Al Reino Unido le cuesta digerir la idea, defendida por amigos estadounidenses de Meghan, de que la ex actriz mestiza fue víctima de racismo desde que entró en la familia real británica y eso contribuyó a su decisión de abandonar sus funciones reales.
En cualquier caso, el debate se abrió en los últimos días tras el inesperado anuncio por parte de la duquesa de Sussex y su esposo, el príncipe Harry, nieto de Isabel II, de que abandonaban su papel como miembros de primer plano de la realeza.
Y la idea de que el racismo haya desempeñado un papel, en lo que ya todo el Reino Unido tilda de «Megxit», provocó malestar.
Ya en el inicio de su relación, en noviembre de 2016, Harry difundió un comunicado para denunciar «las insinuaciones racistas de algunos comentarios» de prensa, y «el sexismo y el racismo en las redes sociales» contra su novia.
Quedó marcado en el recuerdo, el tuit de un presentador de la BBC justo después del nacimiento de su hijo Archie en mayo. En el tuit y junto a la foto de una pareja que daba la mano a un chimpancé, escribió: «El bebé real sale del hospital».
Su autor, Danny Baker, fue inmediatamente expulsado del medio público.
«ADN exótico»
También resultó molesto un comentario de Rachel Johnson, hermana del ahora primer ministro conservador Boris Johnson, quien en 2016 escribió en el periódico Mail on Sunday que Meghan estaba «bendecida genéticamente» y aportaría «un ADN rico y exótico» a la «pálida» familia real de los Windsor.
Hubo, a su vez, un desliz entre los Windsor cuando la princesa de Kent apareció con un broche en forma de cabeza de negro (una joya que recordaba el pasado colonial y esclavista del país) en una comida de Navidad con la joven pareja en el Palacio de Buckingham en 2017. Después la princesa pidió unas disculpas poco entusiastas.
Pese a todo, inmediatamente después del anuncio del retiro de los duques de Sussex se descartaron las acusaciones de racismo contra Meghan: la ministra del Interior, Priti Patel, hija de inmigrantes, afirmó el lunes en la BBC que el racismo no había tenido nada que ver en la decisión de la pareja.
Patel dijo no haber «visto nada» por el estilo en la cobertura mediática sobre la duquesa de Sussex y que en este «gran país (…) gente de todos los orígenes puede progresar en la vida».
Otro tipo de respuesta consistió en recordar que las otras mujeres de la familia real, empezando por la princesa Diana, también fueron víctimas del acoso mediático y puso el sexismo como principal argumento.
«Desgraciadamente, la prensa utiliza la raza de Meghan para atacarla», reconoció el viernes ante los periodistas el experto en etiqueta y editorialista William Hanson. Pero, se apresuró a precisar, «igual como utilizaron la clase social para atacar a Catalina», la esposa plebeya del príncipe Guillermo, el hermano mayor de Harry y llamado a ocupar el trono algún día.
«Rechazo a la inmigración»
Lo cierto es que, tras un breve primer idilio, la prensa sensacionalista la emprendió contra Meghan, a la que bautizaron «duquesa caprichosa» y la trató con más ferocidad que a Catalina, hoy alabada por su discreción y respeto de las tradiciones.
Con el título «ninguna prueba de racismo en la prensa», el conservador The Sun, el diario más vendido del país, publicó este martes la indignación del comentarista Tom Slater contra la idea de que el «Megxit» esté ligado al racismo y afirmó que todo esto es una idea de «la izquierda liberal».
En el otro lado del espectro, el izquierdista The Guardian lamentaba, en un comentario de Nesrine Malik, que el racismo contra una famosa se imponga al debate sobre los privilegios de la familia real.
Esto, lamentaba, además, no deja tiempo para «debatir sobre la toxicidad única» de la prensa sensacionalista o del «giro a la derecha de nuestra cultura política y de los sucesivos gobiernos conservadores que constantemente jugaron con el rechazo a la inmigración».
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