta república y estoy comprometido a asegurar que las fuerzas armadas se mantengan alejadas de la política interna».
Después de la publicación de extractos del libro el 15 de septiembre, el presidente Biden renovó su confianza en el general Milley.